30.4.06

Steiner y la inconveniencia de pensar

"Aquellas personas a las que más amamos son absolutamente opacas para nuestro pensamiento, el cual sólo conoce la soledad". Lo dice George Steiner y lo recoge Félix de Azúa en su blog.

29.4.06

Rozas

Ya hemos recordado aquí más de una vez en los últimos tiempos que hace ahora veinte años que murió en Cáceres Juan Manuel Rozas, el que fuera profesor de la Universidad de Extremadura. Con ese motivo, se ha celebrado en la ciudad donde vivió sus últimos años (desde 1978, cuando llegó de Santiago de Compostela, donde había ejercido ya como catedrático, después de su paso por el CSIC, en calidad de investigador, y por la Autónoma de Madrid) un homenaje bajo el título “Del Siglo de Oro a la Edad de Plata”. Las sesiones han tenido lugar en la Facultad de Filosofía y Letras que él no llegó a conocer. En el apretado programa que su coordinador, José Luis Bernal, dispuso para los días 27 y 28 de abril se han tenido en cuenta los principales intereses de Rozas, su pasión por la investigación y por la docencia de esos dos periodos no menos emocionantes de la Literatura Española a que aludía el rótulo del encuentro. Compañeros, amigos y discípulos suyos han disertado sobre autores tan queridos para él como Lope, Quevedo, Calderón o Guillén.
Rozas llegó a Cáceres en un momento clave para la historia reciente de Extremadura, cuando la Universidad que lleva el nombre de la región (tantos siglos después) se empezaba a abrir camino. En esa encrucijada no estuvo, conviene precisarlo, solo. Fue uno más entre aquel puñado de profesores que con sus carreras ya hechas o con ellas apenas trazadas se dispusieron a poner en pie un edificio sin el que resulta imposible explicar nuestro salto a la modernidad, la dignidad y el desarrollo.
Junto a Senabre, por ejemplo, llevó a cabo una tarea fundamental, la de consolidar los fondos de la biblioteca, ésa que ya está integrada en la general de la Universidad. Antes de que se desmantelara de su antigua ubicación, Miguel Ángel Lama realizó un hermoso y nostálgico documental que era también un homenaje a quienes la concibieron.
Como don Ricardo, Rozas se implicó muy pronto en nuestra realidad cultural. Era muy pobre, es cierto. Por eso, no les dolieron prendas emprender tareas divulgativas (los recuerdo, por ejemplo, en Plasencia dando conferencias en el Aula del Verdugo). Por eso, comenzaron a desempolvar la literatura escrita por extremeños. La clásica, lógico, y la contemporánea, algo más extraño. Es bien conocido el análisis que hizo el segundo de la obra de Chamizo, pongo por caso.
Ahora es menos raro pero en los ochenta no era frecuente que la crítica literaria de periódicos la hicieran sesudos profesores universitarios y uno no olvida una famosa reseña de Rozas en El País titulada, con ironía, “Los Novísimos a la cátedra”, con motivo de la aparición de la antología de Pereda y del Moral en la colección Letras Hispánicas.
No se puede olvidar que presidió durante años el jurado del premio “Ciudad de Badajoz” y que, desde que se crearon, formó parte del “Constitución” y del “Residencia” (convocado por la universitaria San José de Cáceres). A este último llegó a presentarse para ver la reacción de sus compañeros. Sí, porque a sus ocupaciones como profesor, crítico e investigador Juan Manuel Rozas sumaba la de poeta. No un poeta de ocasión o dominguero. Al contrario: un poeta cabal que, por más que sólo al final de su vida publicara libros de poesía, la había practicado desde muy joven. Eso lo demuestra el volumen que acaba de sacar a la calle la Editora Regional de Extremadura (y pido perdón por la cuña publicitaria) donde se reúne su Poesía Completa, donde, además de los libros editados o inéditos (como el póstumo La partida), se añaden algunas muestras de su poesía de juventud y, claro está, de madurez. De la edición literaria se ha encargado su hijo José Luis, filólogo como su padre, que ha escrito un prólogo tan ajustado como emotivo.
No sé si está mal que uno lo diga, pero el volumen no hubiera desmerecido en la biblioteca del devoto bibliófilo que Rozas era. Le hubiera gustado, sin duda.
La Consejería de Cultura no ha encontrado una manera mejor (y más perdurable) de renovar su recuerdo. Ni creo que la haya.
Dije antes que se ocupó de sus contemporáneos y, en tanto que poeta, él lo era respecto de nosotros, los poetas extremeños que empezamos a publicar a principios (y mediados) de los ochenta. Fue también su caso. Por eso el acto final del congreso en su memoria, ayer tarde, fue una mesa redonda titulada “Juan Manuel Rozas y la Literatura en Extremadura en los últimos XXV años”. Él aportó buena parte del rigor y la modernidad que ésta nunca tuvo. La nuestra había sido hasta entonces una tierra abonada a la mediocridad de los aficionados, tan cortos de miras como de conocimientos. Su apuesta por lo que nacía fue tan deliberada como iluminadora. Es una pena que no haya podido apreciar las felices consecuencias.

