31.8.09

Boris Vian

Tengo delante un libro que le encantaría a mi amigo Elías Moro, al que presupongo borisvianesco. Por suerte (merci beaucoup), los afrancesados de la exquisita editorial Demipage me envían algunos de los que publican. Así, No me gustaría palmarla, una antología de poemas de Boris Vian, que murió el año en que uno nació, el 59. Se conmemoran, pues, los 50 años de su muerte.
Los poemas están ilustrados -da mucho gusto verlos y leerlos- y, además, traducidos por un vianteam de músicos y escritores entre los que están Javier Krahe, Luis Alberto de Cuenca, Fernando Savater, Jenaro Talens, Santiago Auserón, Eduardo Moga, Francisco Javier Irazoki y Antonio Lucas.
La primera edición de No me gustaría palmarla fue póstuma, del 62. El poema que abre el volumen, "No quisiera morir", un ejemplo perfecto de su modo de hacer, termina:
No quisiera morir
sin dejar de probar
el sabor de la muerte.

Los intelectuales y la política

Me gustó el artículo que Ramin Jahanbegloo firmó antes de ayer en el El País con ese sugerente título. Sí, como de otra época.

30.8.09

¿Éste o aquél?

Convendrán conmigo que la Consejería de mis amores da mucho de sí. Hoy, por ejemplo, se anuncia en el Hoy que el periodista José Ramón Alonso de la Torre dirigirá la Escuela Superior de Arte Dramático de Extremadura al mismo tiempo que en el otro diario regional, El Periódico Extremadura, aparece una extensa entrevista... con el director de la misma Escuela, Damián Beneyto. ¿En qué quedamos? ¡Qué bochorno!

Aníbal

La otra tarde, paseando por su Salamanca, me acordé de otro libro que también me ha acompañado a lo largo del verano. La antología La luz en las palabras, de Aníbal Núñez, en edición de Vicente Vives para Cátedra. Era justo que una de las poesías más interesantes del XX llegara a una colección clásica: Letras Hispánicas. Vuelvo sobre los poemas de uno de mis declarados maestros y no puedo por menos que emocionarme por lo vivos que están. Como escritos ayer. O hace siglos. Sí, porque lo que vale para la colección vale para Aníbal: uno de nuestros clásicos.

27.8.09

Epitafio

"El epitafio puede ser la forma más breve de poesía", comenta Mario Jursich en una conversación con Piedad Bonnett y Darío Jaramillo Agudelo, y luego añade: "¿Qué frase pondrían en su tumba?". El poeta colombiano que, como se sabe, fue víctima de un atentado terrorista que le dejó cojo contesta: "En verdad no se me ocurre ninguna. Yo que tiendo a ser tan literal en todas mis cosas diría: "Aquí yace Darío Jaramillo". O, con más precisión, "Aquí yace casi todo Darío Jaramillo". Se me olvidaba que ya tengo un pie en la tumba".

26.8.09

Viaje a Pascoaes

Como otros de los que he venido hablando aquí, éste ha sido un libro largamente esperado. Aunque no lo parezca, uno de los primeros que tuve intención de publicar cuando llegué a la Editora, allá por 2005, lo que no resulta difícil recordar hoy que se cumplen cuatro años de la triste muerte de Fernando Pérez. Me refiero a Viaje a Pascoaes, de António Cândido Franco, profesor de la Universidad de Évora, poeta y novelista, que aparece en traducción de su compañero de departamento, Antonio Sáez Delgado. En Viajeros y Estables, una colección que tuve la suerte de poner en marcha; dentro de una línea editorial que también concebimos entonces, Letras Portuguesas, algo que no se hace explícito en ninguna parte de esta preciosa edición diseñada por Rodríguez & Espada.
La referencia, ya se dijo, es el poeta portugués Teixeira de Pascoaes (del que el citado Sáez publicó una antología fundamental en Trea), el amigo de Unamuno, y Cândido Franco viaja a sus lugares, al "noroeste galaico de la Península Ibérica", en torno a la casa familiar de São João de Gãtao, en la parroquia de Amarante. "La gente que habita los lugares de Pascoaes, dice, no muere, porque cultiva, junto a la uva, la saudade". Por algo Pascoaes ideó el Saudosismo. "El libro, precisa su autor, se presenta como una novela de viaje". "Es necesario, concluye, contar historias para no permitir que muera el mundo".

