30.11.15

En busca de la edición perdida

Como uno no puede leer cada semana la columna de José Luis Melero en Heraldo de Aragón, tiene que conformarse con esperar a que agrupe unas cuantas en forma de libro y que, por añadidura, lo publique, según costumbre, Xordica con el habitual dibujo del pintor Jorge Gay en la cubierta.
El tenedor de libros se titula, a sugerencia de su amigo Martínez de Pisón, la nueva entrega de esos artículos teñidos, sobre todo, de aragonesismo (o, mejor, de zaragocismo) y de inteligencia más sentido del humor (dos partes de lo mismo). En las dos primeras líneas leemos: "Podría decirse que no he hecho otra cosa en esta vida que llevar los libros. Como un tenedor de libros lleva sus libros de contabilidad". Sí, de libros se habla aquí y bibliófilo de los que leen es Melero. De libros ("Como los libros no hay nada") y de autores, claro está, y de libreros (de viejo, mayormente), editores y escritores. Raros y olvidados, casi siempre, más para quien no conoce la rica realidad literaria de Aragón y de Zaragoza, ciudad libresca por antonomasia ("Las ciudades importantes tienen librerías importantes. Zaragoza las ha tenido siempre"), y no ha sido tocado por el sublime vicio de la bibliofilia. Tipos tan interesantes como Iván de Nogales, Eduardo Marquina o Manuel Pinillos.
Y de fútbol, también se habla de fútbol. Del mismo modo que cabe mencionar la "desazón" lectora (por no dar abasto con tanto libro), se puede mencionar la futbolística, por ser hincha de un equipo proclive a dar menos alegrías que disgustos. 
Le parece a uno mentira que este hombre capte el interés del lector (y cómo lo capta) hablando, a veces, de tal o cual ejemplar o de tal o cual autor menor, casi siempre pretéritos, con una erudición envidiable, sin duda, pero también, insisto, lejana. La clave está, por una parte, en lo bien que escribe esos artículos; la segunda, por la ironía y el citado humor (léase "Elogios y necrologías") que pone en esos escritos a lo que tiene tan bien cogidos la medida y el punto. La pasión que le echa también ayuda.
Ya lo dice él mismo: "Cuando leemos a ciertos columnistas nos gusta muchas veces encontrar una confesión personal". Eso nos pasa con el "mitómano y fetichista" Melero. Estamos encantados cuando nos habla de su sufrida mujer, de sus lances en busca de la edición perdida, de sus veraneos en Jaca y, ante todo, de sus amigos: de los inolvidable Félix Romeo (relata, entre otras cosas, su desconcierto ante al aparición de un libro desleal sobre él) y José Antonio Labordeta (a quienes tuve la suerte de tratar), de Fernando Sanmartín o Javier Tomeo; de sus cenas en Casa Emilio; de las presentaciones de sus libros; de sus viajes (a París, a Florencia, a Burdeos, a Londres, a Groningen)... Más allá, si por algo se caracteriza Melero es por su responsable sentido de la amistad; ejemplar, me consta. 
Por aquí pasan meretrices, jotas falsas, tildes ausentes, series americanas, escritores pedigüeños (qué divertido artículo)... Nos cuenta que fue crítico gastronómico una temporada y merece la pena echarse unas risas con el experimento, así como actor ocasional de cine: hizo un cameo en la película de Trueba Vivir es fácil con los ojos cerrados.
Y Javier Cercas, Azorín (que echa por tierra su concienzuda tarea de fichar libros), César Vallejo, Jesús Marchamalo, Fernando Ortiz...
Ahí va, y termino, mi "confesión personal". Aspiro a que un año de estos, al leer uno de los volúmenes del de Zaragoza, encuentre por sorpresa mi nombre y, en consecuencia, haya merecido el honor de formar parte de esa lista interminable de personas y personajes de Melero; esos seres casi siempre extravagantes y no pocas veces arrinconados que habitan en sus bonitos libros. Como el sastre Julio Lajo o el maestro Bielsa Jordán. Para esa noble posteridad siempre estará uno dispuesto. 

Mañana, fiesta


29.11.15

Carta de Guadalupe

© Nicanor Gil
Lo confieso: siento debilidad por los conventos. Porque son lugares apartados, cuanto más recónditos mejor, que se levantan en parajes hermosos, de una belleza singular, y porque representan un modo de vida, una suerte de espíritu, más allá de las creencias religiosas, que siempre me ha atraído. Puede que sólo sea una mera cuestión de carácter. Si lo llevo más allá, hay algo de poético –y de poética- en esa existencia contemplativa que mira más hacia dentro que hacia fuera, al interior que al paisaje, basada en la sencillez y la humildad, entre lo austero y lo sobrio, en busca de la serenidad y la armonía. Una vida basada en el silencio, ajena al ruido de la ciudad y a favor, como quería Thoreau, de la Naturaleza. Entre libros. Puede, soy consciente de ello, que idealice esa manera de estar y de ser en el mundo. Con todo, desde pequeño he admirado ese orden contemplativo y a quienes lo eligieron. He llegado a envidiar incluso a esos misteriosos, silentes habitantes que vivían al margen, detrás de gruesos muros como los que pueblan las imágenes de mi infancia en Plasencia, donde no faltan, ni siquiera ahora, esos retiros. Uno mismo ha llegado a imaginarse allí dentro, espejismo que duró apenas un par de semanas de mi perdida adolescencia, cuando estuve alojado con los franciscanos en El Palancar con la intención de probar –como si uno fuera, pongamos por caso, Ernesto Cardenal en el Getsemaní de Thomas Merton– mi vocación enclaustrada. Fue en vano. El Palancar, por cierto, es uno de los tres conventos que forman parte, se podría decir, de mi imaginario monástico. Los tres extremeños. Yuste, ante todo, que asocio a mi temprano descubrimiento de la poesía tras ser consciente de la belleza de la yedra encarnada una tarde de otoño; el citado conventito de Pedroso de Acím, donde residió mi santo favorito, Pedro de Alcántara; y Guadalupe, donde también radican los franciscanos, el más grande en valor y tamaño, el último que conocí.
La razón la tengo clara. Desde chico, uno ha sido propenso al mareó, poco importaba el tipo de vehículo. Sin remedio. Por eso pospuse durante años la visita al remoto monasterio de las Villuercas. En casa, siempre se hablaba de la carretera que conducía a la Puebla con temor, por las numerosas curvas que tenía. Por eso sólo fui cuando pude conducir. Mi primera visita fue al volante de mi mini amarillo, apenas obtuve el preceptivo carnet. Recuerdo otra, más tardía, también en compañía de Yolanda y  junto al poeta Felipe Núñez y su mujer, Ada. Una Semana Santa de principio de los ochenta. Después he vuelto, claro, porque el lugar, una vez conocido, atrae a cualquiera con un poder que muchos viajeros han experimentado.
Ya le hubiera gustado ir hasta allí andando, en peregrinación, como hicieron en su día desde Plasencia, aunque no todos llegaran, el novelista Gonzalo Hidalgo Bayal y unos amigos.
Que el acceso sea complicado (poco importa por dónde vayas, si por la carretera que viene de Trujillo, a través de Madroñera, Zorita, Logrosán y Cañamero, o desde Navalmoral de la Mata, por Peraleda, Bohonal y Castañar de Ibor), no impide que merezca la pena llevar a cabo el camino. Todo lo contrario. Uno ha realizado los dos itinerarios y, ya digo, no sabría decir cuál de los dos es más enrevesado y peligroso, pero tampoco, trazados aparte, sabría precisar qué paisajes son más bonitos y dónde disfruta más el peregrino con la visión de panoramas dignos de la justa fama que tiene esta tierra en lo que a ese asunto natural se refiere.
Una vez allí, y antes de visitar el monumento central de Guadalupe, el monasterio, como reconoce en su viaje por Extremadura el escritor Ramón Carnicer, antes, decía, está, ya se mencionó, la Puebla, que no deja de ser un sitio lleno de tipismo por donde pasear nunca está de más, ya sea en busca de tal o cual rincón, de este o aquel detalle arquitectónico, por el gusto de comprar la artesanía, los recuerdos o los dulces típicos o, en fin, para degustar, entre otros manjares, la famosa morcilla, tan elogiada por estos contornos; embutido tradicional también conocido como morcilla de sangre, morcilla de lustre o morcilla de berzas.
Desde fuera, levantándose sobre la aplanada superficie de la Puebla y Villa, la mole del Real Monasterio impone. Más cuando se ha visto desde arriba, si se llega por los Ibores. Como no soy experto en arte, coincido con la mayoría en mis gustos sobre el recinto. Admiro, en consecuencia, su claustro mudéjar, donde se alza, entre jardines, el templete, decorado con los apreciados azulejos (otro elemento inseparable de Guadalupe), y la sacristía, en la que cuelgan los bellísimos cuadro de uno de mis pintores favoritos, si no el que más, Zurbarán, extremeño de Fuente de Cantos.
Por encima de lo meramente arquitectónico o artístico, Guadalupe es América. Realidad y símbolo de la empresa americana, sí. La que llevaron a cabo, sobre todo, los extremeños del descubrimiento, la conquista y la colonización; hitos, sin duda, en cualquiera de sus versiones, de la historia de España y, claro está, de la de aquel continente. Desde entonces no hemos dejado los extremeños de mirar hacia esa proyección ultramarina que tanto tiene que ver con nuestra forma de ver y de construir el mundo. Sensibilidad y pensamiento que han encontrado quienes han atravesado el océano para refundirse, no pocas veces, con sus propias, casi idénticas raíces. Lo de aquí allá y viceversa, podría decirse.
Se me ocurre, en fin, que una buena manera de adentrarse en ese sitio es a través de Guadalupe. Guía Histórica Ilustrada, de Nicanor Gil González, hijo del lugar, que lleva, además, un prólogo del citado Gonzalo Hidalgo (Ediciones del Ambroz).
Si aterrizamos en lo más concreto, creo que fue una excelente idea celebrar el Día de esta región coincidiendo con el de la patrona de la Comunidad Autónoma. Símbolo, acabo de explicar, de una forma de sentir y de ser. De lo particular a lo universal. Y ya que aludo a lo religioso, no estaría de más volver a reivindicar que Guadalupe y lo que representa pasé a formar parte de una diócesis extremeña y no siga perteneciendo a la archidiócesis de Toledo.
Hace unos años, en 2006, coincidimos allí un grupo de escritores para celebrar una reunión literaria con motivo del Año Jubilar. Fruto de esas jornadas, el libro Encuentro en Guadalupe donde aparecen textos de Javier Alcaíns, Ángel Campos Pámpano, Daniel Casado, José María Cumbreño, Inma Chacón, José Manuel Díez, Santos Domínguez, Antonio María Flórez, Diego González, Gonzalo Hidalgo Bayal, Hilario Jiménez, Javier Pérez Walias, Serafín Portillo, Antonio Reseco, Javier Rodríguez Marcos, Antonio Sáez Delgado, Ada Salas, Basilio Sánchez, María Rosa Vicente, José Antonio Zambrano y Santiago Castelo. Ilustran el volumen fotografías de Modesto Galán, Toni Gudiel y Vicente Novillo.
Al mencionado Castelo, que tanto ha hecho por la promoción guadalupana y por la reivindicación que acabo de señalar, debo unir otro nombre para mí inseparable de Guadalupe, el del periodista Teresiano Rodríguez Núñez, que fuera director del diario Hoy, abanderado de la misma causa extremeñista para ese enclave tan popular como religioso.

