30.6.16

Nuevos poemas de Peri Rossi

Las exquisitas y palentinas Ediciones Cálamo publican un nuevo libro de la poeta uruguaya Cristina Peri Rossi (Montevideo, 1941): Las replicantes. Confieso que apenas despojé al ejemplar del retractilado, movido por su bonita factura, su papel de calidad y los cálidos tonos naranjas del diseño, leí todas sus páginas del tirón; ahora que estamos en tiempo, como quien echa mano a una cereza y con ella van viniendo, sin remedio, las demás. O al modo de Scherezade (presente en el libro), si se prefiere la referencia culta. Los primeros poemas (que pueden leerse aquí), dan la medida del resto: el amor, el viaje, el dolor, el psicoanálisis, la enfermedad, el erotismo, el sexo... Lo habitual en esta autora con un extenso recorrido literario y una voz del todo asentada. Se unen otros temas tangenciales: la prostitución en la AP 7, por ejemplo. Al fondo, ella y sus circunstancias. En Calella y Barcelona. Ella y sus amores, pasados y presentes. Ella y su memoria que le hace evocar lo que sucedió como si de nuevo sucediera. Siempre en una atmósfera entre alucinada y fantasmal, la que provocan, supongo, ciertas sustancias y medicamentos (que se nombran: diazepán, propofol), algo que literaturiza, digamos, lo que no deja de ser eso que denominamos realidad. Una realidad que se acentúa por las constantes alusiones a las series televisivas o a las redes sociales. 
En Peri Rossi la autobiografía es ley y cuanto sucede no podemos sustraerlo de la primera persona, aunque la ficción (su faceta de narradora es inseparable de la poética) se imponga. Camas, un box de hospitales, carreteras, cuartos de hotel... Estos son los escenarios de estos poemas frescos y creíbles escritos a tumba abierta donde predomina un sentimiento de soledad y desvalimiento. Una ácida melancolía que sólo el tono irónico del conjunto logra someter. La crudeza es marca de la casa y Peri Rossi una maestra en el arte de relatar su, a ratos, tormentosa vida. Tampoco falta la ternura: "Todas las posiciones del Kamasutra / que sin duda hemos practicado / no sustituyen / una mirada amorosa de tus ojos". 
Prima al cabo la pasión, que es otro de los inconfundibles rasgos de esta particular manera de decir. 

28.6.16

Castelo, un homenaje

Castelo con Don Juan de Borbón
El próximo jueves, día 30 de junio, se celebrará en Cáceres un homenaje a Santiago Castelo, organizado por el Centro UNESCO de Extremadura, del que fue fundador, en el que intervendrán José Luis Bernal Salgado, en calidad de anfitrión, Carmen Fernández-Daza y quien escribe. El acto tendrá lugar en los Jardines del Museo de Cáceres, el del Aljibe, en la plaza de las Veletas, a las 19:30 horas. 
Asistirá el Presidente de la Junta, Guillermo Fernández Vara, y habrá una intervención musical a cargo de Son del Rosel y José Luis Porras.


El mundo de Dickinson

Carta al mundo (Renacimiento) es una preciosa antología de poemas de la norteamericana Emily Dickinson (1830-1886), una de las grandes poetas de todos los tiempos, lo diga o no Harold Bloom, que tanto la admira. Nunca se movió de su localidad natal, Amherst, Massachusetts, y su vida, particular en todos los sentidos, y a su modo novelesca, ha sido objeto de especulaciones sin fin. Apenas si dio a conocer un puñado de poemas de los muchos que escribió en la intimidad de su casa. Se nos explica que la primera muestra de sus versos se publicó en 1890, si bien no se respetaron los originales. Sólo en 1955 el erudito T. H. Johnson dio a la imprenta una colección completa de su poesía sin apenas cambios. 
En España hemos tenido suerte, ya que contamos con numerosas ediciones de su lírica desde que Juan Ramón Jiménez incorporara a su Diario de un poeta recién casado (1916) algunos poemas suyos. Si se me permite, le tengo especial aprecio a las versiones de Lorenzo Oliván, que publicó Pre-Textos bajo el título La soledad sonora en 2001. También destacaría las traducciones de Marià Manent, acaso las primeras que leí, y las de Carlos Pujol (que aparecieron en La Veleta el mismo año que las de Oliván). 
La muestra que comentamos hoy tiene un título muy adecuando, pues esta mujer escribió muchas cartas (que se conservan y han sido publicadas) a lo largo de su vida. Es, además, parte de un verso suyo: "Esta es mi carta al mundo / que no me escribió nunca". Las versiones son de Miranda Taibo, traductora profesional, pero no literaria (hasta ahora), y han contado con la supervisión del poeta José Cereijo, quien, por cierto, escribe una poesía en la que se rastrean indicios que bien podrían considerarse aprendidos en aquélla.
Prescinden de los famosos guiones (otro motivo de conjeturas) y nos muestran, limpios de polvo y paja, los minuciosos, breves y precisos poemas de la Dickinson, cargados de sutileza y de misterio. Llenos, en fin, de luz. Son pocos, setenta y cuatro, pero más que suficientes, tanto para el lector habitual, que los lee como si fueran nuevos (eso es ser clásico), y para el que, una suerte, se acerque por primera vez a ellos. Diré más: pocos florilegios más adecuados para iniciarse en esta singular, intensa lectura. "¡Qué insondable el enigma!", diría uno con un verso que ella escribió. "¡Qué ligereza da / la libertad de espíritu", ya se ve.
Apenas unas notas se añaden a los poemas. Sería -es- un sacrilegio comentar estos versos, sacarlos de su silencio sonoro, de su soledad acompañada. Algunos, como el 73 (de esta edición, 32 de la canónica) tornan orientales. Otros, como el 24 (152) o el 50 (1650b), dan la verdadera medida de su arte.
En su verso "frágil belleza intensa" se condensa el sentido y el ser de esta poesía que no cesa, como las traducciones que nos la acercan sin remedio. Tenerla a mano es una necesidad para el lector y un bien para cualquier ser humano sensible. Su palabra nos humaniza. Y nos engrandece. 

27.6.16

Un viaje de invierno

Elsa López, con una larga lista de libros a sus espaldas, que ejerció la docencia en institutos de enseñanza media, dirigió la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores, ganó premios como el Ciudad de Melilla y el Ciudad de Córdoba y fundó Ediciones La Palma, que aún dirige, nace en Fernando Poo (Guinea Ecuatorial) en 1943 y en 1947 se traslada con su familia a la Isla de La Palma que es donde está fechado este libro. Si lo menciono es porque poco tiene que ver el clima, digamos, de Viaje a la nada (Hiperión) con el de esas cálidas tierras del Sur. Es al Norte, precisamente, donde viaja la protagonista de estos versos, hasta Kirkenes y Tromso, "este París del Norte", en Noruega, la segunda ciudad más grande de Laponia. Antes de entrar en materia, en la sobrecubierta del libro leemos: “Escribo sobre lo que carezco o poseo en medidas distintas a mis deseos y por eso escribo del amor, de otros países, de otras culturas, de paisajes y seres imposibles. Creo en el lenguaje para comunicarme con el mundo. Siempre he creído en las palabras como una vía de conocimiento o de transformación. Cuando era joven escribía sobre la vida, opinaba sobre el ser o la esencia de las cosas. Ahora me detengo en otras cosas. Escribo sobre animales que me producen asombro y sobre piedras que recojo en las playas o en los desiertos por donde paso. Y también escribo sobre la muerte o la pérdida. Sin dolor.” Si copio estas palabras es porque me parecen atinadas y pertinentes y arrojan luz a la lectura de esta obra planteada como diario. Como diario de viaje, claro. De hecho, la mayor parte de los poemas llevan debajo el lugar, la fecha y la hora en que fueron compuestos. Intercalados entre ellos, López incluye anotaciones en prosa, editadas en cursiva, que dejan aún más patente su impronta diarística. El libro, en fin, está ilustrado por Irma Álvarez-Laviada, lo que le aporta un aire distinto.
Los poemas, breves, secos y certeros, despojados de cualquier tipo de alarde lingüístico y efectivos en todos los sentidos, acorde a la intención y a las connotaciones frías y blancas del paisaje que recrean, dan cuenta de ese viaje "hacia las heladas islas del norte". Un viaje, no haría falta decirlo, doble: exterior e interior: a Noruega y a sí misma: "Sobre la blanca sábana / el cuerpo desnudo de una mujer. / El cuerpo triste de una mujer / sobre las blancas sábanas. // 16 de febrero 3.30 de la madrugada".
La nieve, los aeropuertos ("que son todos iguales"), el desierto blanco, el océano, la luz ("Tanta luz para nadie"), los barcos y, sobre todo, la muerte, el silencio, el vacío y la nada son los elementos sobre los que López levanta su reflexión o su canto, "siempre al acecho del frío". A uno, salvando todas las distancias, le ha recordado, y lo digo como elogio, otra lectura: Principio y fin de la nieve, de Yves Bonnefoy, que tan bien tradujo Jesús Munárriz para la colección que acoge este libro.
Sin pretensiones filosóficas, en el peor sentido, ni falso patetismo, la autora logra crear la adecuada atmósfera gris de la inquietud ("Y siempre en mí ese frío"), el preciso y desasosegante estado de ánimo de alguien que gira en torno a la nada; de alguien, un náufrago, que escribe: "¡Tan inocente el mar en su hermosura! / ¡Tan cruel la nada!" Una nada que encierra la alegría, "la negación del mundo", el cansancio, la tristeza, que es "aire muerto"... Una nada que espera y que lleva a más nada y al silencio. Ese silencio "que llevamos dentro".
Nunca la nada, "oscura y silenciosa", me había parecido tan cierta, tan serena, tan humana. Qué gran viaje. 

