Lo que no cuenta mi amigo Miguel Ángel Lama en su entrada sobre El Ambroz, y más en concreto sobre el bar-librería Las Flores, esa ejemplar rareza situada en los soportales de la plaza de Hervás, lo que no cuenta, digo, y perdón de antemano por ponerme un pelín escatológico, es que en el servicio de caballeros hay instalado un curioso y elemental artilugio de contrastada eficacia. A la altura de los ojos del usuario un cartel advierte de la conveniencia de hacer puntería, mientras se hace pipí, sobre un tapón de corcho que flota en la superficie del agua. Mano de santo, si se me permite usar en este contexto la frase hecha. Porque a veces, ay, lo que debería haber a la entrada del váter de hombres es un par de botas catiuscas.
El invento, además de contribuir a la higiene y la limpieza y de favorecer el control de la motricidad fina, promociona el excelente corcho extremeño. ¡Será por ventajas!
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