Este texto ha sido publicado en el libro Guadalupe. Sentimiento y concienciaDepartamento Editorial de la Diputación de Badajoz, 2015.

28.11.15

Palabras que no dije

Lama y Pámpano en Lisboa
Salvando todas las distancias, como en “Tumba de Lenis”, el poema de Cavafis, puede uno decir que Ángel, a quien tanto quisimos, que tomó la decisión de que sus cenizas se repartieran por tres lugares: en el cementerio de San Vicente, junto a su madre; en el jardín del instituto Giner de los Ríos de Lisboa, junto a un olivo que se plantó esa misma fecha, y junto a la encina que hay delante de la casita del campo de la Codosera; que Ángel, decía, no está en tumba alguna, virtual o real, que, como expresó el poeta alejandrino, “más cerca de ti lo tienes”. Más cerca de mí, de vosotros, lo tenemos. De los que le conocimos y de los que no, de sus paisanos y de los forasteros, aunque para él nunca hubo en rigor “rayas”, fronteras; no al menos entre Portugal y España, dos países que eran para Ángel uno sólo: el de la poesía, el de la literatura.
Muchos años después (siete, para ser exactos), el autor de La vida de otro modo permanece en nuestra memoria. No sólo a través de los recuerdos que guardamos de él o gracias a las grabaciones y retratos que se conservan, también permanece en sus poemas –los escritos originalmente en su lengua materna, la que le enseñó Paula, y los que, aun concebidos en portugués, trasladó también a la española, versos tan suyos como los otros. Sí, Ángel es y está en su poesía, de ahí su condición milagrosamente inmortal. Y en ella, su biografía, como nos explicó Octavio Paz, y cuanto le pasó digno de ser fijado en la memoria para que ya nunca se perdiera y la alargada sombra de cuantos de verdad le importaron. No hace falta enumerarlos. Algunos están esta noche aquí.
Los que le conocimos sabemos que hoy estaría feliz. Está feliz, mejor, dondequiera que se encuentre. Para uno, ya se dijo, aquí al lado. Casi puedo verlo y hasta abrazarlo, como muchos de vosotros.
Feliz, decía, porque, si bien la poesía le importó como nada en el mundo (o casi nada: sus padres, sus hijas, su hermano, Carmen, su familia, unos pocos amigos…), no menos le interesó su trabajo. Gustoso, a la manera de su amado Juan Ramón. El de la instrucción pública, por decirlo a su republicana manera. Y eso servía tanto para la lección que trasladaba con la debida pasión a sus alumnos como para la que nos daba a todos en forma de poema, de conferencia, de traducción o de artículo. Ángel era un ser didáctico.
Todo cuanto hizo en la vida –en la educación, en la creación y en la gestión cultural– tuvo ese matiz, un tono propio de los que ejercen el arte de enseñar. Era su talante. Iba con su carácter. Por eso hoy, en la entrega de los galardones de la primera convocatoria del premio de poesía que lleva su nombre, su corpachón, su altura, su voz, se entregarían a la fiesta (desdiciendo a Bernardo Soares:“El entusiasmo es una ordinariez”), con el genuino fervor que le caracterizó y del que tanto aprendimos y disfrutamos. Arrollador a veces, melancólico otras.
Pocas cosas le importaron más que la poesía, insisto, y ya ahí, que se difundiera y apreciara por la mayor inmensa minoría posible. Lectores y no público queremos, con Brines y con Ángel, para ella, algo que nos garantizan estos jóvenes. Los premiados, cómo no, y los que sin serlo se presentaron con sus trabajos a este concurso. Muchachas y muchachos que la cultivan a sabiendas, o eso intuyen, de que les va, les irá, la vida en ello. Como le fue, y con qué grandeza, a nuestro inolvidable amigo Pámpano.

Nota: Estas son las palabras que anoche leyó en mi nombre Miguel Ángel Lama, secretario del jurado del primer Premio Hispano-Portugués de Poesía Joven «Ángel Campos Pámpano». Razones familiares impidieron que uno viajara hasta San Vicente de Alcántara. Eso sí, de corazón (no es mera frase hecha), allí estuve.

