No todo van a ser alcaldes y palomos en esa ciudad, más fea que bonita, que uno ha llegado a sentir en parte suya. Paulete, obrigado, me envía el último cuadernillo del Aula "Enrique Díez-Canedo". La primera impresión, como siempre, me lleva a Ángel Campos. No puedo evitar su recuerdo al ver el perdurable diseño azulado de Costillo, idéntico desde 1993. El 26 de enero de ese año, el día de su inauguración, leyó sus poemas Antonio Gamoneda. Ángel la quiso sólo de poesía y ese deseo se sigue respetando. Estaría feliz de recibir a Pere Gimferrer, que leerá mañana en la sala del MEIAC en lo que uno considera, con perdón, un acontecimiento histórico. Es verdad que por ella han pasado poetas tan importantes o más que el autor de Arde el mar, pero pocos tan raros -en todos los sentidos-, tan esquivos y admirables como Gimferrer, algo más que un poeta. Conociendo sus míticas espantás, espero que al final pise suelo pacense y, ya digo, pueda leer -no muy bien, atropelladamente- ese puñado de poemas que le han hecho justamente famoso y que uno se sabe casi de memoria.
Sigo hojeando el cuadernillo, leo o releo algún poema, observo el retrato de Canedo que firmó Moreno Villa y me topo con la lista de los 121 poetas que han sido invitados al Aula hasta ahora. Impresiona, sin duda. Sí, son demasiados. Nos llevaría muy lejos la discusión sobre si existen 121 poetas dignos de tal nombre. El tiempo dirá que no. Sin necesidad de ese juicio póstumo, algún que otro impostor figura ya en ella. Por ahora, se cuentan con los dedos de una mano.
Sigo hojeando el cuadernillo, leo o releo algún poema, observo el retrato de Canedo que firmó Moreno Villa y me topo con la lista de los 121 poetas que han sido invitados al Aula hasta ahora. Impresiona, sin duda. Sí, son demasiados. Nos llevaría muy lejos la discusión sobre si existen 121 poetas dignos de tal nombre. El tiempo dirá que no. Sin necesidad de ese juicio póstumo, algún que otro impostor figura ya en ella. Por ahora, se cuentan con los dedos de una mano.