El novelista Gonzalo M. Tavares le decía en Lisboa a Miguel Mora: "Primero, me parecía fundamental el aislamiento. Ir viviendo y, al mismo tiempo, leer y escribir. Durante 10, 12 años, me levanté muy temprano. Me levantaba a las cinco y media y a las siete estaba en mi escondrijo; leía y escribía. Kierkegaard decía que sólo es posible llevar una buena vida si tenemos un buen escondrijo, y que tener un buen escondrijo es tener una buena vida. Siempre he intentado encontrar un buen puesto de vigía del mundo". Eso me recordó aquello que dijo Juan Goytisolo en Cáceres, lo de que Extremadura era "un buen acechadero". Entonces me sentí momentáneamente feliz por vivir aquí. En este escondrijo, en este acechadero.