27.11.15

El 2 de Años Diez

Dijo Bernardo Soares, una de las almas de Pessoa, que el entusiasmo era una ordinariez. Lo ha recordado hace poco, en otro contexto, Trapiello. Uno, de carácter melancólico, soso por naturaleza, no es muy dado a él; sin embargo, no puedo evitar traerlo hoy aquí tras la lectura, de cabo a rabo (con perdón), del número dos de la revista de poesía Años Diez, a la que en su día recibimos en este rincón con los brazos abiertos. Empieza con un poema de García Baena (no sé si inédito o recuperado), de actualidad por la antología de su obra que ha publicado la benemérita colección Letras Hispánicas de Cátedra en edición de mi paisano Felipe Muriel. Sigue con varios descubrimientos (no son los únicos, como se verá): del argentino Walter Cassara, del guionista italiano Cesare Zavattini (traducido, de poder a poder, por el gran Juanvi Piqueras) y del búlgaro Borís Jrístov (en impresionantes versiones de Bernier y Tabákova). Continúa con los poemas de las brasileñas Cecília Meireles y Adélia Prado (a las que traduce el implacable Martín López-Vega) y los de las españolas María Eloy-García y Erika Martínez. A esto habrá que añadir una reflexión sobre el oficio de traducir a cargo de Patricia Gonzalo de Jesús y un extenso ensayo del poeta Enrique Andrés Ruiz titulado "Una democracia perfecta" (su contenido daría para otra entrada).
Además, se recoge una estupenda entrevista de Max Porter a la inglesa Alice Oswald, sobre todo cuando explica su personal concepto de "poeta de la naturaleza", un sambenito que le acompaña a su pesar.
Con todo, más allá de la altísima calidad de lo ya mencionado, hechos y no razones acerca del ambicioso y loable proyecto de Juan Carlos Reche y Abraham Gragera que ampara la editorial granadina Cuadernos del Vigía; con todo, decía, es el amplio dossier dedicado al poeta nicaragüense, huidizo, reticente y baudeleriano, Carlos Martínez Rivas (1924-1998), "De ida y vuelta", lo que más me ha impactado de esta tercera, ejemplar entrega de Años Diez. Que lo había leído es evidente, como muchos de los que han frecuentado los versos en España durante estas últimas décadas. En mi caso, por antologías y poemas sueltos. (Alguien, por cierto, que vivió en Madrid, breves temporadas de los años cuarenta y setenta del pasado siglo.) A pesar de eso, cabe hablar de descubrimiento. Más que del poeta (se adelantan excelentes poemas del mítico e inédito Allegro irato), del diarista, del hombre que reflexiona, con una natural lucidez que sorprende, acerca de la poesía y de la vida; en su caso, como en el de tantos otros, una y la misma cosa. Al diarista, sí, pero también al dado a la solitariedad que escribe cartas (aquí se recupera su correspondencia con el gaditano Carlos Edmundo de Ory). Se incluyen tres entrevistas que son también una deliciosa fuente de palabras lúcidas y sensatas acerca de este insensato y oscuro arte, y de no pocas lecciones abreviadas.
Los textos van firmados por el citado Reche, el especialista en su obra Centeno-Gómez, García Gil, Blandón y Villena, responsable, que conste, del único libro de CMR publicado en España: La insurrección solitaria, el único que dio a la imprenta el de Nicaragüa en vida (aunque en esta edición vaya acompañado de otros poemas). El autor de Hymnica, llegó a tratar al dipsómano "Carlitos" en la noche madrileña de su juventud. Su semblanza da idea de la persona que fue el poeta que confesó: "El tono menor ha sido siempre una predilección mía". Quien aprendió de Baudelaire a comportarse literariamente, a "cómo escribir" y reconoció al jesuita Ángel Martínez Baigorri como su maestro. A Cheli Zárate le contó cosas que demuestran su agudeza en materia poética. Por destacar alguna de sus ideas, sacada de sus diarios (escritos entre América, Europa y Estados Unidos, en los lugares donde bebió y vivió), copio ésta: "No hay que hacer poemas con poesía. Hay que hacer poesía con poemas. (...) Pero no hacer poemas con un resultado anterior que ya es, a priori, poesía". Como Pablo Neruda, a quien detestaba. Buscó para expresarse "transparencia, consistencia y economía". Su poema "Los perdedores caen en la lona" empieza: "Ser el ganador es una vulgaridad". Y termina: "Si todos somos, nadie es más grande. / Si la victoria de uno es la derrota de otro, / toda victoria es, en algún lugar, / un fraude". 

26.11.15

En la otra vida

Le gustan a uno los libros difíciles de catalogar por su género. Los raros. Los que mezclan en sus páginas la poesía, la prosa, el diario, el ensayo, el aforismo... Este del poeta jerezano José Mateos (1963), Un año en la otra vida (Pre-Textos), lo es.
Se trata de un diario, sí, escrito entre los años 2013 y 2014, pero en rigor es mucho más que eso. Uno diría que, ante todo, es un libro de poesía, y no sólo porque aparezcan poemas (a veces en forma de sugerentes enumeraciones caóticas) o se reflexione sobre ella ("La poesía -la vida- siempre trata de sí misma. De sí misma y del amor"). Está en el espíritu de un libro que puede ser calificado, sin ambages, de espiritual.
Sólo la muerte o, mejor, los muertos, le roban protagonismo. "Los del transtiempo". Seres que se fueron y que se le aparecen cada poco y que hablan con él. Como Luisa, que rima con sonrisa, su amiga del alma, cuya presencia menudea con una fuerza que nos impulsa a reconocerla como alguien a quien tratamos. O personas cercanas, de la familia. No suele Mateos hacer concesiones en lo que a los nombres respecta. El de Luisa, figurado o no, es una excepción. Como el de Zurbará, Erice, Dante o César Simón, un hecho algo más que simbólico. Ni nombres de muertos, ni de ciudades (a la suya, Jerez de la Frontera, le canta en la entrada del 16 de mayo del año pasado), ni de poetas, vivos o no, a los que se codea o se codeó. Como el Muñoz Rojas de Las Casería o el Pablo García Baena de Rumor oculto.
Tres membrillos protagonizan también no pocas de estas líneas. Frutos, objetos, libros... Pájaros, jardines, cielos, nubes, paisajes...
Y la lectura, consustancial a Mateos. Leer y escribir como tareas imprescindibles, ya se ve. No sin precisar que "Todo lo que escribimos lo escribimos desde muy lejos. Desde muy lejos de lo que escribimos". O: "Escribo de aquello que, si no se escribe, desaparece. Escribo de aquello que desaparece cuando lo escribo". O: "Escribo a partir de una oscuridad, no de un conocimiento". A la poesía, ya dije, y a qué es ser poeta ("15/9/2014") dedica algunos párrafos dignos de ser leídos con la misma calma que exige,en conjunto, esta obra híbrida y fronteriza, 
Y está presente el amor, "el nombre verdadero de la belleza": "Y sin embargo, lo que nombra existe".
Y los paseos, hasta la Cartuja, en las afueras de su ciudad sureña: "Mi pasión, mi vicio, es pasear. Pasear y contemplarlo todo..." O por la playa, en la revisitada casa de Trafalgar.
Aunque la muerte (a la que "repugna la grandilocuencia")" y los muertos estén en el punto de mira del hombre solitario y reflexivo que Mateos es, prima en el libro el goce de vivir, todo y cada día, la celebración de la vida en su complejidad y su, ya aludida, belleza, donde "siempre estamos en la eternidad".
La voz que habla en Un año en la otra vida no es en absoluto distinta de la que escuchamos al leer sus libros de poemas. Ni su tono: frágil, susurrante, sereno, silencioso, proclive al misterio y al asombro, que está en el origen de la filosofía y, cómo no, de la poesía. Detrás, habita una verdad. La suya, pequeña o grande. Como este libro, "algo frágil, delicado, finísimo". 
Quizá sea esta frase suya, a propósito de otros, la que mejor defina la intención de este excepcional dietario, escrito "sin ese cálculo de lo oportuno que lastra la verdad de tantos escritores".

25.11.15

Ángel

© Juan Mayo
Ya siete años de su muerte. El viernes se entrega en su pueblo, San Vicente de Alcántara, el primer Premio Hispano-Portugués de Poesía Joven que lleva su nombre. Le habría gustado la idea. Fue un ser poético, sí, pero también didáctico, y perdón por ponerme tan esdrújulo. 
Ganó José Pedro Ribeiro-Rosa C., del Instituto Español Giner de los Ríos de Lisboa, por "Do soneto à prosa poética passando por Camoes, oitava real e a minha frustraçao", y concedimos el accésit a "Memória", de Joana Cortes, de la Escola Secundária Mouzinho da Silveira, de Portalegre.
Que ganaran dos jóvenes portugueses también le habría hecho gracia. 
No te olvidamos. 