26.6.16

Puro teatro

Diario Hoy
El profesor Miguel Ángel Lama se lamentaba ayer amargamente en su blog ("Un rotundo fracaso") de que en el curso "El teatro de Cervantes y Cervantes en el teatro", que formaba parte de la XVII edición de los Cursos de Verano de la Universidad de Extremadura y que él dirigía, a celebrar durante los días 22, 23 y 24 de junio de 2016 en la ciudad de Cáceres, llegaran a matricularse... "seis personas. Bien digo, seis estudiantes universitarios matriculados en una actividad que se celebra en un lugar suficientemente amplio —aforo de ochenta sillas— para que pueda asistir cualquier alumno no matriculado o cualquier ciudadano con interés por la cultura, el teatro, la literatura..."
Uno, en la distancia, sí, pero desde la complicidad, a sabiendas de que este hombre es riguroso y concienzudo con su trabajo, se conduele y, no obstante, le anima a perseverar en esta ingrata tarea de fomentar la cultura en lugares y tiempos pocos proclives a ella, siquiera sea porque, para él, ése nunca ha dejado de ser un trabajo gustoso.   
Lama termina: "Muy pocos alumnos, algún entusiasta incondicional, los participantes invitados; pero ningún profesor de literatura de esta ciudad y nadie que se atreva a reclamar como suya cualquier actividad organizada por la única universidad pública que tenemos en esta reserva abierta al mundo. El director debe asumir su fracaso, no haber logrado despertar el interés de un curso tan estimable. Por eso escribo. Y lo siento." Lo sentimos, amigo, lo sentimos. Ese fracaso no es sólo tuyo. 

25.6.16

Un hombre

En una de las pilas de libros que se amontonan, debidamente alineadas, encima de la mesa de la biblioteca esperaba su turno Un hombre sentado en una piedra, de León Molina (La Isla de Siltolá, donde ha publicado también un libro de aforismos: Mapa de ningún sitio). El título le va que ni pintado a esa situación. Y ese turno llegó y como me ha ocurrido otras veces con una doble sensación tras la lectura: de culpa por haber llegado algo tarde a un libro estupendo y de tranquilidad porque al cabo he llegado. 
Se abre con una cita de Corredor-Matheos y otra del mismo poeta lo cierra. Significativo. La serenidad y la sabiduría que suelen transmitir los versos del autor de El don de la ignorancia están aquí presentes, amén de otras virtudes orientales y occidentales. No es extraño, más allá de las lecciones del maestro (el término es suyo). LM tiene mi edad, cerca ya de los sesenta (¡glup!). Nació en el 59 y en Cuba. Vive desde pequeño en España. Tras su paso por Andalucía (léase "Regreso a Granada"), se asentó en Albacete, tierra de poetas, sitio que al parecer comparte con otro de la Sierra de Segura. Lo digo porque eso explica no pocas cosas de este libro logrado que uno lee con un ojo en Molina y otro en sí mismo. El primer poema, que nombra la obra, ya es certero: "Hace mucho que no soy joven / pero todavía no soy un viejo". "Sigo a mi modo en el camino". Sentado en una piedra. Lo que sigue no decae, al revés. Repasa los lugares donde ha estado, los acentos que ha tenido, las lágrimas no derramadas y todos los hombres que ha sido. Revive la juventud perdida y habla de un reloj que no funciona -tengo enfrente otro- y marca "un tiempo de valientes / el tiempo peligroso que no pasa". 
En "Lo que recuerdo de ti" reúne un puñado de memorables poemas de amor que suscitan la envidia del lector: por lo que dicen y por cómo lo dice. Con la dificultad que eso tiene cuando se trata de fijar en palabras los sentimientos compartidos con alguien después de muchos años. Esta prueba de fuego está, sin duda, superada. Me quedo con dos, muy breves: "Duéleme" y "Dijiste". 
En la misma línea de los poemas de la primera parte, menos memorialísticos y más reflexivos, como anotaciones de un diario, los que componen "La flauta del sapo". En "El viento de la noche" leemos: "sólo puede / decirse lo que es cierto". Decirse bien siquiera, como hace al caso. En otro escribe: "El ser humano / es un animal enfrentado al paisaje", un verso que bien podría pasar por aforismo. La soledad, como en cualquier poeta pesa: "Y en mí solo quedo yo". 
En "Homenajes", el citado Corredor-Matheos, Ángel González, Ungaretti, Gil de Biedma, Margarit y Vallejo. Da una idea de por donde transita este hombre.
En la parte final del libro la poesía se adelgaza, se hace más invisible, casi levita. Y allí unas palabras que se podrían aplicar como lema al conjunto: "el vigor de la quietud". Y un poema (sin título, como la mayor parte de los aquí incluidos) que pone los pelos de punta: "Nunca he sido más hombre /  que cuando era un niño y sobre mi hombro / reposaba la mano de mi padre". Y el final que lo dice todo, y bien: "Vine de una isla", que empieza: "Vine de una isla. / Y sin volver he vuelto. / Ahora la isla soy yo". Qué buen libro el de Molina.

Dijiste

Dijiste que quizá 
fuera mejor
no seguir juntos.
Y me quedé mirándote
fascinado
igual que una liebre delante
de los faros de un coche.

