Ya dio uno noticia de la salida en la editorial Visor de la poesía completa (hasta ahora: 1994-2009) del salmantino Juan Antonio González Iglesias. Su nombre es habitual desde hace tiempo en cualquier listado de poetas jóvenes o antología poética que se precie.
El primer libro suyo que leí no fue el primero que publicó. Ni siquiera el segundo. Cuando nos conocimos, en la celebración del veinte aniversario del Loewe, le comenté que había buscado durante años por las librerías de media España Esto es mi cuerpo y que no lo había conseguido. Me animó a comentárselo a su editor, Chus Visor, sentado allí cerca, porque éste aseguraba que no estaba agotado. Ahora he podido dar con esa obra y, ya digo, leer o releer todas las publicadas (o escritas) por él hasta el momento. Con todo, es curioso: me ratifico en mi preferencia por Un ángulo me basta, el libro que me descubrió a las claras su condición de poeta. GHB maneja una teoría al respecto según la cual preferimos de un autor lo primero suyo que leímos. Puede ser el caso. Con todo, que a uno le guste ése especialmente, no significa que no haya en cada uno de los suyos razones de sobra para admirar su poesía. Por su mezcla, a lo Foix, de antiguo y de moderno, por su sugerente claridad, por su preferencia por la elegancia y el ascetismo, así como por el elogio de las virtudes clásicas. También, aunque no sea lo mío, por su celebración de lo olímpico y del deporte. Y por su delicado culturalismo, tan vital como todo lo suyo. No estaría de más, en fin, ponderar su perfecto manejo de la técnica poética (en su más amplio registro), algo que solemos dar por hecho en cualquier poeta pero que no pocas veces brilla por su ausencia.
De la edición cabe destacar que cada libro va precedido de su correspondiente prólogo, lo que ilumina y orienta, en el mejor sentido, la lectura. Y ya que lo menciono, el prólogo general de Guillermo Carnero puede y debe leerse. No es, lo habitual, prescindible.
Como él mismo ha reconocido, puede estar satisfecho González Iglesias con este puñado de poemas agrupados en Del lado del amor. A pesar de que se incluye un sorprendente libro inédito, Selva de fábula (con Salamanca, el Tormes, una isla fluvial y el añorado Aníbal Núñez al fondo), sus lectores esperamos más. Los poemas sueltos que al final del volumen adelantan un libro futuro justifican de sobra nuestra esperanza.
El primer libro suyo que leí no fue el primero que publicó. Ni siquiera el segundo. Cuando nos conocimos, en la celebración del veinte aniversario del Loewe, le comenté que había buscado durante años por las librerías de media España Esto es mi cuerpo y que no lo había conseguido. Me animó a comentárselo a su editor, Chus Visor, sentado allí cerca, porque éste aseguraba que no estaba agotado. Ahora he podido dar con esa obra y, ya digo, leer o releer todas las publicadas (o escritas) por él hasta el momento. Con todo, es curioso: me ratifico en mi preferencia por Un ángulo me basta, el libro que me descubrió a las claras su condición de poeta. GHB maneja una teoría al respecto según la cual preferimos de un autor lo primero suyo que leímos. Puede ser el caso. Con todo, que a uno le guste ése especialmente, no significa que no haya en cada uno de los suyos razones de sobra para admirar su poesía. Por su mezcla, a lo Foix, de antiguo y de moderno, por su sugerente claridad, por su preferencia por la elegancia y el ascetismo, así como por el elogio de las virtudes clásicas. También, aunque no sea lo mío, por su celebración de lo olímpico y del deporte. Y por su delicado culturalismo, tan vital como todo lo suyo. No estaría de más, en fin, ponderar su perfecto manejo de la técnica poética (en su más amplio registro), algo que solemos dar por hecho en cualquier poeta pero que no pocas veces brilla por su ausencia.
De la edición cabe destacar que cada libro va precedido de su correspondiente prólogo, lo que ilumina y orienta, en el mejor sentido, la lectura. Y ya que lo menciono, el prólogo general de Guillermo Carnero puede y debe leerse. No es, lo habitual, prescindible.
Como él mismo ha reconocido, puede estar satisfecho González Iglesias con este puñado de poemas agrupados en Del lado del amor. A pesar de que se incluye un sorprendente libro inédito, Selva de fábula (con Salamanca, el Tormes, una isla fluvial y el añorado Aníbal Núñez al fondo), sus lectores esperamos más. Los poemas sueltos que al final del volumen adelantan un libro futuro justifican de sobra nuestra esperanza.