30.7.05

Una casa vanguardista


Capilla del antiguo Seminario Menor

NO es Plasencia una ciudad que se haya caracterizado, en las últimas décadas, por añadir a su rico patrimonio arquitectónico obras de importancia. Al revés. Es el caos y la baratija lo que prima, como en tantas partes. De la arquitectura moderna son escasos los vestigios dignos de mención y apabullantes los ejemplos de barbaridades constructivas. Y sólo me refiero a los edificios en sí, que si habláramos del urbanismo…

En el caso de las restauraciones, las cosas cambian. Ahí sí ha habido intervenciones de interés y, por suerte, son cada vez menos los palacios o casonas que no han sido rehabilitados para uso de particulares (los menos) o del público en general (el Parador, el Auditorio de Santa Ana, Las Claras, etc.). El arquitecto Fernando Serrano codirige el proyecto de transformación de la iglesia de San Francisco (que llegué a conocer como Cine Sequeira) en Sala de Exposiciones que, visto lo visto, promete ser otra recuperación de interés. Como lo será la de Santo Domingo.

Quizá sea la conversión del antiguo Seminario Menor en Casa Sacerdotal Diocesana la obra más significativa de la arquitectura civil y religiosa (tanto da, puesto que de las dos participa) de la Plasencia de finales del siglo XX y comienzos del XXI, al menos hasta que llegue el Palacio de Congresos. El proyecto de los jóvenes arquitectos Andrés Jaque, Miguel de Guzmán y Enrique Krahe, acaba de ser designado finalista de la VIII Bienal de Arquitectura Española, un prestigioso certamen que ha reunido los 34 mejores edificios realizados por españoles en los dos últimos años.

Uno trabajó allí a principios de los ochenta, donde había cursado sus primeros estudios mi hermano Fernando, con los Operarios Diocesanos, Hermandad de la que terminó siendo miembro.

Daba clases, si no recuerdo mal, de lengua, plástica, ciencias sociales y francés. Fueron mis primeros años como docente y los recuerdos, a pesar del tiempo transcurrido, no se han extraviado. Por si acaso, ventajas de la poesía, fijé esos años en un breve poema titulado 'Hacia 1980'.

Fue precisamente mi hermano quien llamó mi atención sobre nuestro antiguo colegio. Es verdad que Yolanda y yo, en nuestros paseos circulares alrededor del laberinto, habíamos apreciado ya que los cambios en su antigua estructura (que viene del siglo XV con ampliaciones en el XIX) iban muy en serio. Su visión exterior, que es la que uno ha observado, no deja al paseante indiferente. Por dentro, que es como lo ha visto Fernando, la cosa es aún peor. Para bien y para mal. Quiero decir que quienes lo habitan y lo visitan suelen mostrar más desagrado que contento ante el radical cambio efectuado. Pero aquí, ya se sabe, somos muy conservadores.

Valiéndome de internet, también yo he podido apreciar, a través de hermosas y precisas fotografías, lo que el edificio esconde, al menos en parte. En internet está también un espléndido reportaje del diario El Mundo firmado por Jorge Escohotado que lleva por significativo título 'La casa sacerdotal más loca de España'. El subtítulo alude a la 'mística vanguardista'. No sabe uno si a estas alturas de la historia la palabra vanguardia (no digamos mística) designa aún algo. La pobre ha sido tan exprimida y devaluada que, insisto, ya no sabe uno a qué atenerse. Sí, supongo que, en sentido lato, podemos hablar de un edificio vanguardista siquiera sea por lo que su nueva concepción tiene de juego y divertimento (números sobre el jardín, colores chillones, iluminación de neón, etc.). Decía más arriba que los usuarios y los responsables de la Casa no están del todo conformes con su diseño que, más allá de los gustos, no parece corresponderse con los fines para los que fue (re)creado. Un punto de encuentro de la disconformidad es, por ejemplo, la capilla. Otros, que también han estado allí, todavía no se han repuesto del susto. Las bancocicletas -bancos con ruedas de bicicletas en el extremo- no son cómodos ni serios, dicen. El sagrario está escondido. La sacristía es todo menos eso. Sin embargo, hablan bien de las habitaciones, es decir, de las partes del edificio que no son zonas comunes. El comedor, que está entre éstas, al parecer es de lo más alegre. Si algo ha primado en el proyecto es la luz y el color (tanto que a veces parece que está uno en Miami), algo lógico teniendo en cuenta que está realizado en función de unas personas mayores que ya no pueden vivir solas y que van a usar el lugar, seamos claros, como residencia geriátrica o bien por sacerdotes que no son ancianos pero que están enfermos.

Uno, menos anquilosado que la mayor parte del paisanaje, apuesta por la reforma y se alegra de que el nombre de Plasencia se esté paseando por los mejores foros arquitectónicos de España y parte del extranjero. No es poco.

(HOY)