"Los buenos escritores suelen tener olfato para detectar cuándo un mundo se acaba". Lo dice José Carlos Llop en el delicioso prólogo que abre la reedición de Dos pastiches proustianos, de su admirado paisano Llorenç Villalonga. Un mundo es lo que el isleño dejó fijado, por cierto, en Bearn. Como Llop recuerda, la novela fue presentada al premio Nadal en el 56, el año que ganó El Jarama de Ferlosio.