No es un seudónimo, aunque lo parezca. Es el nombre de un amigo. Y de un antropólogo. Echo pocas cosas de menos de mis años en Mérida (¿quién se acuerda ya de aquello?). Una de ellas, la charla diaria con Segundo en la Editora, cuando tenía una sede digna, en la calle Manos Albas. Subía de la planta baja, de la zona de Patrimonio, y se sentaba frente a la mesa de María José. Todas las mañanas. Uno se acercaba desde el despachino y charlábamos un rato. Se fue a Madrid y no hemos vuelto a vernos. Por suerte, escribe en El Periódico Extremadura de vez en cuando. Artículos tan bonitos como éste.