23.6.16

Los haikus de Antonio Moreno

Antonio Moreno (Alicante, 1964), a mi modesto parecer, uno de nuestros mejores poetas, es autor de Intervalo, donde reunió sus primeras entregas poéticas, Nombres del árbol (que publicó Tusquets en NTS), El caudal o Cuaderno de Kurtná Hora. Además de la antología El viaje de la luz, ha publicado los diarios Mundo menor, El laberinto y el sueño y En otra casa, así como las prosas de Alrededores y Partes de un todo. Llega ahora, y por sorpresa, Unos días de invierno, en Renacimiento, un sello habitual para Moreno.
En la "Nota del autor", confiesa: «Hacía casi tres años que yo no escribía ningún verso, y de repente aparecían estos de ahora por ensalmo y casi diariamente, sin que pudiese comprender muy bien qué estaba sucediendo». Y sigue: «¿Qué es, entonces, todo esto? Diría que una plena toma de contacto con lo concreto, por intangibles que ciertas palabras de las que aquí asoman en principio puedan parecer. Palabras que, a decir verdad, aunque estén anotadas, no han sido escritas. O eso creo».
Antes, al hilo de sus anotaciones en un "cuaderno gris", alude a "un nuevo haiku, -así lo llamaremos-". Y sí, en verdad eso es lo que reúne AM en este delgado pero hermoso e intenso librito que por fuera ha cuidado con esmero Marie-Christine del Castillo, autora de la cubierta, realizada a partir de un grabado de Kipling (del que Visor acaba de publicar sus Poemas, con prólogo de Eliot y en versión de Luis Cremades).
No soy un forofo del haiku. Sí del tradicional, asentado en el tiempo; mucho menos de los que nos invaden y que algunos componen, o eso creo, sin el rigor que esa difícil estrofa oriental exige. (Hay notables excepciones, como la de Susana Benet, levantina como Moreno, o José Luis Parra, paisano también, del que Renacimiento publica, de forma póstuma, otro puñado de haikus en Hojarasca.) Pasa igual con los aforismos. La modas se imponen. No es el caso de los que se agrupan aquí. Para nada. Anotaciones, se dijo, y tono de diario; versos que no desdeñan la improvisación, lo momentáneo, diría, algo fundamental en este arte donde prima la capacidad de observación y la sensibilidad. Por eso estos haikus son genuinos, tanto como el resto de la poesía de AM. Que han surgido, y se nota, no de la ocurrencia sino de la necesidad. A pesar de, incluso. Si su poesía ya era concentrada y esencial, atenta a lo que de verdad importa, sin filigranas ni desvíos, en esta nueva medida esas virtudes se acrecientan y ofrecen al lector muestras de una rara intensidad. Dicho de otra manera: la poesía de Moreno se condensa en estas pequeñas piezas, concebidas mientras contempla, recuerda o camina, que resaltan aún más su voluntad de sencillez y humildad, donde lo sobrio o austero fulge, en contraste, con elegante naturalidad. Digo naturalidad y añado que nada le es extraño a estas epifanías mediterráneas donde lo mismo aparece el misterio de la ropa tendida que una medusa, una noche de hospital o unas hormigas.
La perplejidad de vivir salta a la vista. Lo cotidiano y, por eso, lo más extraordinario. El milagroso hecho de regar una planta o el amor que alguien dio en sus últimos días. No faltan animales (ah, los pájaros) ni árboles ni tapias ni piedras ni cielos (y nubes) ni ruinas... Ni el que escribe ni el niño que un día éste fue. En medio, un símbolo: "caracol del camino, / rey de lo frágil".
Me doy cuenta de que en vano pretende uno encerrar entre palabras lo que ha sido concebido para una lectura a la fuerza personal e intransferible. Sin embargo, no me resigno a transcribir algunos haikus (pongamos cinco) de los muchos, por no decir todos (ciento sesenta y cinco, si no he sumado mal), que han llamado mi atención. Y que cada cual juzgue. O, mejor, disfrute.

Sea tu dicha
lo mismo que el barranco:
oculta, a solas

Tabarca flota
quieta en el horizonte.
Mi tiempo pasa.

Estoy más solo,
padre: cumplo los años
que tú viviste.

Un bar de obreros.
La muchacha con bata
funda un imperio.

Primer invierno...
El mundo es menos mundo,
porque no estás.

22.6.16

Un lector























Esta fotografía está tomada el día 9 de mayo de 1960. La fechó mi padre por detrás con su preciosa letra caligráfica. Uno tenía entonces 9 meses. ¡Quién dijo lector precoz! Bromas aparte, la rescato para ilustrar la recomendación de un bonito reportaje de Nuria Azancot y Alberto Gordo sobre la iniciación y el fomento de la lectura publicado en El Cultural. Se titula "Y este cuento ha empezado. Qué (y cómo) leen a sus hijos los escritores". 

21.6.16

Poesía dispersa de González Sosa

En el número LIX, correspondiente a 2015, de la revista Estudios Canarios, Anuario del Instituto de Estudios Canarios, el profesor y crítico, además de poeta y traductor, Andrés Sánchez Robayna, con la colaboración de Antonio Henríquez Jiménez, nos ofrece la "Poesía dispersa" de Manuel González Sosa, a cuyos versos completos, A pesar de los vientos, le dedicamos en su día una reseña aquí
Cabe precisar que en esa revista ya publicó Robayna dos trabajos sobre su paisano: "Manuel González Sosa y la experiencia poética" (en el número LVI) y "Manuel González Sosa como ensayista y crítico" (en el LVII).
En vida, MGS dio a la imprenta apenas cinco cuadernos, los que agrupa el citado libro. Robayna ha recuperado treinta y ocho más publicados en periódicos y revistas entre 1939 y 2014. Las notas precisan escrupulosamente la procedencia de cada uno.  
El editor se explica: "El propósito principal de este trabajo es poner en manos del lector y el investigador un conjunto de poemas que permiten comprender de manera más honda la obra poética de Manuel González Sosa y completar la imagen que de esa ofrece A pesar de los vientos".
En el conjunto hay desde sonetos a haikus, así como una muestra variada de composiciones con distintos metros y estrofas. No se olvide que a MGS le cabe el adjetivo de virtuoso. Su nivel de exigencia era grande y su gusto, muy de época, clasicista ("Florilegio de versos trasnochados" titula un poema), retórico a ratos, donde no faltan los versos de aire popular: folías, nanas, aleluyas...
Tampoco los religiosos (dedicados, por ejemplo, a vírgenes) ni otros donde la insularidad, mar y tierra ("Lanzarote"), aflora. "Todas las criaturas humanas somo férvidamente fieles al paisaje de nuestros años aurorales", escribió.
Encontramos en la separata, muy bien editada, poemas tan significativos como el que abre la selección, que me ha gustado especialmente: "El viejo molino" (otro, también destacable, se titula "A una piedra de molino"), "Aljibe" ("Ciñen los brazos de piedra / la quietud del agua vieja"), "Semblanza acaso fiel" (publicado en Falange en 1946, otro de mis preferidos, donde leemos: "Yo voy por dentro de mí / visible para mí solo. / ¡Qué acompañado me siento / cuando nadie me acompaña! / ¡Qué solo si no estoy solo!") o "El duraznero", que iba a ser publicado en Syntaxis y al cabo del tiempo, inédito aún, apareció en el archivo de la revista.
Algunos poemas tienen dedicatario: Dulce María Loynaz, Unamuno, Gloria Fuertes, Fray Luis... Hay incluso una versión de uno de Blanco White.
Me felicito, en fin, de volver a encontrarse con las palabras del secreto poeta canario, lo que debemos agradecer a otro al que su indudable cosmopolitismo nunca le ha impedido (por eso) prestar atención a la rica poesía de sus amadas islas.

20.6.16

Memoria de Antón Castro

El narrador y poeta gallego afincado en Zaragoza Antón Castro, cosecha del 59, Premio Nacional de Periodismo Cultural en 2013, que a ratos ejerce también de dramaturgo, publica en las Prensas Universitarias de la citada ciudad El musgo del bosque. Si no fuera por lo manido del término, y por el uso abusivo que se hace del mismo, diría que se trata de un puñado de poemas entrañables, muy cercanos en su tono a lo que podríamos denominar prosa memorialística. Insisto, no me gusta la palabra, pero, por usar, segundo error, una frase hecha del momento, es lo que hay. Castro habla en la nota final, "Epílogo y dedicatorias", de "un poemario de homenajes, de evocaciones, un viaje a través de la memoria que hace calas en situaciones, escenas, ámbitos y personajes..." Situaciones y evocaciones como la entrega de su primer premio en el Madrid de 1976 (donde conoce a García Pavón, el de Plinio), una tertulia con Torrente Ballester y Fernanda en Castroforte, tres citas con José Hierro y un encuentro con Celaya y Amparitxu ("ser poeta es un destino") o, por fin, con los libros de Rodoreda, de donde sale Aloma, el nombre de una de sus hijas. Situaciones y evocaciones que se vuelven, claro está, homenajes. A los aludidos y a otros: Pascual Blanco (un grabador), Rembrandt (o la pintura), Leopoldo Pomès (y otra pasión: la fotografía), Rosalía de Castro, Amancio Prada, José Antonio Labordeta (que canta en el Maestrazgo)... Entre medias, el amor (razón de vida), la radio (y su padre), el cine (el oscuro paraíso del Real), un viaje a Moscú... Y el 11-M. 
Más preocupado por lo que cuenta que por cómo lo hace, sin que eso signifique demérito o descuido, Antón Castro logra despertar en el lector sentimientos muy humanos. El de la amistad, sobre todo. Basta leer esa extensa retahíla de nombres que se amontonan en la mencionada nota, dedicatarios de un juego de espejos que tiene su fundamento en estos poemas que rescatan del olvido o de la desmemoria escenas de su vida, lecturas importantes, momentos decisivos como ese viaje de ida y vuelta, casi inmediata, de Zaragoza a La Coruña y viceversa. "Cada beso perfecto aparta el tiempo", escribe, aunque uno, al transcribirlo, puso verso donde no debía. 

