12.10.10

Botín de libros

No escribe uno aquí de todo lo que lee. Me gustaría dar cuenta de todos los libros que, después de leídos, me importan, pero... Por desgracia, algunos se van quedando atrás. Así, de entre los últimos, rescato Oscuro pez de fondo (Rialp), con el que Daniel Casado ganó hace unos meses un accésit del premio Adonais. De entre lo mucho destacable de un libro que señala a su autor como uno de los mejores poetas del momento extremeño (y no sólo), señalaré, por lo que me toca, el poema "Cementerio Alemán, Yuste", uno más de la brillante saga que ese mítico lugar ha propiciado.
Otro paisano, Pablo Guerrero ha publicado (Maia Ediciones y Diputación de Badajoz) Los cielos tan solos (con ilustraciones de Miguel Copón), donde vuelve a demostrar que siempre hubo en el cantautor un inequívoco poeta. Cada vez mejor.
Desde su Cantabria natal, Carlos Alcorta sigue, paso a paso, su camino literario con una fe inquebrantable, ajeno a otros focos que no sean los que iluminan su propia poética, su verdad. En Calambur ha editado Sol de resurrección, donde abundan los poemas largos y discursivos donde indaga acerca de la inestable realidad y la no menos esquiva memoria.
Gracias a otra paisana, Emilia Oliva, he leído Elegías y envíos (Beturia), de José Antonio Cáceres. Mis primeras noticias acerca de este poeta secreto las tuve hace muchos años gracias a Antonio Gómez. Después de unos años en Italia, volvió en los ochenta a Extremadura y ahora vive en Hervás, a un paso de su pueblo natal, Zarza de Granadilla. Por entonces, era una poeta vinculado a lo experimental. Este libro, sin embargo, da cuenta de lo más concreto: la vida de un hombre. Poesía serena, reflexiva, sabia (a ratos), digna de atención y de lectura. Poesía que entremezcla lo hímnico y lo elegíaco. Escrita a la intemperie, a solas, como le cabe a alguien alejado y de vuelta.
Una de estas mañanas, cuando iba al colegio, me encontré, como tantas, a José Manuel Regalado. Él con sus nietos y yo con mi carterina. Me entregó Del fuego, su último libro, publicado en su querida Salamanca e impreso en Béjar, donde trabajó muchos años. Nacido en el 41, como Cáceres, nunca ha abandonado, contra viento y marea, su condición de poeta y de ello da sobrada cuenta esta obra llena de una pasión propia de alguien más joven. Poesía inspirada, potente, sobria, bien labrada. Uno diría: castellana. Sí, porque hay mucho del alma de esa tierra entre esos versos, un tono que uno asocia a otros poetas de Salamanca o de Zamora, Claudio Rodríguez ante todos.