(En HOY)

27.4.06

Amapolas y paradojas

Uno se quedaba pasmado esta mañana al ver, camino de Mérida, a la salida de Cáceres, las miles de amapolas que han brotado en los alrededores de Las Minas. De regreso, me he vuelto a quedar igual. ¡Qué belleza!
Yolanda me dijo el otro día, de camino a Cáceres, que siempre que veía amapolas se acordaba de Gonzalo. Y eso que eran rojas.
Y ya que mencionamos a Hidalgo Bayal, se puede pinchar aquí para leer la última reseña de su última novela. La Paradoja sigue yendo a más. A ver si al año que viene emula a los girasoles y la crítica reconoce su maestría.

26.4.06

Atardecer en el campo

Ayer estuve cogiendo agua en la fuente de Sergio (así la llamamos). Hacía dos años que no manaba. Era una alegría ver surgir de la boca un chorro tan fresco y generoso.
Luego me senté a leer poemas de César Simón. Daniel Casado me quitó (es un decir) el ejemplar de la librería "Punto y aparte" y, a modo de compensación, pidió otro y me lo ha regalado.
Me agrada que a los poetas jóvenes les guste César Simón, al que descubrí a principio de los ochenta. Es un maestro, sin duda. Al releerlo lo compruebo. Como si fuera la primera vez.
Mientras lo hacía, escuchaba a los pájaros cantando. Qué pena no conocer sus nombres. Esa es una carencia que siempre me ha molestado.
Atardecía. Fue sólo un rato pero... me supo a gloria. Cuánto compensan esos momentos. Consuelan de sinsabores, cansancios y dolores.
Naturaleza y poesía. Lo mismo y diferente.

22.4.06

GHB por Armas Marcelo

Aviso para lectores de Gonzalo Hidalgo Bayal: Juancho Armas Marcelo dedica hoy su sección "A la intemperie" (en ABC De las artes y las letras) a su última novela, Paradoja del interventor. Es un artículo muy elogioso, como es lógico. Vamos a más.