19.6.16

De la educación

Estoy de acuerdo en que, con vistas a la próxima legislatura, se debería firmar, de una vez por todas y cuanto antes, un Pacto por la Educación que, a la fuerza, tendría que empezar por la derogación de la infame Ley Wert que el PP se empeñó en sancionar en contra de todos, incluidos ellos mismos, y la posterior aprobación, por consenso, de una nueva ley que abandonara por fin el corto y el medio plazo para proyectarse en el tiempo con la necesaria ambición. Así se dejarían de lado tantas insensatas, banales conversaciones de bar sobre ese asunto tan serio del que al parecer, como de las películas o del fútbol, cualquier puede hablar sin que ello implique un previo conocimiento de causa. Eso sí, nadie se llame a engaño: que esta ley educativa y las anteriores (aunque haya grados y grados) sean malas, o cuando menos mejorables, no implica que los maestros y profesores de este país no hayan sido y sean capaces de, sobreponiéndose a sus defectos y carencias, profesionalidad mediante, sacar adelante a promociones y promociones de alumnos educándolos o instruyéndoles como es debido. Lo digo porque algunos, los más, dan a entender con sus juicios precipitados y sus desinformados comentarios que vivimos desde hace décadas en un erial educativo y que la incapacidad política impide que ese milagroso hecho suceda. Y no es verdad. Insisto: por encima de las limitaciones, de los recortes, de las carencias, de las leyes, de las malas políticas, etc., los profesionales de la enseñanza realizan su labor y siguen empeñados en que la instrucción pública, que es la que a uno le interesa y defiende, por su carácter democrático e igualitario, favorezca a los niños y niñas de este país que no tienen la culpa de que les gobiernen personas que anteponen otros intereses al más general e importante de todos, el de la educación, como reconoce cualquiera al que le pregunten qué hay que mejorar en España. Harto de escuchar tanta tontería, tras ver cada día la ejemplar labor de mis compañeros, cansado, como ellos, a estas alturas del curso y con un pie en las merecidas vacaciones, me parecía oportuno hacer esta sencilla puntualización. Cosa de maestros. 

17.6.16

Poemas pequeño-burgueses

Me gusta el título del último libro de poemas de Juan Bonilla (Jerez de la Frontera, 1966) que edita espléndidamente Renacimiento, donde acaba de aparecer, por cierto, otra obra suya, de artículos, Biblioteca en llamas, pendiente de lectura, pero ya en casa. Tiene una cubierta preciosa de aire retro, pero muy moderna, entre geométrica y vanguardista, de Christine del Castillo. No es ese mal comienzo. Tampoco la dedicatoria, donde ya se ve la capacidad de Bonilla para el humor y la oportuna ocurrencia: "A Yolanda Morató, mairenera en tierra".
A punto de ingresar en la cincuentena y con su poesía ya reunida en Hecho en falta, nos presenta unos poemas que a uno le han hecho pensar de inmediato en un texto reciente sobre el pensamiento político de Agustín García Calvo (al que dedica, por cierto, entre signos de interrogación, el poema "La realidad no es todo lo que hay") publicado el pasado mes de marzo en la revista Cuadernos Hispanoamericanos. No, no falta la política y el pensamiento cívico en estos versos. Basta con fijarse en el título del libro, todo un acierto, insisto. O con leer el primer poema: "Herencia": Nieto de proletario, hijo de proletario, / me enseñaron muy pronto la misión / fundamental del proletario: / hacer lo que haga falta..."
El sano humor, ya se dijo, la jugosa ironía ("¡A las almas, ciudadanos!", leemos en "Campaña electoral", y más adelante: "¡Hay que asaltar los suelos!" o "Toda revolución / acaba siempre en un Napoleón"), las sorprendentes paradojas, el afilado aforismo, las inevitables contradicciones incluso, el juego bien medido y controlado de palabras forman parte del ser fundamental de esta poesía donde el fútbol, la bibliofilia ("Desiderata"), la memoria (de infancia, sobre todo; en "Por regresar", por ejemplo) o el amor suelen ser los asuntos capitales.
Destacaré un poema precioso de la primera parte, "El río": "Si pudiera elegir, sería un río", donde la inteligencia se alía con la genuina agudeza.
En "Apuntes de bachillerato" brilla con especial fortuna el Bonilla ocurrente, en el mejor sentido. En poemas como "Filosofía" ("No hay verdad alguna en la realidad"), "Biología" ("Todos somos iguales en el hecho de ser únicos"), Ética"...
Ya comenté aquí que me había llamado la atención un extenso poema que el autor de El que apaga la luz publicó en la revista Clarín. "-Borrador de un poema-" es su título definitivo, que ahora, editado como se concibió en lo que atañe a la tipografía, me sigue pareciendo un gran hallazgo, uno de los imprescindibles de su poesía completa y uno de los más interesantes que he tenido ocasión de leer últimamente. Un homenaje a su padre que, sin duda, emociona. "Más kilómetros compartimos que palabras", dice en un verso. Los poetas de mi promoción y de la que viene después hablan de sus padres. Los más jóvenes, de sus abuelos. No cesan esas referencias.
La tercera parte de la obra incide en lo que ya se dijo: la entrada del poeta en la cincuentena: "Ahora veo mi vida...". De ahí lo que tiene de balance y de memoria: "Los recuerdos abrigan, eso es cierto". "Canicas en un bote de cristal" es otro poema largo y muy logrado. Allí leemos: "esto no es una ficción" y "Cincuenta años, Juan Bonilla. / Mi más sentido pésame. / Mi felicitación más fervorosa".  Termina: "Tienes toda la muerte por delante".
Su capacidad de invención está presente en "La gala", un poema divertidísimo: "Mejor banda sonora al mar de Cádiz / que pronuncia mi infancia en cada ola" (obsérvese el ritmo de este par de endecasílabos). O: "Mejor guión original para Agustín García Calvo / por enseñarnos que la realidad no es todo lo que hay".
En "La secta de los viles", en diálogo con Maiakovski, alude a "gente de clase media": "un alma de pequeñoburgués no vale / para sembrar el mal sobre la tierra". Tiene algo (o mucho) de irónico himno generacional y narra a la perfección la vida de los españoles de estos últimos años, los inmediatamente anteriores a la llegada de la maldita crisis: "esa vida anodina y antiheroica / buscando la felicidad pequeña". Concluye: "Qué bien estar aquí y / tener lo suficiente". ¿Se acuerdan?

16.6.16

Naipaul dixit

V. S. Naipaul
Cuenta Ignacio Echevarría al final de uno de sus incisivos artículos de El Cultural, "Naipaul y el deseo de ser escritor", que «en la entrevista que le hizo en 1998 The Paris Review, preguntado acerca de si seguía considerando que la escritura es la única vocación auténticamente noble, Naipaul respondió: “Sí, para mí es la única vocación noble. Es noble porque trata sobre la verdad. Tienes que buscar maneras de enfrentarte a tu experiencia. Tienes que entenderla y tienes que entender el mundo. La escritura es un esfuerzo constante por lograr una comprensión más profunda. Y eso es bastante noble”». «Claro que a saber qué entiende cada cual por escritura» añade con ironía el crítico.

15.6.16

Comadira y Clark


Narcís Comadira
Cátedra, Letras Hispánicas, Madrid, 2015. 

