Como comentaba hace poco, mi Portugal es sobre todo un país leído. Así, aunque en Monsanto (elegida en 1938 "Aldeia Mais Portuguesa de Portugal") no había estado nunca, lo conocía a través de las palabras de Torga, de Saramago, de Salvado... Las mismas que cubrían las paredes del restaurante donde hemos comido hoy. Allí reza: "Monsanto é uma pedra". Y es verdad. Como que uno no estaba preparado, por mucho o poco que conociera, para ver esa pedrera o, mejor, ese berrocal asombroso. A mucha honra llevo, por cierto, mi segundo apellido: Berrocoso, de la misma familia; que suena también (tan bien) a extremeño y a portugués.
Desde lo alto del castillo (que fuera, ay, templario) se ve medio Portugal. Esto lo han dicho todo los que lo han escalado. No es poco poder observar a vista de pájaro la extensa planicie de Idanha. La luz era perfecta (de verano) y el viento soplaba con la fuerza debida. Daba gusto recordar el paseo sentados en la mesita con una cerveza fría en la mano, junto a una pequeña ventana (con su preceptiva cortinita) que daba a una calle de piedra y a una casa de piedra, como la que sobresalía rotunda de la pared del comedor. Fue entonces cuando, luso perdido, me dije: Ángel, ¿estuviste en Monsanto?
Desde lo alto del castillo (que fuera, ay, templario) se ve medio Portugal. Esto lo han dicho todo los que lo han escalado. No es poco poder observar a vista de pájaro la extensa planicie de Idanha. La luz era perfecta (de verano) y el viento soplaba con la fuerza debida. Daba gusto recordar el paseo sentados en la mesita con una cerveza fría en la mano, junto a una pequeña ventana (con su preceptiva cortinita) que daba a una calle de piedra y a una casa de piedra, como la que sobresalía rotunda de la pared del comedor. Fue entonces cuando, luso perdido, me dije: Ángel, ¿estuviste en Monsanto?