Ida Vitale dixit

© Uxío da Vila para Loewe
"En general la corrección tiende a eliminar. Pero no hay un método. El único método es desconfiar, revisar, volver…", intenta explicar. "No me preocupa la dimensión [de los poemas] como un problema en sí, sino la relación con lo que uno quiere decir. Si se puede decir en menos… Es la desconfianza lo que me lleva a reducir o a concentrar. Siempre hay más seguridad cuando las palabras son más precisas. Cuando uno utiliza muchas palabras rodeando la idea que es esencial, simplemente puede ser que uno no haya encontrado la palabra que lo concentra todo", dice la poeta uruguaya Ida Vitale a Pablo Ximénez de Sandoval, en su casa de Austin (Texas), durante una entrevista publicada aquí atrás por El País.

24.11.15

Operación rescate: Lizalde

Mexicano de la edad de mi padre, la de Gil de Biedma y Valente: 1929, Eduardo Lizalde publicó hace tres años en la editorial Vaso Roto El vino que no acaba. Antología poética (1966–2011), un libro perseguido desde hace tiempo pero cuya lectura vine postergando hasta el pasado verano.
He disfrutado muchísimo con la poesía de Lizalde, que sólo conocía por poemas sueltos. Craso error. Es, sin duda, uno de los grandes. El agudo prólogo de Jenaro Talens, un poeta que uno no sitúa precisamente en su ámbito, recalca la "capacidad de reinventarse en cada nuevo libro" sin que por eso, añado yo, deje de ser él mismo en todos y cada uno. Esta antología, a modo de mapa, es otro nuevo, construido a partir de sus versos por otro poeta, Marco Antonio Campos, al que cabe elogiar por la sólida cartografía levantada. Frustrado cantante de ópera, la música es consustancial a Lizalde que durante un tiempo estuvo volcado hacia el activismo político, compromiso visible en su libro Cada cosa es Babel, donde prima el "comunicar mensajes". Al fin y al cabo, escribe Talens, "toda poética es política". Como cualquier hombre, podemos precisar.
Destaca Talens la importancia de la "mediación retórica", pues "todo está en la forma", dice. Pondera "una voluntad de estilo donde lo verbal no es una excrecencia de la vida sino lo que construye su imagen como resultado". Añade que el sujeto es "móvil" (ya lo había mencionado al principio de su introducción) y no "estable", por más que, como ha reconocido el mexicano, "el mundo obliga al poeta a sujetarse a sus [propias]  formas y sus obsesiones". Cita a Goethe para afirmar que todos sus poemas son "de ocasión", esto es, "textos surgidos como respuesta concreta a momentos concretos".
Señala la importancia de los animales en su poesía, metáforas de la naturaleza humana (el tigre, sobre todo, hasta el punto de que a Lizalde se le conoce en México por ese apodo); el carácter "sombrío y nada celebratorio" de su poesía, aunque alejado del "pesimismo llorón"; y la ausencia de "confesionalidad".
Metido en harina, y tras leer sus poemas, uno diría que Lizalde es un poeta inmenso (e intenso, si se me permite el fácil juego de palabras), torrencial, variado, barroco a rachas, poderoso (cual tigre), irónico (incluso hasta el sarcasmo), inspirado, vital, epigramático, sensual (y aun erótico), ácido (y a veces muy dulce), autobiográfico (a pesar de lo dicho, pues no se despega de lo que le sucede), que celebra la existencia al tiempo que recuerda nuestra inevitable condición mortal. Grave, sí, ya se dijo, pero también alegre y divertido, por ejemplo en los versos de Tabernarios y eróticos. Y ya que lo menciono, poeta de cantina, a mucha honra, y, aunque muy culto, empeñado en que lo que sobresalga por todas partes sea la vida y su celebración, caiga quien caiga. Así en el poema que cierra el volumen y que, en cierto modo, le da título. Me refiero a "Tintos", donde leemos: "Todos somos grandiosos / en la cantina / -dijo el poeta inédito levantando / su primera cuba libre de ron blanco. / Y prosiguió con enjundia: / todos somos Ulises / que retorna a su jónica gran isla / y a la barra pletórica de etílicas / promesas / mirando de reojo a la cajera / Penélope, / que borda en los descansos."
En el poema "Pie de página" escribió: "Una casa es un alma que habita en su habitante. (...) Y los poemas son como las casas: / tienen que estar habitados para ser poemas".
En fin, más vale tarde. Quién, de saberlo, querría evitar la poesía embriagadora de Lizalde. "Yo celebro".

23.11.15

Portugal

Alentejo
«La idea de una federación ibérica, formada por Portugal y España, es antigua, muy anterior incluso a la de la Unión Europea. Desaparecidas hoy las fronteras entre nuestros dos países, sólo quedan un puñado de abandonadas casamatas y dependencias aduaneras en ruinas. Cuando cruza uno la Raya de Portugal, los alcornocales, encinares y olivares que dejamos en Extremadura o en el Alentejo, según el sentido de la marcha, nos confirman que seguimos en un mismo país. ¿El mismo? No, desde luego. El suyo está formado por gentes discretas, silenciosas, generosas, pacientes, y, sí, melancólicas, pero joviales. Algo más pobres, pero mucho más nobles. Han llegado a un punto de refinamiento tal (no en vano están emparentados con Inglaterra y con Oriente) que han hecho suya la enseñanza de Bernardo Soares: “El entusiasmo es una ordinariez”. Lo saben desde hace siglos.»
Andrés Trapiello [Publicado en el Magazine de La Vanguardia el 1 de noviembre de 2015]

21.11.15

Notas (I)


La única poesía que conozco está escrita con palabras. Habrá otras, pero hay que adjetivarlas.
                                                          ▫
Le dieron un premio que merecía por un libro que ni de lejos.
                                                          ▫
De tan vista y presentera, resultaba invisible.
                                                          ▫
¿Te extrañas de que quien elogió lo tuyo ensalce ahora algo que desdeñas?
                                                          ▫
Al ningunearte, te señalan.
                                                          ▫
El único premio que no había ganado era el del reconocimiento.

20.11.15

Operación rescate: Mavrudís

Cuatro estaciones se titula el libro de Costas Mavrudís que publicó Pre-Textos a finales del pasado año y que llega ahora a mis manos. Está traducido por Vicente Fernández González, que ha ganado en dos ocasiones el Premio Nacional de Traducción, quien ya vertiera al castellano El préstamo del tiempo, un libro del poeta griego (Tinos, Islas Cícladas, 1948) que marca el inicio de su madurez poética. Un libro que obtuvo en 2011 el prestigioso Premio de Poesía de la revista Diavaso.
Lee uno demasiados libros de poesía como para no rogar que, al menos de vez en cuando, se encuentre uno con la voz genuina, con ese tono de verdad personal que distinga a esa obra del resto y le dé auténtica carta de naturaleza lírica. Es el caso. Los versos de Mavrudís, heredero, sí, de una de las grandes tradiciones de la poesía universal, que no ceja, me han parecido nuevos y distintos, y los ha ido uno leyendo como quien descubre un paisaje antes nunca visto o da un paseo por una ciudad desconocida. Y no pocas aparecen, por cierto, en este hermoso y misterioso libro: Venecia, Salzburgo, París, Londres y Liverpool, Badalona, Lutraki, en el golfo de Corinto...
Mavrudís, un coleccionista que se pasea cada semana por los rastros de Atenas y El Pireo, al que define el "gusto por la meditación" y por "inventariar", compone en este libro estacional (tres poemas en otoño, cuatro en invierno, tres en primavera y otra vez cuatro en verano) una suerte de panorama intemporal. Porque, como dice su traductor, pone "el pasado, el presente y el futuro a dialogar"; porque logra fijar, melancólicamente, "el tiempo perdido en el espacio"; porque se ayuda de la fotografía para que esas "huellas del tiempo" efectúe, en suma, una operación de "reversibilidad" que nos permita comprender "el inexplicable misterio del tiempo". Hablamos de "retrospección", de regresión, no de nostalgia: "... es pura regresión / como la poesía digamos / que instituye relatos / en un lugar sin acontecimientos".
Se ayuda para ello de los objetos y de los hechos, como bien señala Fernández González. Y de la memoria, por supuesto.
En poemas que carecen de punto final, Mavrudís recoge al padre que escribe notas en su ejemplar de Madame Bovary para "conversar desde la ausencia con su vástago"."Para quién si no anota", se pregunta el poeta. Dedica dos a la Navidad en Salzburgo. En "Poeta en visita guiada" sigue el rastro del protagonista de Muerte en Venecia, de Mann. En "La visita del médico", uno de los más sugerentes, regresa a la infancia, como en "Agosto en Lutraki".
Hermoso libro éste. Escrito desde ese límite abismal que proporciona la fragilidad del que dice al tiempo que calla. Del que avanza, pero retrocede. Del que sabe expresar con palabras lo que parece que no puede revelarse.