Cáceres, capital de la lectura

Dije hace unas semanas que dedicaría este rincón al primer Congreso Nacional de la Lectura y, sin ser profeta, llamaba la atención acerca de las comparaciones que, de antemano, me parecían especialmente odiosas. Así ha sido. Nunca un acontecimiento cultural de los muchos que se han venido celebrando en Extremadura había tenido una repercusión semejante en los medios de comunicación regionales, nacionales e internacionales (a través de internet). Y no sólo. Han sido muchas las personas que, sin haber participado en el mismo, han mostrado su satisfacción y su alegría por el éxito obtenido; a sabiendas, claro, de que es un triunfo colectivo que debe adjudicarse la sociedad extremeña en su conjunto; en especial, como es obvio, la sociedad lectora, tan sensible, siquiera sea porque, al echar la vista atrás, se da perfecta cuenta de su precario punto de partida.
De la sociedad lectora, sí, pero también de la que no lee. A eso hizo alusión el presidente Ibarra en un discurso certero que encandiló al auditorio, cuando contó que hace veinticinco años los alcaldes de los pueblos de Extremadura, algunos de ellos analfabetos, le iban a pedir al despacho agua… y bibliotecas.
No voy a entrar, como es lógico, en un análisis pormenorizado de los excelentes discursos que tuvieron lugar a lo largo y ancho del Congreso, pronunciados por todos y cada uno de los ponentes y por la inmensa mayoría de los participantes en los respectivos paneles. Lo más importante, a mi modo de ver, no ha sido tanto el mapa de situación –de dónde venimos, qué estamos haciendo- como la lectura prospectiva que se puede extraer del encuentro. Lo que de ruta de viaje, cara al futuro, tienen las conclusiones del mismo, reflejadas, por cierto, en la Declaración de Cáceres sobre la lectura en el siglo XXI. Ha pasado el momento de justificar las costosas actuaciones emprendidas para llegar al punto en el que estamos. Como en tantas otras cosas, estamos igual o por delante de la media, de lo que ocurre en el resto de España, ya sea en las realidades nacionales o en las regiones sin más.
Una vez conseguido el envidiable estatus de comunidad lectora (plenamente o casi); alcanzado nuestro derecho ciudadano a leer, ¿qué cabe ahora urdir? ¿Cómo se rentabiliza ese estado que nos pone en disposición de alcanzar unos objetivos no sólo culturales sino también socioeconómicos que durante siglos nos estuvieron vedados? Como dije en aquel foro, “por seguir un discurso, tan apasionado como apasionante, que he tenido la suerte de escuchar a mi admirado Antonio Basanta, la lectura es un eje estratégico de desarrollo. Invierte en el único recurso que puede crecer de forma ilimitada: el capital humano. Y ahí, en primera línea, nunca mejor dicho, el lector. Como mejor modelo social. De la lectura deriva un ciudadano, acaso el ideal: culto, crítico, tolerante; una persona que utiliza la lectura, una capacidad compleja que nos perfecciona como hombres, para intentar penetrar otra complejidad: la del mundo”.
Esta ha sido y es, sin lugar a dudas, la apuesta de Extremadura. Con todo, insisto, ha llegado el momento de dar nuevos pasos que rentabilicen esa situación de privilegio. Uno de los primeros, muy sólido, se dio al crear el Plan de Fomento de la Lectura del que el Congreso de Cáceres es también feliz consecuencia. Las cosas, ay, no suceden porque sí. Y menos en una consejería que algunos ya llaman “de la lectura”.
No son menos necesarios otros que empiezan a darse. Porque sin lectura no hay educación, las bibliotecas escolares están llamadas a convertirse en otro eje central de desarrollo de los centros de primaria y secundaria y, en consecuencia, en la base precisa para adquirir una destreza esencial para el hombre contemporáneo que vive en un mundo informatizado y tecnológico, y no aludo sólo a lo que aquélla tiene de fuente de placer o entretenimiento.
Setenta años después, el viejo sueño de bibliotecarios y lectores se ha cumplido. Aquél fue un vano esfuerzo (inspirado en lo mejor del espíritu republicano de la época) que se encargó de cercenar la guerra. Por eso, en esta nueva España, que en lo cultural aspira a parecerse a aquélla, es significativa la defensa de la lectura que hicieron en Cáceres los Príncipes de Asturias. Algo más que mera presencia.

(Nota: este artículo aparece publicado en el diario HOY con un título distinto: "Cáceres, capital de la cultura")

21.4.06

Misiones pedagógicas

La historia es apasionante. En el pueblo extremeño de Navas del Madroño, el inefable Federico Martín Nebras ha descubierto casi por casualidad material escolar de las Misiones Pedagógicas de la II República que llevaba setenta y tantos años escondido en el colegio público. Lo mejor es de todo es que ese material fue llevado allí por la pensadora María Zambrano. Por abundar en lo curioso, es pertinente recordar que el padre de la autora de Claros del bosque, Blas Zambrano, era extremeño, natural de Segura de León.
Merece la pena leer el reportaje de María José Torrejón que se publica hoy el diario HOY.