Es una sorpresa y un acierto que la ejemplar colección Letras Hispánicas de Cátedra publique esta amplia antología bilingüe del poeta Narcís Comadira (Gerona, 1942), uno de los mejores no sólo de aquel grupo que se dio a conocer en español gracias La Nueva Poesía Catalana, de Joaquim Marco y Jaume Pont, sino de la poesía española de entresiglos. Seleccionados por él mismo, los poemas se agrupan temáticamente. Los acompañan un prólogo de Vicente Molina Foix (que tira del poeta hacia su escuela novísisma), una introducción de Jaume Subirana, editor literario del volumen (donde analiza, por partes y con solvencia, su poética) y un epílogo de Dolors Oller (que describe, en forma de itinerario, la obra del gerundense). Oller es una de las traductoras, junto al citado Molina Foix, Félix de Azúa, José Agustín Goytisolo, José Corredor-Matheos, Ferran Lobo y Jordi Virallonga aunque el peso fundamental de esa tarea recaiga en José María Micó, que realiza una brillante labor digna de elogio.
“In limine” consta de un solo y extenso poema: “El arte de la fuga”, que da de inmediato la medida de la poesía “culta y reflexiva” de este poeta y pintor partidario del diálogo con todas las tradiciones y del “pensiero poetante”, que remite a Leopardi, del que tradujo sus Cantos. Sus maestros: Llull, March, Verdaguer, Carner, Sagarra, Pla, Foix y Ferrater. Y Vinyoli, Eliot, Larkin o Auden.
“Lugares” agrupa versos dedicados a la ciudad y la arquitectura, una de sus pasiones, a aquellas en las que ha vivido o visitado (de “viajero reflexivo” le califica el editor), su natal Gerona ante todas (a la que dedicó un libro) y Londres, donde residió.
Subirana afirma que “su escritura es física, localizada” y que “su espacialidad es intelectual”, por más que prime, como en el conjunto, la claridad lingüística propia de un mediterráneo al que lo único que le importa es la vida. “Hechos” (donde leemos “Álbum de familia”), “Emblemas” (imágenes que representan conceptos, como el tiempo o la piedra), “Poéticas” (donde aparecen los imprescindibles “Halconería”, “El escalofrío” y “Confesión”: “Tú, Verbo todopoderoso, tú, única claridad”) y “Cuatro largos” (entre ellos, “Un paseo por los ardientes bulevares” y “Cuarentena”) componen un libro cargado de belleza, rigor y coherencia. El de alguien que ha escrito: “Lo importante es ser poeta. El problema es serlo”.


Ben Clark
Sloper. Palma de Mallorca, 2016. 

El poeta y traductor Ben Clark (Ibiza, 1984) es autor de Los hijos de los hijos de la ira (Premio Hiperión), Cabotaje, Memoría, La mezcla confusa, Basura, Mantener la cadena de frío (escrito con Andrés Catalán) y La Fiera (Premio Ojo Crítico). Publica ahora Los últimos perros de Shackleton, del que ya existía una versión editada en México. En el prólogo reconoce que su intención al escribirlo era abordar la "metáfora del amor" que "he tenido la suerte de experimentar". Encontró en la figura de Shackleton y su aventura antártica ("la insensatez de todos los enamorados" que consiste en "unir por unir, un mar y otro mar") el motivo perfecto para ilustrar esa inquietante metáfora. Porque fue el "hombre que triunfó en lo imposible y fracasó en lo que parecía sencillo". Su consigna familiar: "porque resistimos, conquistamos". 
Un tema eliotiano, "Canción de amor de dos guisantes", abre el volumen. En "El cazador" entra en materia gracias a un puñado de poemas logrados ("El reino menguante", "El poeta del puente", "Una habitación con vistas") en torno a "-todo lo destructivo, irremediable- / nuestro amor". "Teorema de los abismos" es una "fábula acuática" en cinco fragmentos donde lo abisal, el fondo oscuro, es la clave. En "La fascinación de lo difícil" está, a mi modo de leer, lo mejor del libro. Poemas admirables como "Desde la isla sin trenes", "Envídiame, yo puedo amarte, aún" (versos paradigmáticos: "yo te amo por encima de nosotros"), "Darwin se acerca a Lady Macbeth un sábado noche" o "Pensamientos de añoranza en Laventie". "Sesenta y nueve perros en el polo" recupera el viaje del explorador y, con él, otro conjunto de poemas dignos de elogio como "La hora del paseo", "Las coordenadas de Mount Hope" o "Isla elefante": "el testimonio oscuro de jóvenes que nunca / llegaron a albergar una esperanza".

Nota: Las reseñas de los libros de Comadira y Clark aparecieron publicadas el pasado viernes en El Cultural.

Manual de espumas


14.6.16

Pliegos Sueltos de la Academia

En colaboración con la Academia de Bellas Artes de Santa Cecilia, fundada en 1900 en el gaditano Puerto de Santa María, Inmaculada Moreno, poeta y traductora de Mascha Kaléko, coordina una nueva revista semestral de traducción: Pliegos Sueltos de la Academia. Tiene un consejo de redacción (Ángel Mendoza, Eduardo del Pino y Vanesa Quintero) y un asesor de lujo: José Mateos.
La revista tiene una factura preciosa, tan modesta como elegante. En el número uno, tras el conciso editorial (donde se explican las aspiraciones del cuadernillo, a favor de la "auténtica crítica literaria", y su "intención de dar testimonio de la excelencia") se entrevista a Jaime Siles quien cuenta, entre otras cosas, que llegó a la traducción gracias a las "versiones que en el antiguo bachillerato se hacían de las lenguas clásicas", que se siente orgulloso de sus trabajos sobre Celan y Catulo y que antes de morir le gustaría "traducir a los líricos griegos arcaicos y la poesía latina menos conocida", un viejo "proyecto de juventud".
José Manuel Benitez Ariza firma un riguroso texto titulado "La imaginación: vestigios y nuevos brotes de una fe perdida".
Inmaculada Moreno traduce cuatro breves poemas del suizo Klaus Merz. El IV dice: Ya sólo se concebía / como un huésped / de sí mismo.
En la sección "Papeles viejos", se recupera un poema de Eliot traducido por Claudio Rodríguez (que, como sabemos, vertió al español toda la poesía elotiana salvo Four Quartets, una tarea que permanece inédita): "El cultivo de los árboles de Navidad".
Reseñas sobre Cavafis, los poetas portugueses, Buson y los latinos Virgilio, Horacio y Ovidio cierran esta primera entrega que pone muy alto el listón de las que vendrán después.
Se congratula uno con la idea y desea a sus impulsores un viaje plácido y largo. 

13.6.16

Las palabras justas

Marina Gasparini me informa de que se ha publicado en Prodavinci "Las palabras justas", texto leído en el homenaje a Rafael Cadenas celebrado el pasado mes de mayo en Casa América de Madrid. 

