“Nadie está libre de decir estupideces, lo malo es decirlas con énfasis", escribió Montaigne. Algo así ha debido pasarle a José María Aznar en su reciente visita a Cáceres, justo cuando dijo aquello de que Extremadura no ha avanzado y sigue «en el mismo sitio en el que se empezó» hace 23 años, tal como se recogió en los periódicos.
Uno iba oyendo la radio del coche, tan tranquilo y, ¡zas!, el ex presidente que comienza a leer su discurso. Su tono era cansino y su convicción escasa (esas cosas no pueden disimularse). Tropezaba cada poco con las palabras (otra señal inequívoca de que la cosa resultaba forzada). Iba ensartando en una ristra esos lugares comunes que quienes frecuentamos los medios de comunicación conocemos perfectamente, por archirepetidos, cuando de pronto mencionó lo que he dicho hace un momento y no pude por menos que darme, de inmediato, por ofendido. Por el mero hecho de ser (y sentirme) extremeño, ni más ni menos. Aunque hemos avanzado mucho por el camino de la autoestima, después de tantos siglos de humillación seguimos siendo proclives a según que comentarios. Sí, somos frágiles, vulnerables y nos duele en lo más hondo (generalizo deliberadamente) que vuelvan a compararnos con los que éramos y que, sin duda, ya no somos; aquéllos “indios de la nación” del triste poema del Padre Salas.
¿Cómo que Extremadura no ha avanzado y sigue en el mismo sitio que hace 23 años? ¿Se puede admitir este vergonzante insulto a la inteligencia? Para empezar, se ve a las claras que Aznar no nos ha frecuentado (como presidente del gobierno, no vino nunca). O que, de haberlo hecho, habrá sido para visitar la finca de algunos amigos y, claro, el campo, en según qué sitios, ha cambiado poco; por ejemplo, cerca de Monfragüe. Para seguir, ¿dónde están los que se dan por humillados cuando un nacionalista, un escritor o un cómico no nos tratan con el debido respeto? Porque por un quítame allá esas pajas hay que ver cómo se ponen a veces. ¿Pudieron los militantes del PP extremeño, empezando por sus estirados dirigentes, no darse por aludidos cuando Aznar dijo eso? ¿No se les removieron las tripas? Al fin y al cabo eso es lo fácil cuando la boutade te pilla comiendo, lo que hacían en el castillo de las Arguijuelas de Abajo. ¿Es que acaso no han contribuido ellos a que este estado de cosas cambiara? Por aterrizar, ¿están las ciudades donde ellos gobiernan igual que entonces? ¿Y eso no es acaso Extremadura?
Más preocupante me parece, y no sé si estoy solo, que los extremeños de uno y otro signo, sólo por serlo o por sentirse tales, regionalistas o no (¿dónde estaba esta vez don Pedro Cañada?), no se hayan dado por agraviados. “No sé si estamos ante un pueblo inteligente al que le resbala que vengan a ofendernos, o ante un pueblo al que se le puede ofender gratis”, me ha confiado alguien que nos conoce bien. Ahí está el dilema. O hemos madurado mucho en poco tiempo o estamos lejos de haberlo hecho.
Por lo demás, ¿se imaginan a un político responsable (y yo, que conste, a Aznar no le tengo por tal desde lo de la guerra de Irak) diciendo algo equivalente en similares circunstancias? Por algo tuvieron que llamarle la atención cuando se entrometió hace unos meses en la política interior mexicana.
No hay inteligencia, insisto, que soporte ese absurdo análisis, por llamarlo de alguna manera. Me imagino que, para colmo, lo que Aznar leyó con torpeza (como ahora usa tanto en inglés, lo mismo está perdiendo el dominio del español) no es fruto del trabajo de los sesudos investigadores de FAES sino de las preclaras mentes de algunos populares extremeños y eso sí que da verdadera lástima.
Que a Extremadura, por usar una frase famosa, no la conoce ni la madre que la parió es algo que puede suscribir cualquiera. Cualquiera, preciso, que no esté ciego (y hablo en sentido figurado) o que no tenga anteojeras o que, en fin, no sufra del síndrome de “a sus órdenes”, tan caro a los del “prietas las filas”. ¿Cómo podríamos mirarnos a la cara si estuviéramos igual que hace más de dos décadas? No habría bastantes psicólogos, terapeutas y psiquiatras para tratarnos. Estaríamos desesperados por culpa de esa manifiesta irrealidad que sólo vive en las mentes enfermas de algunos y, a lo que se ve, en la desinformada opinión de alguien que ni nos conoce, ni nos entiende, ni nos aprecia.
España entera ha cambiado por completo en estos lustros de democracia y libertad que nos contemplan. Unas regiones más que otras, por supuesto. ¿Hace falta volver a explicar el porqué? A una derecha de la que, en rigor, es heredera la de hoy le debemos los extremeños nuestra indigna situación de partida. De eso hace… 23 años. Los mismos que no llevan, ay, en el poder.
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