20.4.06

Renuncia

Bien sabemos que la vida es una lista sucesiva de renuncias, una reunión continua de derrotas. La última, en lo que a uno respecta, me ha resultado especialmente dolorosa. Tenía que haber viajado estos días a Polonia, invitado por el Instituto Cervantes. Leer poemas en Varsovia, ya ves, me hacía ilusión. Y no por los poemas. Más aún poder hacerlo en Cracovia, el otro destino del viaje, esa ciudad de mi imaginación y de mi memoria que seguirá siendo sólo de los libros. De los de mi admirado Adam Zagajewski, por ejemplo. Habían elegido para la lectura el mismo café que frecuentaba Tadeusz Kantor.
Ni siquiera he abierto el sobre con el billete de avión. Para qué. Se lo devolveré un día de estos a quienes tuvieron la amabilidad de permitirme cumplir uno de mis sueños y a los que he pagado con la peor de las monedas: la renuncia, ya digo. Saben que lo siento. Bueno, en rigor, ni siquiera lo sospechan. En fin. Por suerte, el mundo no se acaba por cosas como ésta. Bueno, acabarse no se acaba, pero doler, ay, cómo duele.

19.4.06

Cristina Iglesias

Por aquello de que nuestro hotel quedaba al lado, visitamos hace unos días la nueva sede de la Fundación Caixa Galicia en La Coruña, un edificio de esos que llaman "emblemático", obra del arquitecto británico Nicholas Grimshaw. Tiene un par de ascensores exteriores muy solicitados. Las vistas sobre el puerto son estupendas. Pudimos ver allí varias exposiciones. Para empezar, una titulada "10 años, 10 artistas", con cuadros de Picasso, Tapies, Saura, Millares o Sean Scully que pertenecen a los fondos de la casa. Para seguir, una muy breve de Francisco Leiro, con imponentes esculturas de madera centradas en el maldito asunto del chapapote. También recorrimos la muy publicitada de Diego Rivera (a falta de su esposa, la inevitable Frida Kahlo, como ha recordado Forges) que a mí no me gustó nada. Dejo para el final la joya de la corona: la de la donostiarra Cristina Iglesias centrada en una instalación muy parecida a la que expone estos días en el Museo Ludwig de Colonia. Pena que el espacio sea, a mi modo de ver, insuficiente para apreciar en su justa medida la magnífica y sugerente propuesta artística de la viuda del escultor Juan Muñoz.

16.4.06

Periférica con vocación de centralidad

Julián Rodríguez Marcos, que como Ana María Moix es periodista, narrador y poeta, es también el alma de una nueva editorial que nace en Cáceres con el nombre de Periférica. Enlazando con la tradición recuperadora de sellos como Trieste o Pre-Textos - o más recientemente Minúscula-, Periférica cuenta con "un pequeño equipo de colaboradores muy jóvenes, de entre 30 y 37 años" y anuncia que ofrecerá "una amplia selección de ´clásicos modernos´, muchos de ellos inéditos aún en castellano o poco difundidos durante los últimos años. con una especial atención a aquellos autores que entre la Ilustración y el fin del siglo XIX conformaron una idea de Europa y del mundo que merece la pena conocer y pensar". Los dos primeros títulos: ´El testamento de un bromista´, narración semiautobiográfica del escritor y activista político francés del XIX Jules Vallès, y ´La pelirroja´ del también decimonónico portugués Fialho de Almeida, que narra la historia de una joven, hija de enterrador, en clave naturalista. "En este momento tengo sobre mi mesa su calavera fría, limpia de piel y cartílagos, blanca y sarcástica, cuya mandíbula abrió ante mí, con una mueca trágica, su concavidad llena de sombras", es el contundente final

©
Sergio Vila-Sanjuán, La Vanguardia

Vivir es (ver) volver

El crítico Rafael Conte sigue con su solitaria pero justa e implacable defensa de la obra rigurosa de Gonzalo Hidalgo Bayal. Esta es su última reseña, en Babelia.