Abierto al aire, desde el recuerdo

En 1985 apareció en la recién fundada Editora Regional de Extremadura, que por entonces dirigía el periodista Gregorio González Perlado, Abierto al aire. Llevaba por subtítulo: Antología consultada de poetas extremeños. 1971-1984 y ha cumplido, en consecuencia, treinta años. Quiero evocar esta noche aquí cómo se gestó y, al hacerlo, pretendo destacar la tarea de Ángel Campos, un hombre, sobre todo, inquieto, desde muy joven. En 1984 tenía veintisiete años.
Un día llamó a casa. Me dijo que Perlado le había propuesto publicar una antología, que sería una más de una serie donde se iba a recoger, por géneros, la realidad literaria de la recién nacida Autonomía. Añadió que había puesto como condición que la hiciéramos juntos. Y por eso llamaba. Uno vino a decirle que con él iría al fin del mundo, pues esa era la impresión de seguridad que me dio Ángel desde el principio, desde que nos conocimos en Zafra, donde acudimos a leer poemas, yo con Yolanda y él con un compañero de piso, fontanero por más señas, que en mis fantasías literarias juveniles, ofuscado por la influencia villeniana y novísima, confundí con un novio. La monda: Ángel con novio.
Nos pusimos pronto manos a la obra y empezamos a trazar planes, a sopesar presencias, a ratificar ausencias, a barajar títulos (que al final puso Ángel, procedente, cómo no, del portugués, de un verso no sé si de Andrade o de Ramos Rosa, y que sirvió, al cabo del tiempo, para nombrar un pub en San Vicente que sigue abierto, sí, pero que ahora se llama La Estación). Él dijo que consultada, aunque en rigor eso no significara para él, y para mí que lo asumí también, lo que debiera, esto es, que la lista de poetas incluidos saldría de una consulta a expertos en la materia, sino por aquello de que delante de los poemas de cada cual iría -fue- un pequeño cuestionario, siempre el mismo para todos que, por supuesto, cada cual respondió a su manera. Constaba de cuatro preguntas en torno a la poética de cada cual, a sus lecturas más significativas, a la visión de la poesía española reciente y a la unión de los conceptos “poesía” y “Extremadura”. Se trataba, sí, de dar cuenta de los poetas de la promoción anterior a la nuestra, la de los 80 o de la Democracia, “de mostrar de manera imparcial trece años de poesía”, se podía leer en el prólogo, pero pronto estuvimos de acuerdo en forzar ante el editor un apéndice donde se diera cabida a los incipientes poetas de la generación posterior a la de Pureza Canelo, Santiago Castelo, José Antonio Zambrano, José Luis García Martín, Felipe Núñez, José María Pagador Otero, Jaime Álvarez Buiza, José Antonio Ramírez Lozano, Vicente Sabido, Ángel Sánchez Pascual, José María Bermejo, Joaquín Calvo Flores y la precoz María Rosa Vicente, que eran los nominados. Además de Antonio Gómez, que aportó algunos poemas visuales.
Tuvimos a costa del añadido algunos problemas, en especial con algún poeta al que dejamos fuera por mutua decisión, algo que fue muy contestado por algunos compañeros suyos de facultad que antes intentaron convencernos, por decirlo de manera suave, para que reconsideráramos nuestro parecer. Vana tarea. 
Nos repartimos las llamadas telefónicas a fin de recabar la anuencia de los seleccionados, la redacción del prólogo (cada cual escribió sobre los poetas que consideraba más afines o de los que conocía su obra mejor) y en algunas ocasiones nos reunimos. Que uno recuerde, en el piso de Plasencia (siempre con música brasileña de fondo a cargo de Vinícius de Moraes y Maria Bethania, a petición de Pámpano), en el viejo hotel Extremadura de Cáceres (con motivo de un siniestro encuentro hispanoluso de poetas al que ambos acudimos), en su piso de Mérida (con vistas a las obras del Museo de Moneo, donde Yolanda nos inmortalizó en forma de fotografía, la misma donde la mirada de Santos Domínguez, como escribió en sus memorias, vio lo que no era. Poco más. De hecho la introducción de la antología concreta: “En Plasencia, San Vicente (un guiño cómplice a su querido pueblo, porque aquí nunca nos vimos), Cáceres y Mérida”.
El libro, ya dije, apareció en 1985 con ilustración en la cubierta de Isidro Álvarez y diseño de Julián Leal y despertó, según creo, cierto interés. Eso sí, coincidimos por aquellas fechas en Montánchez un grupo de jóvenes aspirantes a poeta junto a otros que ya lo eran y le entregué un ejemplar a Felipe Benítez que, aunque no lo recordará, me devolvió tal cual al día siguiente. Esos encuentros estaban organizados, entre otros, por Diego Doncel que se despachó a gusto contra la antología (y no sólo) en su artículo "Memoria de la poesía extremeña última" que publicó la revista vasca Zurgai unos años después. Es verdad que la nuestra, al menos en lo que respecta a la primera parte, la central, no era una antología de nuevos nombre y de apuesta (por eso forzamos ese añadido en forma de avance de lo por llegar), pero estuvo claro desde el principio.
Ahora, muchos años después, y termino, lo que acaso falta es una antología actual de la poesía escrita por extremeños o por poetas vinculados a esta tierra (pienso, por ejemplo, en dos antitéticos: Eduardo Moga y Andrés Trapiello -un nombre maldito, lo sé, en lo que respecta a la memoria de Ángel). Una breve introducción y poemas, sólo poemas. Daría mucho de sí, no me cabe duda. En esta tierra de la poesía, ya lo dijo María Zambrano, coexisten cuatro generaciones de poetas y en todas ellas hay nombres sobresalientes. Por lo demás, aquí cerca hay alguien que podría abordar con éxito esa aventura. Como puesta al día, insisto, estaría bien. Y como homenaje a aquélla, a la que superaría con creces, y a quien primero la concibió: nuestro querido e inolvidable Ángel Campos Pámpano. Seguimos.

P. D. Miguel Ángel Lama busca en su archivo y precisa: Abierto al aire, título tomado de un verso del Ciclo del caballo de António Ramos Rosa ("força de todo o corpo aberto ao ar").
Joana con Paula y Ángela, las hijas de Ángel.
Nota: Estas palabras fueron leídas en la entrega del Premio-Hispano Portugués de Poesía Joven 'Ángel Campos Pámpano' que tuvo lugar el pasado 10 de junio, Día de Portugal, en el Círculo Recreativo Sanvicenteño de San Vicente de Alcántara. Allí volví a encontrarme con sus amigos de la Asociación Cultural 'Vicente Rollano', con José Juan Cuño a la cabeza (y su hijo Israel, cámara en ristre); con Carmen y sus hijas: Paula (ahora, ay, en Lisboa) y Ángela Campos Fernández; con algunos miembros del jurado como el bondadoso Luis Arroyo (que leyó algunos poemas de La vida de otro modo y nos trajo dulces de su pueblo), Ruy Ventura (que sigue leyendo los poemas estupendamente, como en Yuste hace diez años), Luis Leal (al que conocí por fin), las filólogas Eva Romero y Ana Bejarano (organizadoras del acto, que representan el futuro y son memoria viva de su paisano) y Miguel Ángel Lama, profesor suyo, el eficiente secretario, que en un bello y breve discurso asoció la existencia del premio a la idea de amistad, la que Angelito concitaba en todos nosotros. Y sigue concitando tras su muerte. 
Acompañada de su profesora de español y de su familia, Joana Isabel Ventura Cortés, la ganadora, alumna del Instituto–Agrupamento de Escolas do Bonfim - Escola Secundária Mouzinho da Silveira, Portalegre (Portugal), recogió su premio: un cuadro de Javier Fernández de Molina (que, cómo no, también estaba allí), un diploma acreditativo, un ejemplar de la poesía completa de Ángel (detalle del editor) y 500 euros. Después dijo unas palabras y leyó su poema "Clepsidra". 
Tras la lecturas de versos de Ángel, Cernuda, Eugénio de Andrade o Pessoa por parte de algunos asistentes, nos fuimos a tomar algo a El Litri, como viene siendo tradicional. 
A la vuelta, y hasta Cáceres, seguí conversando con Miguel Ángel Lama, compañero de tantas aventuras y, en esta ocasión, también de viaje. 

Con los dulces que nos trajo Luis Arroyo de su pueblo.

12.6.16

Loewe, 25 años



Por Diego Doncel

La poesía de Álvaro Valverde, hasta la actualidad, se ha mantenido fiel a un modo de escritura que cabe aventurar como novedoso si se tiene en, cuenta otras aportaciones más recientes. Desde su primer libro, Territorio, se inauguraba un registro donde la reflexión era el móvil para desentrañar los signos que lo real nos ofrece. Un mundo, no por cerrado menos atrayente, en el que la visión se unía a la memoria e intentaba descifrar un paisaje que a la vez era el de la propia poesía.
En este libro, como volverá a ocurrir en su última entrega hasta la fecha, Las aguas detenidas, la tradición que sigue Álvaro Valverde no es otra que la recuperada en estos tiempos por María Zambrano y José Ángel Valente.
Pero sólo como síntomas dentro de una forma de concebir el hecho poético cabe aquí referirse a estos nombres. Junto a ellos, la mística y los románticos, trazaban una cadena que llega hasta los griegos y hasta los antiguos textos sagrados.
Se comprenderá entonces que hablemos de una nueva forma de entender la poesía. Frente al prosaísmo reinante, frente al abuso de una lectura simplista del yo siempre cifrado en un recorrido de bares y nocturnidades, de novias y cotidianidades intimistas y poco trascendentes, esta poesía se alza desde un afán de trascendencia.
Y esto es perceptible en Una oculta razón, premio Loewe 1991, donde se nos muestra, con ese verso de Auden que da título al libro, que la poesía debe ser desvelamiento, aventura espiritual, y que para que esto ocurra se debe aspirar a la radicalidad de los sentimientos y de la palabra.

Este artículo apareció en la edición impresa de El País el miércoles, 12 de junio de 1991, un día después de que se fallara el premio.

