Cuando salga publicado este artículo, se habrán clausurado los actos del Homenaje al poeta, profesor y traductor José María Valverde que han tenido lugar en Barcelona con motivo del décimo aniversario de su fallecimiento. Comenzaron el pasado 27 de abril con una conferencia de Rosa Regás y terminaron ayer con la inauguración de una biblioteca que lleva su nombre y una mesa redonda titulada “José María entre nosotros” donde participaron viejos amigos como Martín de Riquer, Francisco Rico o Esther Tusquets y su hija Mariana.
Además de las conferencias y las mesas redondas (aparte de la mencionada, hubo otra en la que participaron, entre otros, Fernández Buey y Felipe Aranguren, el hijo del filósofo con el que se solidarizó el autor de Ser de palabra para partir al exilio canadiense), ha tenido lugar una exposición denominada “José María Valverde: imágenes y palabras”. Todos los actos han sido organizados por el Colegio Mayor Penyafort-Montserrat-Llull y la Cátedra Valverde de la Universidad de Barcelona.
Gracias a las gestiones de Efi Cubero -poeta de Granja de Torrehermosa y amiga personal de la familia- ha habido en el Homenaje presencia extremeña. No sólo institucional (el Consejero de Cultura asistió a la clausura junto al Conseller de Cultura de la Generalitat, Ferran Mascarell, y a Màrius Rubiralta, Rector de la Universidad de Barcelona) sino también en lo que a la citada exposición se refiere. Para eso se han enviado cuadernillos del Aula Literaria de Cáceres que lleva su nombre (y que él no llegó a conocer), así como el del Aula “Díez-Canedo” de Badajoz (donde leyó en 1993) y otros materiales relacionados con su obra (como una edición facsímil de sus traducciones de Hölderlin para Adonais) y con Extremadura, su región natal.
Que José María Valverde Pacheco naciera en la localidad fronteriza de Valencia de Alcántara es un asunto azaroso —nadie elige el pueblo en el que nace—, pero también insoslayable. En un texto titulado “Poética y metafísica”, publicado en la Antología Consultada de Adonais en 1952, escribe: “¿Debo decir algo de mí? Que nací en Extremadura, en la raya de Portugal, en 1926”.
Ángel Campos Pámpano, en un artículo publicado en La Gazetilla de la UBEX en 1996, pone estas palabras en boca de Valverde: "Mi infancia, en realidad es madrileña. Sin embargo, soy extremeño por los dieciséis costados: mi bisabuelo Valverde tejía y vendía paños en Valencia de Alcántara; mi bisabuelo Fructuoso Pacheco, en Cáceres, era llamado "el Pantalonino", lo que sugiere que había dejado el calzón campesino por la prenda burguesa, pero yo soy valentino porque mi madre quiso llevarme a nacer junto a su madre. En 1935 estuve una temporada con los abuelos en Valencia de Alcántara (…). Luego volví algún tiempo, al final de la Guerra Civil -recuerdo que en casa se recibía el HOY”.
Tras una visita fugaz en 1974, el discípulo de Antonio Machado, como quería que le recordasen, volvió a Extremadura en 1993, invitado, ya se dijo, por el Aula “Díez-Canedo”. Visitó también su pueblo y se emocionó al recibir en el instituto de secundaria un sello de caucho con su nombre (el centro se denomina “Lostau-Valverde”).
Se suele decir que con Extremadura tuvo un desencuentro. Puede que así fuera en algunos momentos de su vida pero eso debió cambiar radicalmente en los últimos años, cuando regresó aquí y, a buen seguro, pudo comprobar que nada era igual que antes. Extremadura llevaba tiempo recorriendo un camino que conducía decididamente hacia el resurgimiento y normalización cultural. Y ahí, en ese contexto, cuando una nueva generación de escritores extremeños aportaba inéditos aires de rigor y modernidad a la literatura española, no podía faltar la figura de José María Valverde, un extremeño que, como tantos, había vivido fuera de su tierra. Desde ese momento se hace explícito un vínculo que ya existía para muchos lectores y escritores extremeños que habían frecuentado sus poemas, sus traducciones y sus ensayos y que le admiraban.
Valverde era y es un referente ineludible. Puede que un tanto forzado por las circunstancias, sí. Al fin y al cabo nunca hemos estado sobrados de escritores nacidos en Extremadura capaces de ejercer el magisterio intelectual que necesitábamos. Pero no por eso su importancia ha sido y es menos decisiva.
La primera gran vindicación del poeta en la región se debe, por cierto, a una iniciativa del periódico HOY que a finales del año 1992 publicó un cuadernillo, que coordinó Ángel Campos, dedicado al escritor valentino en el que colaboraron, entre otros, Francisco Umbral y Rafael Argullol, junto a jóvenes escritores de Extremadura.
Como insinué antes, es posible que la Extremadura que llegó a atisbar José María Valverde modificase su percepción de nuestra realidad. Puede que eso le ayudara a reconciliarse con un parte sustancial de la memoria de su familia y de su infancia. Por eso y por muchas cosas más era necesario que Extremadura participara activamente en su Homenaje. Felizmente, así ha sido.
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