9.4.06

Desde la « periferia » extremeña

Los futuros historiadores de la edición española darán cuenta, sin duda, de los dos fenómenos más llamativos de principios del milenio. El primero es que el sector haya sobrevivido (sólo por ahora, no echemos las campanas al vuelo) a las políticas culturales «implementadas» por diversas Administraciones con competencia en este ramo tan transferido. El segundo, y mucho más importante, es la proliferación, particularmente llamativa en los tres últimos años, de docenas (y docenas) de diminutas editoriales independientes en todos los ángulos de esta Piel de Toro tan asendereada y plurinacional. Desde aquí quiero sumarme modestamente al entusiasmo y solidaridad con que el maestro Antoine Gallimard celebraba hace unos días desde Le Monde un fenómeno semejante en la edición francesa. No puedo citar de memoria los nombres de todos los recién llegados, pero ahí van algunos: Funambulista, Sexto Piso, Barataria, Atalanta, Maldoror, Gadir, Meteora, Ediciones del Viento, Páginas de Espuma, Berenice, Mono Azul, Libros del Asteroide, Alpha Decay, Inédita, Melusina, Poliedro, Minúscula, etcétera. La última de que tengo noticia es Editorial Periférica, con sede cacereña y cuyos dos primero volúmenes (El testamento de un bromista, de Jules Vallès, y La pelirroja, del por aquí desconocido José Valentim Fialho de Almeida) se ponen a la venta estos mismos días. Periférica, cuyo director literario es el novelista Julián Rodríguez Marcos (su última obra, Ninguna necesidad, aparecerá en Mondadori en mayo), publicará unos quince libros al año. Y tiene una página web (en construcción) desde la que ya se pueden hacer pedidos: www.editorialperiferica.com. De nada. Y ¡vivan los pequeños editores! (Bueno, y los otros también, no se vayan a poner mustios).

© Manuel Rodríguez Rivero, ABC

8.4.06

Carta de Zafra

Esta blanca ciudad del sur de Extremadura, tan hermosa como acogedora, encierra un secreto que los que nos dedicamos a la literatura y, más en concreto, a la poesía, no sabemos definir (por eso es un enigma) pero que, sin duda, existe. Éste es un convencimiento que sostengo desde muchos años, los que llevo frecuentando ese lugar al que cuanto más se va, menos cansa.
Fue allí, a principio de los ochenta, donde leyó uno sus primeros versos y donde, con esa bonita excusa, conocí a algunos de los poetas extremeños de mi generación que, al cabo de los años, son también algunos de mis mejores amigos: Ángel Campos Pámpano, Luciano Feria, José María Lama… Ya que no puedo presumir de adversarios, permítaseme al menos alardear de colegas. Éstos sí dan la talla.
Íbamos allí cada poco para leer delante de un público abundante y entregado los poemas que acabarían formando parte de nuestros primeros libros, ya fuera en el salón de actos del instituto de secundaria (entonces sólo existía el Suárez Figueroa) o en la Universidad Popular. Se podría decir que echamos allí nuestros primeros dientes poéticos.
Bajábamos Yolanda y yo en el mini amarillo. Alguna vez, recogimos por el camino a Miguel Ángel Lama, estudiante de Filología en Cáceres, y una de las personas imprescindibles a la hora de realizar el recuento de quienes han hecho posible que la literatura extremeña se situara, de una vez por todas, en el mapa literario.
Esa predilección por Zafra –que, como digo, no es exclusiva- tiene que ver con ese estado de cosas. En pocos sitios se ha hecho más y con tanto entusiasmo por la revitalización de nuestras letras y eso, qué duda cabe, merece ser reconocido.
No creo que sea ajena a ese hecho la feliz coincidencia de que esa ciudad haya dado nombres señeros a la literatura. Del los contemporáneos, ya he citado a tres (los hermanos Lama y Feria), pero puedo añadir otros, como el novelista Antonio Zoido (sobre cuya obra pronunciaba hace unos días una conferencia -en el marco del VIII Congreso de Estudios Extremeños- Ricardo Senabre), la añorada Dulce Chacón y el que tal vez sea nuestro poeta joven con más proyección, José Manuel Díez.
En Zafra se volvió a poner en marcha hace unos años el Seminario Humanístico, la única aula de la Asociación de Escritores Extremeños, junto a la de Don Benito-Villanueva de la Serena, que no lleva el nombre de un autor. Bajo su amparo no sólo se celebran las sesiones ordinarias con escritores sino otras que sirven para dinamizar aún más la ya de por sí vivaz cultura zafrense. Por ejemplo, el premio que lleva el nombre de la autora de La voz dormida y que en tan sólo dos ediciones ha conseguido notoriedad.
Regresé a Zafra la semana pasada para participar en una de las sesiones del Seminario, la penúltima del curso, a falta de la que servirá para presentar el nuevo libro de Inma Chacón, una elegía a la muerte de su hermana Dulce.
Reunidos en el pabellón Banesto de la Feria Internacional Ganadera de Zafra con chavales de los dos institutos de la localidad (el ya citado y el Cristo del Rosario), el del de Los Santos de Maimona y, mediante videoconferencia, con el de Talayuela, no miento si afirmo que pasamos un rato entretenido, siquiera fuera por mi afán de demostrar que la pobre poesía, tan sobrecargada de tópicos, no tiene porqué aburrir ni cansar cuando se la pone en comunicación con un público estudiantil que, también contra el lugar común, es sumamente poroso y receptivo. Tanto que hubo que cortar el turno de preguntas porque se nos echó la hora encima. Al salir, le dije a los profesores que acompañaban a los chavales que no sé si los puristas admitirían esa faena como clásica, pero que eso a uno le daba ya lo mismo.
Por la noche, en la Capilla del Parador, las cosas no fueron, como es lógico, por los mismos derroteros. Quise, con todo, corresponder de la mejor manera posible a mis anfitriones y demostrar que mi pasión por la lírica, más allá de los malos tiempos que siempre corren para ella, se mantiene intacta, algo que, no sin emoción, quise poner en evidencia delante de un grupo de ciudadanos de Zafra, en uno de los centros simbólicos de esa ciudad, por tantas cosas, luminosa.
Fue un placer conversar durante horas con Luciano Feria, conocer a Adolfo Gómez Tomé (codirector del Seminario y autor de una novela corta, La gallina ciega), pasear por la calle Sevilla y por las plazas Grande y Chica, comer rabo de toro (en un pueblo tan taurino) y, sobre todo, recordar los buenos momentos que allí hemos vivido, asociados, para siempre, con la amistad y con la poesía, dos poderosas razones para vivir.