19.11.15

Es la Educación, idiota

En el aula
Pobres profesores. Y pobres maestros. Relataba el escritor Julio Llamazares en una entrevista que se ha publicado recientemente en El Cultural de El Mundo lo que le decía un amigo suyo, sufrido profesor de instituto, a propósito de los males que aquejan desde tiempo inmemorial a los enseñantes o educadores, que cada cual elija el término que más le guste, en este país de todos los demonios: "El problema de la enseñanza en España es que todo el mundo opina de ella menos los que nos dedicamos a su ejercicio profesionalmente". Y es verdad. En los encuentros previos a las clases, en los paseos que damos mientras vigilamos los recreos, en las conversaciones en la sala de profesores, es frecuente comentar entre compañeros asuntos relacionados con nuestro oficio. Un oficio del que todo el mundo opina, protagonistas y aficionados, sin ton ni son; ahora, por ejemplo, mediante siniestros grupos de wasap, un invento del que, por suerte, no soy usuario.
Las últimas risas (ya paso de cabreos) se las ha echado uno con las ocurrencias del señor Marina tras el encargo del nuevo ministro de Educación de un estatuto del docente (dichosa palabreja). Llaman mucho la atención estos personajes sabijondos (dicho a la extremeña) que abandonan las aulas (si algunas vez estuvieron dentro) para darnos lecciones a los demás, curritos de a pie, sobre el día a día de la instrucción pública, que es como más le agrada a uno denominar a esta gustosa tarea que algunos nos traemos entre manos. 
El primero que confesó su ignorancia en materia educativa fue el mismísimo ministro y, por supuesto, a nadie se le ocurrió cesarle de inmediato. ¿Se imagina alguien, no ya al responsable máximo, sino a cualquier otro presunto profesional, diciendo algo parecido, que de lo suyo no sabe? A los de Economía y Hacienda, por ejemplo. Buenos se pusieron con las clases intensivas sobre esas complejas materias que debía recibir el incauto Zapatero. Sí, estas cosas sólo pueden decirlas los ministros. Bueno, los políticos, seres especiales y privilegiados donde los haya. Y lo peor, añado, no es reconocerlo, sino encargar a los marina de turno que se encarguen de su trabajo. Penoso, sin duda. Sí, dan ganas de recordar a Clinton y parafrasear su famosa respuesta a Bush: es la Educación, idiotas.
Sufrir la Ley Wert ya es una dura realidad con la que nos toca lidiar a los maestros a diario. Sé de lo que hablo. También los alumnos. Y hasta algunos progenitores. Con independencia de que la mayoría absoluta del PP lo ha podido todo, en forma de rodillo, durante esta legislatura que por fin termina, no creo que los maestros y los padres y madres de nuestros alumnos hayamos hecho lo suficiente para impedir que esa norma nefasta acabara entrando en vigor. O tal vez no imaginábamos el tamaño del desatino. Por si eso fuera poco, viene el de la autoayuda a decirnos que hay que pagar sueldos distintos a maestros iguales, dependiendo de su rendimiento. Puede que sea lo menos significativo de su proyecto, pero la bobería es de tal calibre que uno prefiere ignorar lo demás y rogar que se acaben cuanto antes las felices ideas del simpatiquísimo ministro y del no menos encantador filósofo. 
Añade el citado Llamazares (nieto, hijo y sobrino de maestros): "es mucho más importante dar al maestro el valor que siempre tuvo, devolverle su statu quo. Es el gremio más noble que existe, porque enseña bastante más que conocimientos, enseña el gusto por saber, el disfrute del conocimiento, el pensamiento crítico, y eso no se paga con dinero. No es cuestión de euros sino de devolverles la dignidad y el respeto que siempre tuvieron".
Dignidad y respeto que acabaron de tirar por los suelos, cabe matizar, con el beneplácito general de su partido y mediante escarnio público, Wert y señora, con la colaboración directa de otros dirigentes (recuerden a Esperanza Aguirre), lo que no les restará el voto, ay, de muchos... docentes.
Gracias, Julio. Te aseguro que ahora que se cumplen mis primeros treinta años de servicio como "maestro nacional" (que se decía entonces), a la vista de cómo se han esforzado y se esfuerzan mis compañeros y la solvencia de su labor, leyes mediante, es lo menos que el resto de los españoles deberían reconocerles. Luego, cuanto antes, que tirios y troyanos (y todos los demás) se pongan de una santa vez de acuerdo y firmen un Pacto de Estado por la Educación que permita concebir, con la debida grandeza de miras, una nueva Ley (dispuesta a durar) digna de tal nombre y de un país que por fin pueda presumir de serlo. De ahí a todo lo demás, sólo hay un paso. ¡La educación, idiotas!

18.11.15

Viejo, nuevo libro

Alejandro Duque Amusco (Sevilla, 1949) reside en Barcelona, donde ha ejercido la docencia.
La editorial Renacimiento recupera ahora uno de sus títulos, Donde rompe la noche, que es y que no es el mismo libro que ganó en 1994 el Premio Loewe. Más allá de su aspecto exterior, que gana en belleza, estamos ante una nueva edición ampliada y definitiva, según su autor. Porque hay poemas que allí no se incorporaron y porque se duplica el número de haikus que componen una de sus partes, la final, que tiene detrás una curiosa historia que merece ser contada. Nos cuenta Amusco en "Explicación" que esas breves composiciones se agrupaban en el original presentado al certamen bajo el título "Lapislázuli". Octavio Paz, a la sazón presidente del jurado, no pudo asistir a las deliberaciones por razones de salud, pero las siguió por teléfono gracias a la complicidad de Jaime Siles. Cuando éste le comunicó el nombre del ganador, el Nobel mexicano se alegró, si bien le rogó a Siles que le comentara al poeta que esa parte, ahora denominada "Briznas", no le había convencido. Así lo hizo el autor de Semáforos, semáforos y, por respeto a la opinión de Paz, Amusco retiró esa serie que no apareció finalmente en el libro. No acaba aquí la cosa (que da para novela lírica). Apenas recibió unos meses después la obra en México, Paz llamó a Siles para expresarle su sorpresa ante el hecho inaudito de que en la edición no parecieran los haikus... que tanto le habían gustado. Sí, las interferencias en la línea telefónica ultramarina hicieron creer a Siles que Paz había dicho "no" cuando en realidad había querido decir "más". Por cierto, esos poemas se publicaron en 2004 en una plaquette promovida por Abel Feu.
En "A modo de poética", el descreído de ellas que Amusco confiesa ser, afirma: "Un poema es un camino de soledad que recorren dos hombres: el autor, cuando lo escribe, y el lector cuando lo reinventa y hace suyo". Luego añade: "Solo el lector da sentido a lo escrito" y "La palabra poética es una caída en la verdad primaria".
La primera impresión -es difícil recordar la que tuve cuando leí hace más de veinte años la versión anterior de este libro- es que se nota mucho que Duque Amusco es uno de los mayores especialistas en la obra de Vicente Aleixandre. Al menos en lo que respecta a los primeros poemas del volumen. Es una atmósfera, un tono, un vocabulario incluso que, aunque me cueste explicar más allá de lo meramente intuitivo (nada desdeñable, si se me permite, en un lector con memoria, siquiera sea difusa), me lleva a lo que uno recuerda de los poemas del vate del 27. Menos retóricas, en el mejor sentido, en el que tiene que ver con el dominio de la expresión poética, por decirlo con Bousoño, son las partes restantes. Le llegan a uno más, aun reconociendo el valor de poemas como "Elegía", "Escritura", "Despoblado" o "Enemigo", los versos de "Ars poética", "Mediodía" o "Faro", que son, en su brevedad, composiciones menos literarias, digamos, con un lenguaje menos formalista. Lo que pierden, acaso, en virtuoso preciosismo lo ganan en vitalidad y cercanía. Uno aprecia en este libro la presencia del poeta-profesor, una tradición muy arraigada en nuestras letras. Por eso, tampoco faltan lecturas: de Pessoa (que está detrás de "El baúl de Lisboa"), Trakl, Keats, el citado Aleixandre (que da título a un poema).
Mención aparte merece "Conversación con Jonás", un extenso poema en fragmentos que vuelve a demostrar dos cosas: la habilidad poética de Amusco y la variedad de registros de este libro redivivo.
En la contracubierta, Abelardo Linares, el editor, alude a una "poesía de la conciencia y a la vez del despojamiento que hay siempre en toda verdad". Y en la exactitud juanramoniana. Lo cierto, y en eso coincido con él, es que si a a algo suena esta poesía es, por encima de todo, a sí misma. No cabe, o eso me parece, mayor elogio.

