Ya hemos recordado aquí más de una vez en los últimos tiempos que hace ahora veinte años que murió en Cáceres Juan Manuel Rozas, el que fuera profesor de la Universidad de Extremadura. Con ese motivo, se ha celebrado en la ciudad donde vivió sus últimos años (desde 1978, cuando llegó de Santiago de Compostela, donde había ejercido ya como catedrático, después de su paso por el CSIC, en calidad de investigador, y por la Autónoma de Madrid) un homenaje bajo el título “Del Siglo de Oro a la Edad de Plata”. Las sesiones han tenido lugar en la Facultad de Filosofía y Letras que él no llegó a conocer. En el apretado programa que su coordinador, José Luis Bernal, dispuso para los días 27 y 28 de abril se han tenido en cuenta los principales intereses de Rozas, su pasión por la investigación y por la docencia de esos dos periodos no menos emocionantes de la Literatura Española a que aludía el rótulo del encuentro. Compañeros, amigos y discípulos suyos han disertado sobre autores tan queridos para él como Lope, Quevedo, Calderón o Guillén.
Rozas llegó a Cáceres en un momento clave para la historia reciente de Extremadura, cuando la Universidad que lleva el nombre de la región (tantos siglos después) se empezaba a abrir camino. En esa encrucijada no estuvo, conviene precisarlo, solo. Fue uno más entre aquel puñado de profesores que con sus carreras ya hechas o con ellas apenas trazadas se dispusieron a poner en pie un edificio sin el que resulta imposible explicar nuestro salto a la modernidad, la dignidad y el desarrollo.
Junto a Senabre, por ejemplo, llevó a cabo una tarea fundamental, la de consolidar los fondos de la biblioteca, ésa que ya está integrada en la general de la Universidad. Antes de que se desmantelara de su antigua ubicación, Miguel Ángel Lama realizó un hermoso y nostálgico documental que era también un homenaje a quienes la concibieron.
Como don Ricardo, Rozas se implicó muy pronto en nuestra realidad cultural. Era muy pobre, es cierto. Por eso, no les dolieron prendas emprender tareas divulgativas (los recuerdo, por ejemplo, en Plasencia dando conferencias en el Aula del Verdugo). Por eso, comenzaron a desempolvar la literatura escrita por extremeños. La clásica, lógico, y la contemporánea, algo más extraño. Es bien conocido el análisis que hizo el segundo de la obra de Chamizo, pongo por caso.
Ahora es menos raro pero en los ochenta no era frecuente que la crítica literaria de periódicos la hicieran sesudos profesores universitarios y uno no olvida una famosa reseña de Rozas en El País titulada, con ironía, “Los Novísimos a la cátedra”, con motivo de la aparición de la antología de Pereda y del Moral en la colección Letras Hispánicas.
No se puede olvidar que presidió durante años el jurado del premio “Ciudad de Badajoz” y que, desde que se crearon, formó parte del “Constitución” y del “Residencia” (convocado por la universitaria San José de Cáceres). A este último llegó a presentarse para ver la reacción de sus compañeros. Sí, porque a sus ocupaciones como profesor, crítico e investigador Juan Manuel Rozas sumaba la de poeta. No un poeta de ocasión o dominguero. Al contrario: un poeta cabal que, por más que sólo al final de su vida publicara libros de poesía, la había practicado desde muy joven. Eso lo demuestra el volumen que acaba de sacar a la calle la Editora Regional de Extremadura (y pido perdón por la cuña publicitaria) donde se reúne su Poesía Completa, donde, además de los libros editados o inéditos (como el póstumo La partida), se añaden algunas muestras de su poesía de juventud y, claro está, de madurez. De la edición literaria se ha encargado su hijo José Luis, filólogo como su padre, que ha escrito un prólogo tan ajustado como emotivo.
No sé si está mal que uno lo diga, pero el volumen no hubiera desmerecido en la biblioteca del devoto bibliófilo que Rozas era. Le hubiera gustado, sin duda.
La Consejería de Cultura no ha encontrado una manera mejor (y más perdurable) de renovar su recuerdo. Ni creo que la haya.
Dije antes que se ocupó de sus contemporáneos y, en tanto que poeta, él lo era respecto de nosotros, los poetas extremeños que empezamos a publicar a principios (y mediados) de los ochenta. Fue también su caso. Por eso el acto final del congreso en su memoria, ayer tarde, fue una mesa redonda titulada “Juan Manuel Rozas y la Literatura en Extremadura en los últimos XXV años”. Él aportó buena parte del rigor y la modernidad que ésta nunca tuvo. La nuestra había sido hasta entonces una tierra abonada a la mediocridad de los aficionados, tan cortos de miras como de conocimientos. Su apuesta por lo que nacía fue tan deliberada como iluminadora. Es una pena que no haya podido apreciar las felices consecuencias.
(En HOY)