4.4.06

Carlos Lencero

Cuenta mi amigo Luis Sáez que siempre empieza a leer el Hoy por la esquelas desde que una vez no se enteró a tiempo de la muerte de un conocido. Me he quedado de piedra al leer, en ese mismo periódico, la del escritor Carlos Lencero. No lo conocía personalmente. Había quedado en Badajoz hace unas semanas con él porque tenía algo que comentarme. Me lo anunció por teléfono una mañana, al poco de llegar yo a la Editora. Aquella cita no pudo ser y lo terrible es que no habrá más.

3.4.06

Cuentos infantiles

Me entero de que alguien que afirma paladinamente no presumir de nada (y que por el mero hecho de hacerlo ya está presumiendo de algo), un tipo con el alma oscura (lo sé, me consta, no hablo de oídas), escribe cuentos para niños. No los he leído (ni falta), pero si en ellos reflejase siquiera una mínima parte de sí mismo, habría que avisar al Defensor del Menor. ¿Qué puede contar a los niños un personaje tan siniestro? Pavor le da a uno pensarlo.

2.4.06

Rosillo

Este año el Premio de la Crítica, en su vertiente poética, ha recaído en Eloy Sánchez Rosillo, por su libro La certeza, publicado por Tusquets (que hace doblete: el de narrativa ha ido a parar a Ramiro Pinilla, de la casa también).
Además de darle la enhorabuena por el galardón, le he comentado que en Plasencia tenemos la sospecha (cada vez más fundada) de que venir a leer al Aula Literaria "José Antonio Gabriel y Galán" trae suerte. Al poco, son ya varios los que han ganado algo. Ha sido el caso. Me alegro.

