22.4.11

La poesía de Màrius Torres

 El otro día me traje de Salamanca Palabras de la muerte, la antología del poeta catalán Màrius Torres (1910-1942) que, para conmemorar el primer centenario de su nacimiento, ha publicado DVD en edición de Txema Martínez y prólogo de Antonio Jiménez Millán. El elenco de traductores es de lujo. Casi todos poetas: Carlos Marzal, Enric Sòria  (por fin alguien se hace eco de la antología de Joan Vinyoli que publicaron en Pre-Textos), Antonio Cabrera, Vicente Gallego, José María Micó, Luis Muñoz, Jordi Virallonga, Paco Díaz de Castro, Eduardo Moga, Sergio Gaspar, el citado Jiménez Millán (que firma una introducción espléndida)...
A mi debilidad por la poesía catalana del XX se une mi  alta estima por este poeta de "mirada interior" que  fue, según él, "un médico, un ciudadano vulgar que escribe versos" o "esta cosa absurda: un poeta lírico", y murió prematuramente de tuberculosis. Uno de los mejores de su generación y, como afirma Txema Martínez, del siglo. Un poeta cercano al mencionado Vinyoli. Al más juvenil, cuando menos. Con peor fortuna, eso sí; Torres no tuvo ocasión de evolucionar. Pertinente y necesaria, pues, esta recuperación. Lo religioso (Dios) y lo metafísico se dan la mano en estos vitalistas juegos para aplazar la muerte llenos de exigencia y meticulosidad pues a nada  le temía más el poeta que "a la poesía falsa ―a poesía que no es poesía". Como a Mahalta (Mercè Figueras), a esta poesía "le sienta la tristeza / tan bien" que "para que me rinda no hace falta / un solo adorno". Porque "Siempre late en lo oscuro algo muy claro", los poemas de Torres se leen con melancolía, sí, pero con sosiego y  naturalidad. No en vano, al criticar algunos defectos de la poesía moderna, dijo: "¡Como si alguna cosa pudiese ser nunca más original que un sentimiento sincero expresado con exactitud!". Así la poesía de Màrius Torres. Tal cual.
"Me gustaría tanto llegar a ser un poeta que otro siglo pudiese leer con placer", le escribió en francés a su amigo Joan Sales. Los lectores de estos versos, que vencen a la muerte, dan fe de un deseo conseguido.