Los teatreros siempre han sido la bestia negra de la Consejería de Cultura. Son los únicos miembros de la cosa cultural, junto a los músicos, que en Extremadura viven de eso y, cuando las subvenciones cesan, suelen echarse a la calle. Como ayer en Mérida. Dicen que la mani reunió a unas cincuenta personas delante del edificio de Almendralejo. Aquí los poetas, los novelistas y los pintores suelen ser funcionarios que escriben o pintan a ratos. Si hay ayudas a la edición o becas a la creación, bien; si no, también. Tampoco se han convocado este año y nadie ha dicho ni pío. Como los Premios Extremadura a la Creación.
La Asociación de Escritores Extremeños ya ha comunicado a sus socios que el recorte económico supondrá una reducción presupuestaria de entre un 35 y un 40 por ciento. Las Aulas Literarias, su programa estrella, no peligran, pero quedarán reducidas a una mínima expresión. Es lo que tiene depender de las instituciones públicas. Más en tierras pobres y sin iniciativa privada ni sociedad civil como éstas. Y que las autoridades vean la cultura como un lujo o un adorno del que se puede prescindir sin que nadie, si acaso un puñado de titiriteros, se enfade. Es la crisis.
La Asociación de Escritores Extremeños ya ha comunicado a sus socios que el recorte económico supondrá una reducción presupuestaria de entre un 35 y un 40 por ciento. Las Aulas Literarias, su programa estrella, no peligran, pero quedarán reducidas a una mínima expresión. Es lo que tiene depender de las instituciones públicas. Más en tierras pobres y sin iniciativa privada ni sociedad civil como éstas. Y que las autoridades vean la cultura como un lujo o un adorno del que se puede prescindir sin que nadie, si acaso un puñado de titiriteros, se enfade. Es la crisis.