Con Luis Antonio de Villena, Octavio Paz y Carlos Bousoño, 1991

10.6.16

Lecturas de verano: un avance

Llevo meses apartando lecturas para el verano. Libros demasiado voluminosos o de narrativa o simplemente de esos que a uno le apetece leer al borde de una piscina o en vacaciones, que cada vez están más cerca. Entre ellos, el que ilustra esta entrada, Cartas a sus amigos, de Ramón Gaya, en Pre-Textos, con prólogo de uno de ellos: Andrés Trapiello. O, en la misma colección, Prosa musical, de Gerardo Diego, coeditado con la Fundación que lleva su nombre. 
También tengo aparcados los Diarios de Jaime Gil de Biedma, en Lumen, aunque los leí por partes, según fueron publicándose. No me cabe duda de que una de las lecturas de juventud que más me marcaron fue Diario del artista seriamente enfermo
Esperan ensayos como Sobre nada y otros escritos, de Mark Strand (Turner) y La menina ante el espejo. Visita al Museo 3.0, de Luis Bagué Quílez (Fórcola). 
En narrativa, Yoro, de Marina Perezagua (Los Libros del Lince), y Playa Omaha, de mi admirado Gonzalo Calcedo (Salto de Página)
De poesía, Eso, de Inger Christensen (Sexto Piso), que andaba buscando después de leer AlfabetoFuera de sitio, la poesía reunida, hasta ahora, de uno de nuestros más brillantes poetas: Antonio Lucas; y Poesía soy yo. Poetas en español del siglo XX (1886-1960) (Visor), de Raquel Lanseros y Ana Merino, una amplia antología de 978 páginas que reúne poemas de ochenta y dos mujeres de este y el otro lado del Atlántico. El título juega con el verso de Bécquer y con ella el editor parece rectificar tras aquellas polémicas afirmaciones sobre la poesía femenina vertida en una ya famosa entrevista que le hizo Nuria Azancot para El Cultural. Ah, echo en falta a Olvido García Valdés o a Chantal Maillard y me alegro de presencias como la de Rosario Castellanos y la de mis paisanas Pureza Canelo e Isla Correyero. Ah, que conste: sólo la he ojeado. 
Especial interés tengo por tres tomos de diarios. El segundo de Avelino Fierro, Ciudad de sombra (Eolas Ed.), Segundo Cuaderno de St. Louis, de mi añorado Luis Javier Moreno (también en Eolas Ed.) y Diario de una vida breve, de Juan Manuel Silvela Sangro (Pre-Textos), en edición de José Muñoz Millanes. A medio camino entre la poesía y el diario está Entre zarzas y asfalto, de Alejandro López Andrada (Berenice), un libro escrito en una de esas encrucijadas que, a nuestro pesar, la vida se empeña en situarnos. 
Menudean otros libros encima de la mesa donde los voy amontonando sin remedio. De poesía, sobre todo. También están a punto de ser lecturas veraniegas. Ya toca.

9.6.16

Más revistas

Llega, bellamente ilustrado, el número seis de la revista Cuaderno Ático. Coordinada y al cuidado de Sandra Santos y Juan Manuel Macías, han pretendido "hacer un pequeño, pero limpio homenaje a la poesía escrita por autoras, lejos de sectarismos y tópicos". Y añaden: "Este número especial supone también otro homenaje a la traducción de poesía, y el lector encontrará en él un gran número de versiones a cargo de Juan Manuel Macías y Sandra Santos, que ha realizado una extensa labor de traducción de poetas de habla castellana al portugués, así como versiones al castellano de algunas poetas anglosajonas y, sobre todo, lusófonas, tanto de Portugal como de Brasil, poco conocidas en nuestro país". La lista es muy jugosa. En ella están, entre otras, Katerina Anghelaki-Rooke, Pilar Aranda, Fiama Hasse Pais Brandão, Efi Cubero, Rosalía de Castro, Trinidad Gan, Ana Hatherly, Clarice Lispector, Ángeles Mora, Cecília Meireles, Sophia de Mello Breyner Andersen, Luiza Neto Jorge, María Ángeles Pérez López, María Polydouri, Safo y siete poetas suicidas: Alfonsina Storni, Teresa Wilms Montt, Florbela Espanca, Anne Sexton, Sylvia Plath, Alejandra Pizarnik y Ana Cristina Cesar.

Coincidiendo con el homenaje de la Feria del Libro de Madrid a la literatura francesa, Quimera le dedica también un amplio dossier, muy serio y sobre autores tan reconocidos y leídos en España como Modiano, Houellebecq, Carrére, Michon o Le Clézio.
Me han gustado los nuevos poemas inéditos de mi paisano Daniel Casado en los que cambia, o eso me parece, de registro.
Destacaría, además, la entrevista que hacen Cinta Moreso y Jordi Gol al mozambiqueño Mia Couto, y la segunda parte del texto sobre Buenos Aires de Álex Chico. 

8.6.16

Resilience

El guitarrista extremeño Javier Alcántara y la formación Short Stories Band publican el disco Resilience (editado por Youkali Music) que, además de buena música, contiene un libro de 24 páginas con colaboraciones de los poetas Luís Filipe Sarmento, Elías Moro, José Manuel Díez, Duende Josele, José María Cumbreño, Daniel Casado, Begoña Abad y Raúl Vacas, así como del pintor Salvador Retana (que aporta unos preciosos dibujos), el fotógrafo Juanjo Puerma, el narrador oral José Luis Gutiérrez García, Guti, el novelista Patxi Zubizarreta y la escritora Mar Benegas. El diseño y montaje son del pacense José Manuel Gamero Gil.
En Badajoz se puede adquirir en la librería Tusitala (Meléndez Valdés 6-A), en Natura Badajoz (Vasco Nuñez) o en Promusica (Arturo Barea, 19). También estará en las Fnac de toda España y se pueden pedir por correo al propio autor: javieralcantarajazzterapiart@outlook.es o en la dirección: siriki2011@gmail.com.
Copio aquí el poema con el que uno colabora en este proyecto que ha contado con la inestimable ayuda de la bibliotecaria y agitadora cultural Isabel Sánchez. 

AQUÉL​

Aquél que se levanta cada día
y piensa que la muerte se le acerca.
El que triste se afeita distraído
sin más motivación que la costumbre.
Aquél que va al trabajo y que camina
con su turbio pasado a las espaldas.
Quien mira en sus ojeras la razón
que toda sinrazón lleva consigo.
El que ignora que existe la alegría
y el porvenir como estación posible.
Para quien el amor sólo es quimera.
El hombre que a pesar de todo eso
se resigna o se obstina, mas no cede.
Quien resiste sereno a la intemperie.
Aquél que no consigue
ni darse por vencido.

7.6.16

César Simón: un rescate (o dos)

Con motivo de la salida a escena en Pre-Textos de la Poesía completa de César Simón, todo un acontecimiento, y a la espera de la reseña pertinente, rescato un texto que envié para el homenaje que dedicó al poeta valenciano la revista La siesta del lobo, que dirigía Arturo Tendero. Apareció en 2002, dentro del monográfico número 14. El título juega con el de uno de sus libros: Quince fragmentos sobre un único tema: el tema único.

