28.7.05

Un poema de Walcott

MAÑANA, MAÑANA

Recuerdo las ciudades que nunca he visto
exactamente. Venecia, jaspeada por canales de plata, Leningrado
con sus trenzados minaretes color pastilla de café con leche. París:
Pronto los impresionistas extraerían de las sombras la luz del sol.
¡Oh! y los callejones de Hyderabad desenroscándose
como una cobra.

Haber amado un horizonte es insularidad;
su visión, como a través de una persiana, limita tu experiencia.
Tu espíritu está anhelante, pero tu mente está sucia.
La carne se echa a perder bajo las sábanas salpicadas de migas,
ampliando el Weltanschauung con revistas.


Hay un mundo al otro lado de la puerta, pero qué irritante es
esperar junto a las maletas en un frío escalón frío mientras el ocaso
ilumina los muros enladrillados y antes de que empieces a arrepentirte,
está llegando tu taxi y avisa con el claxon,
se detiene junto al bordillo como un coche fúnebre y tú sin
darte cuenta ya estás entrando en él.

(Versión de J. C. Llop)