24.8.09

Virgilio y Ángel

Tenía ganas de releer La muerte de Virgilio, de Broch. He ido en busca del libro. Éste sí estaba localizado. Lo he abierto y he leído: Á. Valverde. Badajoz-Elvas. 27-XII-1984. Con Ángel.
Ahora no sé si podré seguir leyendo.

23.8.09

Otoño anticipado

El otro día recorrimos buena parte de la Sierra de Gata, que para mí, por cierto, sigue siendo, por decirlo de algún modo, un país extranjero, de tan poco que uno ha frecuentado esa sorprendente comarca extremeña del norte que, insisto, no me lo parece. Me llamó la atención que los árboles, sobre todo los robles, tuvieran ya el tono amarillento del otoño. El mismo, es verdad, que muestran los de la zona del molino, tanto los de la montaña como los del llano. Me temo que la causa es la sequía y el calor, no otra cosa. No ve uno el momento de que empiece a llover y se pueda dormir y pasear a unas temperaturas razonables. A pesar, ay, de la dichosa gripe A.

21.8.09

Lecturas de verano

Entre lecturas y relecturas, el verano ha sido productivo. Ha vuelto uno, por ejemplo, a Madame Bovary, a El gran Gatsby (esa pequeña gran novela que reedita ahora Alfagüara), a la Obra poética de Borges (que rescata Destino)... (A pesar de que lleva uno más de media vida leyéndolos, sus poemas siempre me parecen inéditos.) Por algún rincón de las estanterías estará un ejemplar de la imprescindible Bearn o la sala de las muñecas, de Llorenç Villalonga, aunque he leído en Conil la nueva, hermosa edición de Alfabia con un interesantísimo prólogo de Llop. Algunos amigos también me han proporcionado sabrosas lecturas: Cómo parar setenta pájaros, una antología de poemas de Tomás Sánchez Santiago; otra de José María Cumbreño, Teorías del orden (bilingüe: español y portugués); Sedición del náufrago, del solitario Agustín Villar o Mejores días, los aforismos de José Luis Morante. He leído también ensayo. La consolación, de Manlio Sgalambro (Pre-Textos); Un encuentro, de Milan Kundera (Tusquets), La otra palabra, de Claudio Rodríguez (también en Tusquets)... Ya hablé aquí del inclasificable Tumbas de poetas y pensadores (Debolsillo), que ha seguido gustándome hasta el final. Gracias a la edición de bolsillo, como en el caso anterior, he podido releer los dos libros contenidos en Obra selecta, del incisivo Cyril Connolly, Enemigos de la promesa y La tumba inquieta (antes, El sepulcro sin sosiego), así como leer la espléndida selección de artículos que se incorporan al final del volumen (nunca mejor dicho). Me ha sorprendido, por cierto, la actualidad de esas páginas.
Terminaré haciendo alusión a cuatro novelas breves. A Verano en el lago (Minúscula), la deliciosa obra -llena de una rara sensibilidad- de Alberto Vigevani; El caballero y la muerte y El día de la lechuza, de mi admirado Sciascia (que compré, como suelo, en la librería conileña María Zambrano) y Por si algo me ocurriera, de Simenon (como las dos anteriores, en Tusquets). Confesaré que nunca había leído al famoso autor francés. Ni intención siquiera. Apareció por casualidad en pleno expurgo y... Me ha encantado, que conste.
Por lo demás, y hasta que duren las vacaciones (y más allá), seguiré picoteando en la interminable Mil años de poesía europea, de Rico y Lentini. Una memorable maravilla.

Artículo

Vuelvo sobre el último libro de Fernando Pérez Marqués. En el Hoy de hoy.

19.8.09