Ayer tarde llevamos de nuevo a Brutus al molino. Nos costó mucho bajarle al coche. En el empeño, Yolanda, Carlitos, Alberto, mi suegra... Para un perro de campo, doce días en un piso causan estragos. Sigue sin apoyar la pata (o mano) en el suelo. La venda que cubre los hierros ya se la ha roto mil veces.
Durante todo el viaje, fue muy inquieto. Se levantaba a mirar por la ventanilla. Yolanda le llevaba literalmente encima, con lo que pesa.
Al parar en el porche y abrir la puerta, aquello fue una fiesta. Salió disparado, ladrando. Subió, bajó. No parecía un animal herido y cojo.
Le dejamos metido en la garganta, bebiendo y mojándose. Lo que pase a partir de ahora es un misterio. Ojalá siga la recuperación. De lo que no nos cabe la menor duda es de que allí será más feliz, si se me admite la licencia.
Durante todo el viaje, fue muy inquieto. Se levantaba a mirar por la ventanilla. Yolanda le llevaba literalmente encima, con lo que pesa.
Al parar en el porche y abrir la puerta, aquello fue una fiesta. Salió disparado, ladrando. Subió, bajó. No parecía un animal herido y cojo.
Le dejamos metido en la garganta, bebiendo y mojándose. Lo que pase a partir de ahora es un misterio. Ojalá siga la recuperación. De lo que no nos cabe la menor duda es de que allí será más feliz, si se me admite la licencia.