La Isla placentina tiene sus propios habitantes. Llevo años persiguiendo una novela que dé forma a ese mundo. Para ello, ay, me gustaría ser Manganelli.
Uno de los personajes que pululan por aquellas riberas fluviales, al que me encuentro cada día sin importar estación u hora, es un joven treintañero que debió sufrir un ictus. Pasea constantemente arriba y abajo, por las orillas del río. Tiene afectada la parte izquierda. Cojea de esa pierna y se ve que el brazo también está dañado. Es un tipo jovial, simpático. Aunque no sé ni cómo se llama, le saludo siempre. Suele ir en compañía. De otros conspicuos isleños. Hoy le he dado alcance a la altura de la sede de la asociación de vecinos del barrio San Juan. "Hasta luego", le he dicho. Él, algo sorprendido, ha contestado: ¡Vaya paso que llevas! Unos segundos después ha añadido con tono resignado: "Quien pudiera". Confieso que me ha dejado hundido.
Uno de los personajes que pululan por aquellas riberas fluviales, al que me encuentro cada día sin importar estación u hora, es un joven treintañero que debió sufrir un ictus. Pasea constantemente arriba y abajo, por las orillas del río. Tiene afectada la parte izquierda. Cojea de esa pierna y se ve que el brazo también está dañado. Es un tipo jovial, simpático. Aunque no sé ni cómo se llama, le saludo siempre. Suele ir en compañía. De otros conspicuos isleños. Hoy le he dado alcance a la altura de la sede de la asociación de vecinos del barrio San Juan. "Hasta luego", le he dicho. Él, algo sorprendido, ha contestado: ¡Vaya paso que llevas! Unos segundos después ha añadido con tono resignado: "Quien pudiera". Confieso que me ha dejado hundido.