24.4.18

Praena y Verdú

Historia de un alma
Antonio Praena
Visor, Madrid, 2017. 86 páginas.

Praena (Purullena, Granada, 1973), dominico, profesor de Teología en Valencia y de la romana Domuni Université, ha publicado Humo verde, Poemas para mi hermana (accésit del Adonais), Actos de amor y Yo he querido ser grúa muchas veces (premio Tiflos). Con Historia de un alma ganó el Gil de Biedma.
Le puede sorprender al lector que sea un fraile el autor de este libro, pero de inmediato comprenderá que quien habla no es él, sino un personaje creado ad hoc. Para dar testimonio de los signos de estos tiempos. De las vidas de los otros. Con perspicaz ironía. Praena confiesa que busca “no juzgar”, aunque estemos ante una obra moral. Es un “fingidor”. De “libro sin poeta”, en fin, lo califica. No diría tanto. Poeta hay, y acreditado, con solvencia, por momentos virtuoso (“lo hermoso arde en su orden”), dueño de un lenguaje seductor y preciso que lo mismo bebe de la Biblia y de los místicos que de modernos y contemporáneos.
El cínico descreído que conduce coches y motos de alta gama, toma cocaína y alcohol, viste cara ropa de marca o practica el sexo compulsivamente, no es, claro está, el hombre que, a su sombra, interpela a quien lee sobre esa forma de vida. No es un maldito al uso. Su extracción social es otra. Tras la nietzscheana provocación acecha la nada, el vacío nihilista de Occidente (cuya historia “se funda en la tristeza”) que, paradójicamente, colma la existencia de personajes como éste. Inventado desde el realismo. “Aquí no queda espacio para tanto vacío”. “Y estar pleno de nada. / Y no saciarse nunca”, dice.
Es el monstruo de los cuadros de Bacon, por bello que se imagine (“Ser feo es una forma de conciencia”). El incapaz de definir el sufrimiento. El egoísta que compara la historia de su alma con el porno blando. Quien piensa que “toda felicidad aspira a lo palpable”: “No elijas las verdades invisible”. El que afirma: “Vertical es vivir. Morir es vertical”. O: “Llevamos cada uno en las arterias / la hora de la muerte”. En el poema “De una forma u otra”, sobre la vida de los santos, leemos: “nadie elije el espanto de estar vivo”.
“¿Cuánto mundos / se esconden en lo oscuro de este mundo”, se pregunta Praena. De algunos da cuenta este libro sofisticado pero creíble (“¿Existe el personaje que aquí escribe?”), letra a letra plagiado a la vida.

Vicente Verdú
Bartleby, Madrid, 2018. 70 páginas. 

Al lector de poesía le habrá sorprendido esta incursión en la lírica del periodista de El País Vicente Verdú (Elche, 1942). Especializado en temas culturales (de la arquitectura al arte), sociales (el matrimonio, los viajes, el tabaquismo) o deportivos (el fútbol), columnista con una amplia bibliografía a sus espaldas, no es, sin embargo, la primera vez que publica un libro de poemas. Ya ocurrió hace casi treinta años, cuando vio la luz Poleo menta. Y de nuevo la palabra “menta” se repite en el título. Según su autor, “el perfume que dejan los días felices”. Y no es precisamente la alegría el asunto central de estos versos. Da uno por hecho que para según qué cosas la poesía sigue resultando útil. Porque consuela, aunque admitirlo sea “desconsolador” –“una práctica paliativa”–, pero también porque permite que los pensamientos se anuden a los sentimientos, y viceversa, con una naturalidad y una hondura tal vez vedadas a otros géneros. “La desinhibición en la escritura sólo es posible en poesía”, ha dicho. El caso es que, como a tantos, a Verdú le diagnosticaron un cáncer de pulmón: “los médicos dictaminan males / sobre breves pozos de llanto”. Entonces, “el entusiasmo por vivir aumenta y el miedo a morir se multiplica”. En esa peligrosa encrucijada está escrito este intenso testimonio donde, a un tiempo, se da cuenta de lo vivido y se reflexiona sobre el momento definitivo en el que alguien ha de enfrentarse a su verdadera dignidad.
“Sólo se ama de verdad lo que no existe”, reza el primer verso, de un poema sin título que sirve de pórtico. El resto va jugando con las tres palabras clave: muerte, amor y menta. “Porque, efectivamente, / el amor sólo sabe turbiamente de sí / y no admite investigación alguna”. Más allá, diría, de la pérdida. Sí, estamos ante una larga meditación que es también un tenso diálogo en torno a lo fatal. Ante un lúcido paseo por el amor y la muerte, caras al cabo de la misma existencia. Allí, el miedo, la soledad, el dolor, la culpa, Dios… Y la felicidad de los recuerdos –la familia en Filadelfia–, de “la vida vivida sin temor”.
El lenguaje es sobrio pero plástico (Verdú es pintor), con atrevidas imágenes, sugerentes metáforas y juegos de palabras que conviven con cierta tonalidad grave y metafísica. Acaso porque “uno piensa mejor / cuando está solo ante la muerte”.

Nota: Las reseñas de los libros de Praena y Verdú aparecieron el pasado viernes, 20 de abril, en El Cultural.