Álvaro Valverde/HOY, 14 de mayo de 2005
Así suelen calificarse en nuestro idioma a los weblogs (web más log), o blogs a secas (Merholz dixit) que pululan por internet. No son sino páginas de un diario de ideas. Las hay de todo tipo, pero casi siempre de opinión. Política, periodística, literaria, etc. Hay incluso páginas que alojan múltiples bitácoras, en las que se nos orienta con el fin de que no zozobremos en ese proceloso mar donde numerosos náufragos depositamos nuestros mensajes dentro de simbólicas botellas. Como en las reales, ésas que dicen que se arrojan en las playas, es imprevisible saber si alguien, al otro lado, encontrará nuestro errático mensaje.
Uno, no creo que llevado por la moda (soy alérgico a ellas), también ha colgado la suya en la red de redes (http://mayora.blogspot.com). En la primera anotación escribí: "¿Seré capaz de llevar el diario que siempre fui incapaz de llevar? Bueno, mejor sería preguntarse si, como creo, el blog (o la bitácora, que decimos por aquí) es el medio ideal para adaptar la escritura a los tiempos que vivimos; los de internet, sí, que son los de la velocidad y la prisa; los de la actualidad desaforada; los del estrés como forma de vida. Por intentarlo que no quede". En eso estoy.
Debo confesar que la sensación de libertad que ese medio me proporciona es incomparable. Uno se siente absoluto dueño y señor de sus opiniones como sólo puede sentirse quien es único responsable de las mismas. Para bien y para mal. Sí, porque esa libertad sin aparentes cortapisas (más allá de las impuestas por el respeto), tan poco habitual en la vida ordinaria, te provoca, aun sin quererlo, un vértigo que unas veces recuerda a las cosquillas en la barriga que uno sentía deslizándose de pequeño por una atracción de feria y otras la del mareo que producen la velocidad y la altura.
Esta sigue siendo una de las grandes ventajas de internet. También, cómo no, con gente desaprensiva, uno de sus puntos débiles. Es agradable encontrar allí una enciclopedia, una biblioteca o un foro de debate, pero muy lamentable hallar instrucciones para fabricar una bomba o los últimos berridos de los grupos ultras, fascistas y neonazis.
Por ahora, comentarios mediante (los que puede hacer, por cierto, cualquiera), esa ventana al mundo no me ha dado más que satisfacciones. Me ha servido para seguir conversando con amigos y lectores y para enlazar con nuevos navegantes que, con sus palabras, me ha permitido viajar a otras costas.
Soy consciente, claro está, de mi vulnerabilidad. De mi flaqueza, similar a la de todos los marinos, naveguen por el agua o por la imaginación. Sé lo frágil que resulta opinar en voz alta y, por fin, de cómo valiéndose de la cobardía del anonimato cualquier miserable (haberlos, haylos) puede aprovechar esa puerta abierta para entrar en tu casa y ponerla hecha un asco delante de tus narices. Allá ellos con su conciencia, me digo, en el supuesto caso de que la usen. Además, una tormenta se la encuentra cualquiera. Solo queda saber cómo responderá entonces nuestra precaria nave y cómo reaccionará el piloto. Pero esto es parte sustancial de la aventura.
Ayuda, y no poco, efectuar la travesía en buena compaña, la que te proporcionan naves afines, por más que la personalidad es en una bitácora lo primero y esencial. Así, casi al mismo tiempo que la de uno, se han echado a la red otras cartas de marear que les invito a visitar. Me refiero a las de los escritores Gonzalo Hidalgo (http://bayal.blogspot.com) y Santos Domínguez (http://santosdominguez.blogspot.com) y a la del maestro Antonio Tejero (http://antoniotejero.blogspot.com). También en esto los extremeños estamos ahí. Puede que parezca un hecho menor, pero es más bien al contrario. La escritura de las bitácoras no es una manera de decir al uso. Es probable que de esta nueva forma de comunicación inmediata surjan nuevos modos de expresión y, en consecuencia, de discurso. Sí, es solo una posibilidad, pero a algunos con esa incertidumbre nos basta. Por si acaso, conviene pillar la ola.
Nada más global y local a la vez -tan glocal, por usar el término de Juan Cueto- que esta forma virtual de comentario.
Todo esto tiene una especial importancia para quienes, como en mi caso, abordamos la tarea con el rigor de quien aspira a entender la bitácora como una extensión de su propio mundo literario. Me he dado cuenta de que lo mismo que necesito decir según qué cosas mediante un poema, una novela o un artículo, también ha surgido en mí la posibilidad de escribir otras mediante este novedoso procedimiento. Su espontaneidad abruma tanto como hechiza. Menos mal que siempre cabe la posibilidad de corregir un registro o de borrarlo incluso. Y es que a veces los impromptus son temerarios. Tanto como viajar por la blogosfera.