17.11.15

Epitafios españoles

Uno ya ha dicho en repetidas ocasiones que no es bibliófilo, pero comprende que tiene entre las manos un libro que cualquiera que posea ese noble vicio, y ame la poesía (o no), querría poseer. Se titula Vestuario de almas. Antología del epitafio español del siglo XX y el editor es Ricardo Virtanen (Madrid, 1964), profesor en la Universidad de Castilla-La Mancha, poeta, músico profesional y crítico literario. Está publicado, primorosamente, en la Antigua Imprenta Sur de Málaga, ahora del Centro Cultural Generación del 27, para la colección Cazador de nubes; la tirada, no venal, es de 250 ejemplares compuestos a mano en tipografía Baskerville por José Andrade. 
En Vestuario de almas Virtanen ha reunido 45 poemas de autores del pasado siglo y todos giran en torno al epitafio, ya sea propio (el que uno escribe sobre sí mismo anticipando la posteridad) o sobre otros; a pie de tumba. 
La muestra empieza con Manuel Machado y termina con José Luis Piquero. En medio, un elenco de poetas y poemas que demuestran, más allá de la intención inicial y concreta de la antología, la calidad de la poesía española de la pasada centuria. No en vano Virtanen cita a Eliot, su famoso verso (del quinto canto de "Little Gidding")Every poem an epitaph (Todo poema es un epitafio). 
La presentación en Málaga del libro corrió a cargo de la periodista Nieves Concostrina, quién mejor.
Estamos, en fin, en palabras del propio editor, ante "una antología de muertos hecha por vivos". Nos consta, eso sí, que es sólo una parte de un proyecto más amplio que espera su oportuna edición.

En la página 51 aparece el poema de uno que ha elegido el antólogo para su florilegio y que forma parte de mi libro Ensayando círculos. Está inspirado en una visita al pequeño cementerio asturiano de Cenero, donde están enterrados cuatro miembros de la familia Gómez-Castelao: Pedro, Gloria, Maribel y Tita. Cuatro personas de mi propia familia.

EL CIPRÉS Y LA SOMBRA

Apenas un ciprés y, desplazada,
la losa de una lápida y el verde
intenso y sucesivo de la lluvia.

Apenas nombre y fecha, esos azares,
el lugar y las flores que sostienen
el tallo o su prestancia en una esponja.

Apenas, del pasado, los recuerdos
que vienen y que van como si fueran
la luz en la cadencia de las sombras.

Apenas, en la tarde, gris el cielo,
la frase entrecortada
y el sollozo.

16.11.15

Impostura

El País / Bernardo Pérez
"Debes mostrarte como eres. De ahí brota también tu seguridad. Tienes una opción, una idea y la defiendes. No puedes fingir. Si te sientes honesto, estás preparado y cuentas con un sentido claro de lo que buscas, te respetan. La impostura se detecta al minuto". Pablo Heras-Casado, director de orquesta, en declaraciones a Jesús Ruiz Mantilla, El País

15.11.15

Contrafacta

Contrafacta es el segundo libro de Antonio Rivero Machina, nacido en Pamplona en 1987, profesor de la Universidad de Extremadura y director de la revista de creación y crítica  Heterónima.
Respecto al título, leemos en la socorrida Wikipedia: "Contrafacción, que el DRAE recoge como delito, es un término que se usa en preceptiva literaria para designar a un recurso típicamente barroco, "contra-hacer" o rehacer un texto previo, que queda reconocible, pero que se transforma de modo más radical que en la paráfrasis. También se utiliza el término contrafacto o contrafacta".
Se abre el breve volumen con una cita de Cernuda: "¿No les comprendo? ¿O acaso les comprendo / Demasiado?". Intrigas mediante (título, epígrafe), los primeros versos del primer poema ponen rápidamente al lector sobre la pista: "La peor decisión de mi generación / fue renunciar a los héroes". De inmediato, algunos signos generacionales (con perdón): referencias a la cultura popular que se mezclan con muestras de la más elevada, pues, como buena parte de los jóvenes poetas españoles de ahora, estamos ante alguien muy formado académicamente que asimila un bagaje teórico de alto calibre que, a su vez, en uno y otro caso, incluye un generoso número de lecturas.
La presencia del inglés es otro rasgo a anotar. Expresiones y palabras que pasan a formar parte, con toda sencillez, del discurso. Un discurso, por cierto, y señalo otra marca de su promoción, que tanto tiene que ver con autores norteamericanos y con una escenografía, podríamos decir, procedente de aquel imaginario, percibido no sólo a través de los libros, el cine o las series televisivas, sino también del viaje, peripecia habitual de este grupo de poetas nómadas. Así, por ejemplo, en el poema "Crack del 29" ("Aquel año fundaron el MoMA") o en "Road movie".
La guerra está presente en poemas como "Nada nuevo cara el sol" (que dedica a José Luis Bernal) o "Balada del que nunca toreó en Badajoz" (con la triste matanza al fondo).
La cinefilia está presente en "¿Por qué Bogart"?, un precioso poema de amor, y el mencionado cosmopolitismo en "Salida 235". "Programa de mano" es otro caso de poema generacional, digamos (y clave para entender este libro), una lectura del inevitable Gil de Biedma, tan de actualidad por culpa de la edición completa de sus diarios.
"A Friedman" es un poema que ejemplifica la preocupación política y económica que ha vuelto a surgir tras la famosa Crisis que padecemos y que dialoga con la afirmación que copié al principio respecto al primer poema de la serie. "Nadie te dirá cómo hemos llegado a esto, / la minuciosa ruta hasta este asombro rutinario", leemos en "Palabra y omisión".
Esas preocupaciones comparecen de nuevo en poemas como "La vieja Rhodesia", "Las dos Coreas" y el irónico "Coplas a la muerte de Mijaíl Kaláshnikov".
"Cadena de montaje" es un poema donde el citado plurilingüismo encarna.
Se lee muy bien esta segunda salida a la palestra lírica de Machina. Y con ello quiero decir que, más allá de los asuntos que aborda en sus poemas, estos están escritos con la debida solvencia poética, esa que llega a los oídos y a la imaginación con la naturalidad que sólo la poesía que de verdad lo es sabe manifestarse.

14.11.15

Tres poemas eslovenos

Gervasio Sánchez
ECLIPSE

Me cansé de la imagen de mi tribu
y he emigrado.

Con clavos largos
sueldo los miembros de mi nuevo cuerpo.
las entrañas serán de trapos viejos.
El abrigo podrido de carroña
será el abrigo de mi soledad.
Me arranco el ojo hasta la hondura del pantano.
Con carcomidas planchas de asco
levantaré mi choza.

Mi mundo será un mundo de bordes puntiagudos.
Cruel y eterno.

Tomaž Šalamun


HAIKU

Desde el tranvía,
todos ven Trieste, sólo
yo Sarajevo.

Josip Osti


MUDEZ

Entre la palabra
y su significado,
entre los vivos con la muerte al fondo
y el olvido
que se asienta lo mismo que la tierra,
entre el grito
y el vacío,
repleto de violencia,

cae la mudez.

Estás solo
en lo oscuro, allí donde
comienza la conciencia de las cosas.

Niko Grafenauer

NOTA: De Boletín del Taller de Traducción Literaria de la Universidad de la Laguna. Número 16, dedicado a la poesía en lengua eslovena. Las traducciones son de Laura Repovš y Andrés Sánchez Robayna.

