Sí, hoy hace exactamente 20 años que uno ganó el Loewe. Una casualidad, bien lo sé. Tratándose de premios... Con todo, no voy a negar que ese fue un día alegre para mí. Estaba despertando de la siesta a mi hija cuando oí, desde su cuarto, el teléfono. Tuve una corazonada. Por la hora. Luego empezaron a llamar de medios desde los que nunca se habían dirigido a uno: El País, ABC, El Mundo, RNE... Mucho después hablé con Enrique Loewe, don Enrique, que fue quien me dio la noticia "oficial". Unos días más tarde, en la entrega, celebrada en el restaurante madrileño Jockey, conocí personalmente a uno de mis maestros, Octavio Paz, presidente del jurado, y a otros poetas que admiraba, sobre todo, por sus versos: Brines, Colinas, Villena... La sobremesa fue una interminable y jugosa conversación entre Paz y Anson, director entonces de ABC, periódico del que uno era colaborador. Al año siguiente fui jurado (ganó Felipe Benítez Reyes) y desde entonces no me he alejado de la Fundación que da nombre al premio, la misma que ha conseguido, pese a quien pese, hacer de ese galardón un referente de la poesía española de los últimos veinticinco años. Estar por ahí, un honor.