DOS FRAGMENTOS SOBRE UN TEMA ÚNICO: LA POESÍA DE CÉSAR SIMÓN 


Para un joven, incipiente y poco documentado poeta de provincia, descubrir en 1983, a través de la revista valenciana Quervo (una revista de provincia que leía para evitar ser provinciano), a dos poetas de la categoría de Francisco Brines (al que por aquel entonces no era fácil leer porque sus libros o eran difíciles de conseguir o estaban agotados) y de César Simón fue toda una agradabilísima sorpresa. Leer a maestros así a tan temprana edad suele ser una pequeña garantía para encarar la difícil tarea de la perseverancia, que, como a nadie se le escapa, es condición ineludible y fatal para alcanzar la dudosa condición de poeta. Precisamente de César Simón aprendí una temprana lección de reconocible cuño cernudiano (que luego he venido repitiendo en mis inevitables poéticas), a saber, que serlo es antes que nada una cuestión de carácter; al menos hasta que se configure definitivamente el mapa del genoma humano, y aun así. La poesía de César Simón se me anticipó desde entonces como imprescindible. Otro tanto me pasó con el poeta, con la buena persona que era, cuando lo conocí, primero por carta y después personalmente. Carece de importancia, aunque fastidie, que a pesar de eso su poesía haya pasado y siga pasando desapercibida para buena parte de los lectores y de la crítica. O que quienes al parecer sí la valoran hayan dejado sus poemas fuera de los manuales, los cánones y las antologías, o que, más allá, desde su reconocida altivez, se limiten a mencionarlo de pasada (como si no le debieran nada) y a pie seguido le excluyan de su listado oficial de poetas y lo echen, por fin, al nutrido saco de los poetas ninguneados o prohibidos. Da lo mismo. Ser un poeta sin generación, rótulo, escuela o grupo acabará siendo, por mera cuestión de higiene poética y por saturación manifiesta en el mercado de las gangas, una garantía de continuidad o de supervivencia, si no la única. Sí, puede que la concesión del premio Loewe a uno de sus últimos libros cambiara un poco las cosas. Fue, en todo caso, circunstancialmente. Estos asuntos, ya se sabe, se dirimen a otra edad o en otros foros; siempre mediante bien armadas componendas y nunca en razón de tal o cual libro. Eso sí, no faltan, para despistar, curiosos rescates y hasta premios pre o postmortem que vengan a restituir al poeta, siquiera sea provisionalmente, en el escalafón, otorgándole el merecido peldaño antes injustamente usurpado; evidentemente, por los mismos. Dicen que el tiempo es el verdadero juez y el crítico sin duda más sagaz. No lo dudo, pero mientras decide o no, van decidiendo en su lugar otros más vivos. En consecuencia, una poesía, en rigor, importante acaba siendo una perfecta desconocida para buena parte de sus lectores contemporáneos. Por fortuna, algunos incautos nos hemos dado cuenta a tiempo de ese hecho y hemos leído y leemos y seguiremos leyendo la poesía César Simón, arbitrariedades poéticas al margen. 

II 

Acaso debería razonar ahora, de forma sucinta, las afirmaciones vertidas más arriba, no vaya a ser que parezcan fruto de algo que detesto: el amiguismo. 
Diré de antemano (lo recordaré, más bien), que la poesía no necesita justificación. Es, y basta. Se sostiene, en todo caso, a sí misma. Ante ella, sólo un lector. 
En la de César Simón encuentro algunas categorías que avalan, ya decía, cuanto afirmo. Así, para empezar, observo que su obra breve (que se manifestó tardía) atiende a una necesidad de decir y no a un innecesario y cansino repetirse. Es una poesía escrita en función de una sabia contención lo que, a la postre, la dota de una rara intensidad. Es la suya una poesía que recuerda el verso de Montale: áspera y esencial. 
Me apresuro a decir, aunque a estas alturas de la historia parezca casi un chiste, que tras esa necesidad, o por ella, se manifiesta una voz única, personal, que sólo suena a sí misma. Sus poemas no participan de esa categoría de poema-mix tan en boga, ni son, por lo mismo, meras falsillas de una receta archicopiada. 
Para seguir, no aprecio al leerla interferencias de lírico sabidillo (y, por eso, retórico) y sí referencias sutiles de la incesante tradición de la que su poesía es arte y parte. No en vano se nace a orillas de un mar que ha traído y llevado tantas y tan ricas maneras de ser y de decir; sucesivas apariciones de un mismo talante. Precisamente admiro de su poesía el paisaje, esa enigmática escenografía donde se desarrollan sus poemas y las páginas de sus diarios (pura poesía también). Territorio reconocible y aun conocido, pero llevado al poema con la debida capacidad de sugerencia y ambigüedad que al tratamiento de la naturaleza le cabe en este mundo descompuesto y viejo. 
Siento muy cercana -cuestión de afinidades electivas- la aquilatada mezcla de experiencia y pensamiento que reúnen sus poemas. Me atrevo a traer a colación (a título de ejemplo y a riesgo de pecar de obvio) un nombre capital de la poesía española de este siglo: Juan Gil-Albert. Su sola mención ofrece por mí el argumento que insinúo. 
Otro aspecto que destacaría de la poesía de César Simón, y que enlaza directamente con el anterior, es su humanidad. ¿Qué quiero decir? Sencillamente que su gran protagonista es el hombre. No es su tema la propia poesía, o el amor, o el tiempo. No al menos así, a secas. Esos temas están ahí poblando la acompañada soledad de su sujeto poético, un personaje que sabe que la poesía pertenece a la tradición del humanismo, como nos recordara Czeslaw Milosz.
Esta operación de palabras sustanciales que engloba la poesía toda de César Simón es tan inabarcable como poderosa. Humilde de apariencia, porque es lúcida, y profunda, muy profunda, porque es clara y limpia. Me felicito de haberla conocido tan a tiempo y me alegra que tan a destiempo se la celebre, como es, por otra parte, mediterráneamente sabio y razonable.

Álvaro Valverde

Nota: En la revista mexicana Letras Libres publiqué en junio de 2004, ¡cómo pasa el tiempo!, un artículo sobre un viaje a Valencia con el autor de Extravío al fondo: "Recordando a César Simón". Por si alguien quisiera seguir un rato más con el poeta. Y con uno, claro. 
Aquél está incluido en la amplia bibliografía de Begoña Pozo que incluye la edición de Pre-Textos. Éste, no.

6.6.16

Los pasos de Paz

La obra de Octavio Paz, por suerte, no termina. No sólo por la incesante relectura de lo ya publicado, sino también por lo que aún queda, al parecer, inédito. Así, De una palabra a la otra: Los pasos contados que ha editado Vaso Roto en su colección Abstracta con pintura de Frederic Amat. Se trata de dos textos del poeta mexicano: "Los pasos contados" y "La crítica como higiene social", que aparecieron en primera instancia, respectivamente, en la revista Camp de l'Arpa y el semanario Destino. El primero en 1980 y el segundo en 1975. Vaya por delante que la salida de ambos ensayos me ha parecido de lo más pertinente. El que da título (o casi) al libro, dedicado a Pere Gimferrer, por tratarse se una "biografía intelectual", en palabras del prologuista, Aurelio Major. El que le sigue, porque su actualidad es absoluta. Como si no hubieran pasado cuarenta años desde que lo escribió. 
A partir de una serie de lecturas que dio en el Distrito Federal, Paz, como le cuenta a su amigo catalán, elaboró esos comentarios que más tarde fijó en el texto a que aludimos. Se ocupa, comenta el Nobel, de "mis lecturas poéticas" y va trazando una singular panorámica de las primeras influencias, de los sucesivos maestros, de los cambios de rumbo y, por tanto, de poética, etc. "No son memorias: son un itinerario poético", concluye.
No menos interés suscita en este lector la primera parte de su indagación, donde discurre sobre la "experiencia poética", la obra y la vida (¿se pueden separar?), el poeta y sus fantasmas (la de cualquier poeta, sería la "biografía de un fantasma", "está hecha de las confesiones de muchos desconocidos"), la reescritura y la primacía del poema sobre el poeta: "El poema se cumple a expensas del poeta", dice. Y: "no es confesión ni documento".
Defiende que "El poeta que escribe no es la misma persona que lleva su nombre". Y añade: "el poeta no es una persona real: es una ficción, una figura del lenguaje". Recurre a Eliot, para quien "la poesía es impersonal". Como se ve, la discrepancia o el asentimiento, el diálogo en suma, está asegurado. 
A manera de coda, el citado ensayo sobre la crítica que leyó en un "polémico simposio sobre arte latinoamericano" celebrado en Austin y que luego fue convenientemente perfilado para darlo a conocer en la mítica revista barcelonesa. Allí defiende que los hispanoamericanos "somos un extremo de Occidente" o que nos faltó -a ellos y a nosotros, los españoles- una Ilustración, una filosofía crítica y, en consecuencia, un Romanticismo, aquí "declamatorio y externo". "Por eso -concluye- tampoco conocemos la tolerancia, fundamento de la civilización política". ¿Ven por qué dije lo de su actualidad?
No vamos a descubrir ahora la habilidad reflexiva de Octavio Paz, su profundidad de pensamiento y sus iluminaciones, lo que a uno más le ha interesado siempre del autor de Los hijos del limo. Para cualquier seguidor de su obra, el libro es de lectura obligatoria. Para cualquiera que estime la poesía, lo doy por hecho, un placer. Ni siquiera a sus detractores les decepcionará. ¡Paz en estado puro!