13.11.15

Librerías























Felicidades, libreras y libreros. ¡Buen día!

Safranski

Revista Ñ
¿Cuál es su secreto para acercar a miles de lectores ideas tan complejas sobre el mal o la verdad?, le pregunta Iker Seisdedos al filósofo Rüdiger Safranski, autor de biografías memorables que aquí publica Tusquets (la última, de Goethe), y éste responde: "Escribo solo acerca de lo que yo mismo veo con claridad [risas]". Me da que esa es la clave. Para escribir, digo. O para publicar, mejor, lo escrito. 
La entrevista completa publicada por el El País Semanal indica que a la misma "asistió en calidad de traductor del alemán su editor en Tusquets, José María Ventosa", al que tengo en alta estima desde que hace años cuidó para esa casa barcelonesa uno de mis libros. 

12.11.15

Nueva poesía asturiana (y más)

Carlos Iglesias Díez y Pablo Núñez son, como el resto de poetas incluidos en la antología que presentamos, un par de jóvenes poetas titulados por la Universidad de Oviedo (todos en Filología, salvo una en Periodismo y Filosofía y otro en Teleco), que han completado estudios en universidades extranjeras, nacidos en Asturias, que, como ellos, ejercen la crítica y la agitación cultural a través de ciclos poéticos, encuentros y revistas; Anáfora, por ejemplo, de la que son colaboradores y Núñez, coordinador. Si no están en este libro que lleva por hermoso título, a partir de Víctor Hugo, Siete mundos es, más allá de otras imaginables e hipotéticas razones, por una muy sencilla: sus fechas de nacimiento (1983 y 1980, respectivamente) superan el límite establecido para poder formar parte del selecto grupo. El más pequeño de los elegidos lo hizo en 1986. 
Como explica con detalle Pablo Núñez en el texto que cierra el volumen: "Los poetas en las antologías: una panorámica contemporánea", la tradición de florilegios de poetas asturianos es larga en el tiempo y está muy "asentada". Son, además, muchos los que ha dado esa tierra y no pocos los que están incluidos en misceláneas nacionales correspondientes también a estas últimas décadas. El estudio, debidamente anotado, pone en contexto esta muestra planteada con sumo rigor.
Antes, al comienzo del libro, Iglesias Díez traza las ideas básicas del experimento (toda antología lo es) y analiza con cierto detenimiento la poesía de cada uno de los nominados. En lo que respecta a esas ideas, podrían materializarse de forma resumida en el uso de guiños posmodernos, las referencias a la cultura audiovisual, una voluntad lúdica, el "buceo íntimo de la memoria familiar", la "exploración de las posibilidades simbólicas del lenguaje", la (re)afirmación de la conciencia individual, el "autoanálisis", "la mirada introspectiva sobre el mundo", sobre el viaje y la solidaridad y, por fin, "la creación de universos imaginarios".
Laura Casielles (Pola de Siero, 1986) tiene tres libros publicados (la condición general era que al menos tuvieran uno) y según Iglesias, el "principio rector de su poesía es la fuga, la huida, un secreto anhelo de vivir / en estado de viaje". La califica de "machadiana": "escribir: andar". En sus poemas aparecen rastros evidentes de esos periplos. Por Marruecos, por ejemplo: Tánger, Casablanca, Meknes, Fez... Si tuviera que elegir un poema paradigmático, señalaría "Gramática de la relatividad". De Casielles, me gusta la fuerza de sus versos. Su seguridad, diría.
Alba González Sanz (Oviedo, 1986) tiene una "fuerte tendencia a la introspección y un cierto poso narrativo". (Lo autobiográfico, cabe precisar, es aquí norma y afecta a todos los poetas incluidos.) Sus referentes: Ángel González, Pizarnik, Natalia Litvinova. Se impondría "fijar y preservar todo aquello que no deseamos perder". También tiene tres libros publicados y una obsesión especial por la familia (la Abuela Benigna, "Mamá", "Hermana") y las genealogías. Un poema ejemplar: "Autobiografía".
De Rodrigo Olay (Noreña, 1989) ya hemos dado noticias aquí, donde hemos comentado su primer y segundo libro. Literatura y vida, voces y ecos, se funden en una poesía con gran dominio de las formas y las técnicas líricas que busca "la eternidad y la sorpresa". Es miembro de un movimiento que agrupa a no pocos de los poetas de esta antología: el patarrealismo y elegiría "Venecia" como poema representativo. Su poética es la prosa más extensa (e irónica) del conjunto (este hombre sabe lo que hace). ¿Más poemas? "José" (siempre los abuelos) o "Diffugere nives". Hay para elegir.
Diego Álvarez Miguel (Oviedo, 1990), con tres libros y patarrealista, se mueve entre la antipoesía de Parra y el costumbrismo de Vilas. Sus referentes más cercanos: los de la "poesía de la experiencia" (otro hecho común a unos cuantos seleccionados, como en el caso de Olay): García Montero, L. A. de Cuenca, Roger Wolfe o Karmelo Iribarren. También, comenta el antólogo, con los de la "nueva lírica" (sic): Marwan, Sastre y compañía. Por suerte, sus poemas van más allá de ese mero juego de escuelas que se nos pinta. De lo contrario, supongo que no hubiera merecido estar aquí. Como Xaime Martínez, canta.
En Sara Torres (Gijón, 1991) impera la "voluntad de ruptura". "Desconfía de la Poesía, de los Poetas y de todo lo mayúsculo que se legitima a través del canon", escribe. Es, sin duda, la más transgresora del grupo. En sus versos hay hermetismo, "descoyuntamiento sintáctico"... También se ocupa de la "identidad femenina". Sus influencias no mienten: Anne Carson, Adrienne Rich, Safo, las Idas (Vilariño y Vitale)... La suya, concluye Iglesias, es una "poesía valiente y arriesgada" y ella, en su poética (no he dicho que cada poeta publica una al frente de sus poemas), afirma: "Aspiro a escribir libros raros". Ha publicado uno y llegará el segundo el próximo año. Visto lo visto, haré por leerlo.
Raquel F. Menéndez (Salas, 1993) es autora de un libro y de una poética que destaca por lo bien pensada que está y por lo lúcida que es. "Toda escritura es la lucha contra el silencio al que a priori estamos condenados; el resultado: un no-lugar". Alude en ella a la poesía como "narración del desencanto", a la condición de "señoritos" (a lo Gil de Biedma) que han ostentado los miembros de su generación hasta la llegada de la Crisis y otros asuntos de interés. Con todo, de ahí mi reticencia con esas cavilaciones sobre el oficio que se empeñan en pedir a los poetas, no hallo mucho rastro de lo allí expresado en sus poemas, donde la imaginación, la sugerencia y la intensidad priman. Apuesta por "lo escueto" y cita a otra asturiana, Olvido García Valdés. Tiene como modelos a la "poesía del desconsuelo" de Riechmann o a la "nueva épica" de Mestre, sin olvidarnos de las rusas. Un poema: "Astapovo".
Xaime Martínez (Oviedo,1993) también es un viejo conocido de este rincón. Aquí comentamos su excelente libro Fuego cruzado. Tiene otro. Su poesía "aúna tradición y vanguardia, rigor y juego". Lo clásico y la cultura popular: Gimferrer, Mesanza, Tolkien, Batman, Lucas... Un poema: "Credo poético". Patarrealista de pro ("supremo abanderado del patarrealismo") anuncia cambios en su poética. Cambios, me atrevo a afirmar, que se veían venir. Como en el caso de Olay. Su proyección es, acaso, la más significativa.
Los antólogos (que firman un breve texto conjunto) querían "llamar la atención" con este libro y creo que lo han conseguido. Se ve que hay jóvenes poetas asturianos dignos de figurar en las selecciones nacionales. O no: sus obras bastan. El criterio de elección ha sido el de "calidad intrínseca de poetas y poemas". (Le cuesta a uno entender lo de la calidad de los poetas, pero...) Los poemas publicados son responsabilidad de los antólogos, aunque solicitaron a los poetas versos inéditos.
Nos confiesan que podrían haber sido más. Había banquillo. Por ejemplo, Sara A. Palicio (de la que he leído Las costumbres vacías) o Miguel Floriano (tengo entre manos Quizá el fervor, publicado por La Isla de Siltolá, y ya comentamos en este rincón Tratado de identidad).
Para este lector, del conjunto se desprende que prevalece la línea clara (con excepciones dignas de elogio), el autobiografismo, lo urbano (no hay referencias notables a la naturaleza o al campo y mira que Asturias...)... Se aprecia un sustrato teórico en estos poetas sobradamente preparados y numerosas lecturas, lo que les emparenta con los del resto de España.
Es una muestra "plural y variada" y en ella hay, como han pretendido Iglesias y Núñez", "calidad y frescura". Como dice el segundo, es una obra con "poemas llenos de reflexión y verdad". No es mal balance. Queda ahora leer a cada uno por separado (y, a ser posible, en sus respectivos libros: la bibliografía que se incorpora como apéndice es completa) y que cada cual defienda, a partir de ahí, sus preferencias. Termino: sigue siendo Asturias una cantera de poetas de primera línea. Más allá de los límites geográficos del Principado. Me alegro.

