Pocos ejemplos más evidentes de la miseria humana que el vulgar de dar un golpe con el coche a otro y marcharse como si nada, sin dejar una nota o dar parte a la compañía de seguros. Ayer, al llegar a Mérida, comprobé que alguien había hecho lo propio y me había dejado una notable abolladura encima de la rueda delantera derecha. Me acordé de toda su familia. Empecé, claro, por su pobre madre. Sí, porque pocas cosas le pueden poner al hombre que conduce más cerca de su miserable condición que ésta que relato. Miseria por miseria. Porca miseria.