16.11.09

Desierto

Conocimos a Pablo d'Ors en Oviedo, cuando nuestras primeras novelas quedaron finalistas de un premio oportuno que acaba de desaparecer, el Tigre Juan. Era el año 2000. Desde entonces el autor madrileño ha venido publicando un puñado de obras que han merecido la atención y el aplauso de la crítica, así como de no pocos lectores. Obras que uno no ha leído por el mero hecho de ser novelas; libros, ya se sabe, que frecuento poco. Novelas, o eso creo, de envergadura, no sólo por el número de páginas sino, sobre todo, por la densidad y ambición de su escritura. Y., que sí las ha leído, lo confirma, y G., con quien coincidí, después de tantos meses, el pasado sábado en El Quijote. Ya estaba decidido a comprar El amigo del desierto cuando me contó que la había leído y que le había gustado. Después de hacer lo propio, no me extraña. La última, breve novela de d'Ors es -y perdón por el tópico- una joya. Tiene "mucha valía". Un libro llamado a perdurar porque tiene el regusto de lo clásico. El desierto, el vacío, el silencio... Qué deliciosas han sido las pocas horas que uno ha estado viviendo en las páginas de d'Ors. Qué fácil rozar, de su mano, la promesa de infinito que se pierde entre las cambiantes dunas del desierto. "Una nostalgia".