11.11.15

Premios a la española

© Miguel Almagro
Lo de los premios de poesía en este país es cosa de traca. O de atraco, no sé. Menos mal que uno no se presenta a ninguno desde hace más de veinte años. Visto lo visto, me daría pánico tener que hacerlo. ¡Vade retro! Sería además en vano, a buen seguro. Y no hablo de la calidad de lo escrito, que esa es otra historia. Cuestión de relaciones, ya se sabe. Nada nuevo. Ya lo ha dibujado El Roto en el diario El País: "La amistad es lo más grande", comenta alguien, a lo que otro responde: "Después del amiguismo".
Es curioso: en España, día sí y día también, mencionamos la corrupción, pero no se dice ni pío (a quién le importa de verdad la literatura) de la pequeña que ensucia ese rimero de galardones que nos invade (dejo al margen los premios grandes; el Nacional, el de la Crítica o el Reina Sofía, por ejemplo), muchas veces sostenidos, ay, con fondos públicos. Lo que no justifica, que conste, las tropelías que se hacen en algunos privados, por muy particulares que sean. Una desvergüenza, sin duda. Estamos, sí, ante procedimientos, lato sensu, presuntamente mafiosos. En el sentido de “grupo organizado que trata de defender sus intereses”. Llevados a cabo, qué curioso, por gente que luego pontifica sobre las inmoralidades en voz alta. Ah, los espíritus puros. Eso por no hablar de los que van de malditos por la vida (literaria), sección numerosa en el gremio; esos cínicos profesionales que se prestan encantados a este indecente juego de intereses.
¿Habrá alguien que se atreva, de una santa vez, con este desagradable asunto? ¿Algunos, mejor? Datos en mano, claro. Estadísticas mediante. Es sencillo. ¿O seguiremos callados viendo cómo se corren la juerga unos cuantos (la lista es larga) delante de nuestras estupefactas narices? Desde fuera, los últimos casos le parecen a uno de una evidencia sangrante. Y lo que más duele: a espectadores (como yo) y a protagonistas del enredo, nos toman por tontos. El crítico José Luis García Martín, justo es reconocerlo, ha denunciado más de una vez que el emperador iba desnudo. Hablaba con conocimiento de causa. Desde dentro.
Más allá del respeto y hasta la admiración que uno siente por tal o cual poeta, que habrá dado a luz un libro estupendo (algo que no se pone en cuestión), y por los premios limpios (no pocos) que otorgan jurados responsables (uno puede dar fe), me estomaga esta forma de proceder ajena a la ética y a la más mínima dignidad. No digamos a la elegancia, que debería regir cualquier tema relacionado con la noble poesía. ¡Pobre!
Sin que uno quiera ponerse estupendo, se recordaba aquí atrás, a propósito de la última novela de Antonio Muñoz Molina, una certera frase de Martin Luther King que aludía al “escandaloso silencio de los justos”. Salvadas las debidas distancias, puede que lo nuestro sea poca cosa comparado con las otras corrupciones, pero no por eso callarse deja de ser un inmenso, antipoético error.
  
El Roto / El País
Publicado en el número 11 de la revista griega Frear

Homenaje a Castelo

ABC
El próximo sábado 21 de noviembre se celebrará en el salón de actos del Museo Extremeño e Iberoamericano de Arte Contemporáneo (MEIAC) de Badajoz un Homenaje a Santiago Castelo. Este es el programa:

10.00 h. Inauguración de la jornada. Intervienen: Guillermo Fernández Vara, presidente de la Junta de Extremadura. Miguel Ángel Gallardo Miranda, presidente de la Diputación de Badajoz y alcalde presidente de Villanueva de la Serena. Francisco Javier Fragoso, alcalde presidente de Badajoz. Felipe Gahete Alfaro, alcalde presidente de Granja de Torrehermosa. Isabel Mª Pérez, presidenta de la Asociación de Escritores Extremeños.
11.00 h. Castelo periodista: Teresiano Rodríguez.
11.15 h. Castelo poeta: Miguel Ángel Lama.
11.30 h. Castelo amigo: Francisco Muñoz Ramírez.
11.45 h. Descanso.
12.00 h. Castelo y Granja de Torrehermosa: María Dolores Corrales.
12.15 h. Castelo y Villanueva de la Serena: Antonio Reseco.
12.30 h. Mesa redonda: Castelo humanista.
Moderador: Luis Sáez Delgado.
Castelo académico: Manuel Pecellín.
Castelo y la UNESCO: José Luis Bernal.
Castelo bibliófilo: Carmen Fernández-Daza.
13.15 h. Proyección de la lectura de Santiago Castelo en el Aula de Poesía 'Enrique Díez Canedo' de la Asociación de Escritores Extremeños.

Nota: En su día decliné la amable invitación de la presidenta de la AEEx para participar en este acto. Ese día cumple años mi señora madre, Badajoz está demasiado lejos, los sábados aprovecho para descansar de la larga semana laboral y, lo que más importa, sobre mi amigo ya ha dicho uno casi todo lo que tenía que decir. Y mientras él vivía, que es lo que importa. Por lo demás, coincidir con según quiénes y tener que soportar los vacuos discursos de los políticos de turno me resulta, a estas alturas de la edad, insoportable. Deseo a los organizadores y a los participantes lo mejor. La solvencia del homenaje está garantizada. De corazón, y con la mayoría, allí estaré. Con Castelo, siempre. 


10.11.15

Atreverse

Álvaro García/El País
Javier Marías escribía aquí atrás en su artículo de El País Semanal: «me percato de que desde hace bastantes años está “mal visto” que un escritor opine negativamente sobre otro. El que lo hace es tachado en seguida de envidioso, o de inelegante, o de resentido, o cuando menos de competitivo. No es que el ataque no se dé en absoluto. Hay excepciones, pero son sobre todo jóvenes a los que, por así decir, “toca” rebelarse contra la generación anterior o fingir que ésta no ha existido, o “matar al padre”, o intentar hacerse sitio expulsando a quienes ellos creen que lo acaparan. O bien son escritores con vocación “transgresora”, y la mayoría sufren la maldición terrible de que sus denuestos y provocaciones pasen inadvertidos. Lo que parece “prohibido” es que uno opine sincera y críticamente sobre sus iguales. Yo mismo noto esa presión, que en cambio no siento cuando hablo de un arte que no practico». Sí, dice más adelante, «Es como si todos hubiéramos interiorizado aquel viejo consejo, "Si uno no tiene nada agradable que decir, mejor callarse"».
El texto lleva por título "No me atrevo" y vuelve sobre el asunto de la crítica del que hablamos en este blog hace poco y que en su versión de Facebook (donde publico cada día un enlace con la nueva entrada de esta bitácora) tuvo bastante recorrido, tanto en número de asentimientos como de comentarios.
Uno sigue dándole vueltas al tema en cuestión y, aunque ni soy joven ni transgresor ni necesito matar a padre alguno, me veo con ganas de pasarme al lado oscuro y arrear algo de estopa. A ratos siquiera. Más que nada, y sin que cunda el pánico, pobre de mí, por aquello de que algunos, a golpe de premios y de libros, se creen, como nuestros políticos, que somos (con perdón) gilipollas.

Seminario sobre Cultura Escrita























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