Como muchos, siento una especial predilección por los artículos que publica en El País la periodista Soledad Gallego-Díaz. Me gusta cómo están escritos, su tono (la clave de cualquier texto, literario o no) y la serenidad que desprenden, fruto de su capacidad de penetración y de su lucidez. Leo su entrega de hoy, Tendríamos que haberles oído, y en lugar de enviarle un mensaje electrónico, como hago a veces (y que siempre constesta), prefiero dejar aquí el testimonio de mi admiración. A mi modo de ver, no es sólo uno de nuestros mejores periodistas sino uno de los imprescindibles. Más en estos tiempos de tribulación.