No la mía, que no tengo, sino el título del último libro de poesía de Justo Navarro, catorce años después de que publicara el anterior, Un aviador prevé su muerte.
Cuando le conocimos Y. y yo en Valencia, aún no era novelista (no sé si ese mismo año, el 88, publicó su primera novela), pero sí un exquisito poeta al que leíamos con mucho interés sus compañeros más jóvenes de promoción (según García Martín, que nos incluyó en La generación de los 80). Luego se dio a la novela, ya digo, y uno pensaba que ese matrimonio sería excluyente y definitivo. Por suerte no ha sido así. El libro que publica Pre-Textos, con todos los honores en su hermosa colección La Cruz del Sur, es estupendo y demuestra que donde hubo poesía -y poeta, claro- puede volver a haberla, poco importa las circunstancias y la edad. Si tuviera que elegir un solo adjetivo para los poemas de Mi vida social optaría por inquietante. No se le oculta al lector el factor narrativo; el gusto del autor, más allá, por el género negro. Con todo, que nadie se equivoque: estos artefactos son poemas. Algunos, los más, excelentes. Uno valora como lección que alguien apartado durante muchos años de la poesía (al menos como escritor) sea capaz de dar un salto así, por lo menos mortal y medio, y quedarse tan ancho. Él y, sobre todo, el lector. Al menos éste.
Una agradable sorpresa, en fin. Un feliz regreso.
Cuando le conocimos Y. y yo en Valencia, aún no era novelista (no sé si ese mismo año, el 88, publicó su primera novela), pero sí un exquisito poeta al que leíamos con mucho interés sus compañeros más jóvenes de promoción (según García Martín, que nos incluyó en La generación de los 80). Luego se dio a la novela, ya digo, y uno pensaba que ese matrimonio sería excluyente y definitivo. Por suerte no ha sido así. El libro que publica Pre-Textos, con todos los honores en su hermosa colección La Cruz del Sur, es estupendo y demuestra que donde hubo poesía -y poeta, claro- puede volver a haberla, poco importa las circunstancias y la edad. Si tuviera que elegir un solo adjetivo para los poemas de Mi vida social optaría por inquietante. No se le oculta al lector el factor narrativo; el gusto del autor, más allá, por el género negro. Con todo, que nadie se equivoque: estos artefactos son poemas. Algunos, los más, excelentes. Uno valora como lección que alguien apartado durante muchos años de la poesía (al menos como escritor) sea capaz de dar un salto así, por lo menos mortal y medio, y quedarse tan ancho. Él y, sobre todo, el lector. Al menos éste.
Una agradable sorpresa, en fin. Un feliz regreso.