1.4.06

Paradoja

El lunes pasado viajé a Madrid para asistir a la presentación del primer Congreso Nacional de la Lectura, un acontecimiento al que habrá que dedicar otro día este rincón, siquiera sea porque compararlo con otro evento remotamente parecido es, para aviso de despistados, imposible.
Según costumbre, de camino a la Plaza del Rey, paré en la Casa del Libro de Gran Vía para echar un vistazo a las novedades. Allí, en una de las mesas más céntricas, vi por primera vez la edición de Paradoja del interventor de Gonzalo Hidalgo Bayal (Higuera de Albalat, Cáceres, 1950) que acaba de sacar a la calle Tusquets. Sobre la hermosa cubierta de la colección Andanzas (donde apareció la mítica novela de Luis Landero, Juegos de la edad tardía) en la que se ve una estación, un tren y un hombre de espaldas con una cartera y un paraguas, la faja color naranja con la lapidaria frase de Rafael Conte, tomada de la entusiástica reseña publicada hace unos meses en el suplemento Babelia del diario El País: “Ojo, lector en singular, he aquí la novela española más importante que he podido leer en los últimos años, no sé si diez, quizá veinte”. Aunque no aparezca en la citada banda promocional, el veterano crítico literario añadió: “Pues ya estamos aquí fuera del mundo, del mundo editorial, de los premios y de las academias, de las ceremonias sociales y suplementos culturales, por una vez deberíamos extraernos de nuestras casillas para entrar en el reino de la literatura de verdad, en el universo imperecedero, frágil y universal del arte literario sin adherencia alguna. He aquí un libro importante... un apólogo kafkiano escrito en una prosa teñida de cultura, de nostalgia, de ternura y no exenta también de una buena dosis de ironía cuando lo necesita”.
No cabe duda de que el comentario de Conte debió animar a los editores barceloneses a lanzarse a la aventura que supone en España (y, doy por hecho, que en el resto del mundo) publicar una novela rigurosa que acaba de ser, como quien dice, publicada y cuyo autor es poco conocido, salvo en el territorio de la literatura a secas, el de los lectores bien informados. Esto último cuesta creerlo, pero a algunos les sacas de los tres o cuatro promotores de best sellers (llamarlos escritores es un abuso) y no dan pie con bolo.
Sí, la primera edición de Paradoja, como diría Gonzalo (que nombra sus novelas de forma abreviada: Mísera, Jotán, etc.), salió hace un par de años en la editorial extremeña, de Badajoz, Libros del Oeste. Todas sus obras han ido apareciendo en pequeñas editoriales tan dignas como ésa. Ahora, salta a otro ruedo o pasa a otra liga, lo que traerá como consecuencia que llegue a más lectores. Esto nunca se sabe, claro. Lo doy por descontado. Nadie mejor que uno mismo para reconocer lo fácil que resulta equivocarse. Eso sí, con según que nombres y según qué obras, ésta por ejemplo, eso es difícil. Lo sencillo es meter la pata haciendo mención a don nadies que sólo garrapatean.
Los primeros editores –Manuel Vicente González, Ángel Campos Pámpano y Pedro Almoril- están orgullosos de que uno de sus jugadores, por seguir con el símil deportivo, pase a las ligas mayores. No es para menos. Más extraño me parece que editores de primera división como Beatriz de Moura y Juan Cerezo hayan esperado tanto para fichar a Hidalgo Bayal. Que era un escritor de fuste lo sabían incluso ellos. Son profesionales que no se andan con los remilgos que se toman otros para sacar un libro. Por encima de consideraciones como, pongo por caso, la edad del escritor, una exigencia que pocos perdonan. Eso sirve para nuestro paisano pero también para gente mucho mayor que él, como Ramiro Pinilla, bilbaíno de 1923.
El otro día, en la estación de Mérida, primero, y en el traqueteante tren que me traía a Plasencia, después, evocaba a distancia las palabras de la contracubierta: “Una noche de noviembre, un hombre mayor, «casi en la edad de los desguaces», se apea en una estación a tomar un café y llenar una botella de agua y, sin saber cómo, pierde el tren. Como además no ha tenido la preocupación de bajar con chaqueta, se queda sin dinero ni identificación: el tren se ha llevado su equipaje y su destino”.
En efecto, como sigue diciendo en el mismo sitio, “éste es el relato, entre kafkiano y becketiano, de su estancia obligatoria en una ciudad desconocida, donde conocerá una galería de vidas minúsculas y personajes extravagantes” que dejará tan boquiabierto al desavisado lector como al que ya va advertido, pues la excelencia de la prosa de Gonzalo Hidalgo Bayal (a él le gusta que le llamen al completo) no puede dejar indiferente a nadie. A nadie que sepa y quiera leer, por supuesto.