Esta tarde he subido Valle arriba, hasta Tornavacas, donde la niebla ya empezaba a ser densa. Según avanzaba despacito, siguiendo el curso de nuestro río "de juguete", más me acordaba de Trapiello y de su ascenso semanasantero con los amigos murcianos, entre cerezos en flor. ¡Cómo va! He parado en Cabezuela para comprobar, pie a barro, su verdadera dimensión. Parecía una garganta del Himalaya. Asustaban sus aguas veloces y terrosas. Impresionaba escuchar su elemental bramido. Hoy no se saltaba de orilla a orilla. ¡Qué fuerza de la Naturaleza! Lo mejor, con todo, era mirar a las montañas y ver, aquí y allá, las torrenteras blancas que descendían por sus empinadas laderas. Hacía años.