19.9.11

Elecciones

Sí, generales, a la vuelta de la esquina, pero no me refiero a ésas, sino a las que van a tener lugar en la Asociación de Escritores Extremeños para elegir nueva directiva. El momento es delicado. Por la crisis, ya se sabe. Vamos, por la dependencia de las subvenciones. Como casi todo lo que tiene que ver con la cultura en Extremadura (y en el resto de España), la AEEx ha permanecido viva durante más de treinta años gracias a ellas. Esas ayudas han sido básicas para poder subsistir y, cómo no, para poder llevar a cabo sus proyectos. Eso sí, a diferencia de lo ocurrido con otras instituciones endogámicas, ese dinero público se ha gastado de forma responsable y con notables beneficios para la comunidad. Las Aulas Literarias, los Talleres de Relato y Poesía o los Congresos de Escritores son tres buenos ejemplos de ello.
Ocho años, dos legislaturas, ha sido presidente Antonio Sáez Delgado, que no sé si volverá a intentarlo. Antes estuvo uno. Sucedí a Ángel Campos que en sus dos periodos extendió la presencia de las Aulas a las ciudades más importantes de la región, por ejemplo. La fundación de las mismas fue también obra suya, aunque en su condición de vicepresidente de Manuel Pecellín, que relevó a Bernardo V. Carande.
En otros tiempos, estas elecciones tenían su aquél. Quiero decir que había lucha por el poder (¡menudo poder!) y grupos que se enfrentaban, a veces con cierta crudeza... dialéctica. Cosa de poetas, mayormente. La última vez que sucedió eso fue cuando me presenté, a finales de los noventa. Mi contrincante, apoyado por gente íntegra, se quedó más solo que la una el día de la verdad. Con Ángel también hubo batalla. En todo caso, era necesario acudir a las votaciones para defender unos objetivos que creíamos sensatos y viables, de modernización sobre todo, de "pa fuera telarañas", de abrir puertas y ventanas, de eliminar Miravetes y fronteras para dejar que entraran ideas y palabras que nunca habían logrado abrirse paso del todo por estos lares. Un esfuerzo colectivo conseguido por un grupo numeroso de escritores (y de amigos), de dentro y de fuera, que la excusa perfecta de la crisis acaso está a punto de desbaratar. Por eso digo que el momento es complicado. Pocos, me temo, estarán dispuestos a jugársela ante esa situación económica en contra y frente a una administración popular reacia a la cultura (deberían haber escuchado a Zygmunt Bauman en Wroclaw).
Además, la AEEx, gracias a las malas artes de algunos indeseables profesionales, lleva tiempo bajo sospecha: por su presunta vinculación al extinto gobierno socialista. Algunos confundían coincidencia de intereses con pesebrismo, un término que les entusiasmaba. A ver ahora.
Libertad de movimientos y de expresión no faltaron (han sido muchos años en la directiva para constatarlo) y nunca escaseó ni la voluntad política ni el dinero necesario para afrontar programas que interesaban, ya digo, a ambas partes, por más que la iniciativa fuera de los escritores. Quizás por eso nunca concedieron a la AEEx la menoscabada Medalla de Extremadura. Todo lo contrario de lo que ha hecho, legítimamente, el PP en cuanto ha llegado a la Junta. En la derecha, los favores se pagan.
Me he ido desvinculando de la Asociación poco a poco. Hace años que no asisto a sus reuniones y sólo voto por correo. Lo comentaba Javier Marías en su discurso de aceptación del Premio de Literatura Europea del Estado Austriaco: "Creo que la mayoría de los escritores tendemos a sentirnos aislados y además deseamos estarlo, sobre todo a partir de cierta edad. Quizá no sea así al principio -y para los que empiezan jóvenes-". Si puedo acogerme a esta cita de autoridad, es mi caso. Sin embargo, por este inquietante estado de cosas al que estamos llegando, a lo peor este aislamiento encubre, sin querer, una forma de cobardía. No quiero ponerme estupendo, pero clama el silencio con el que escritores e intelectuales (?) extremeños asumen lo que se nos está viniendo encima (y no desde junio, precisamente; la debacle empezó antes). A nosotros (las ayudas a la edición, las becas a la creación e incluso los premios Extremadura han pasado a mejor vida y a no pocos escritores les beneficiaban) y a esa normalidad cultural que tanto costó conseguir. Lo de poner en la hora del mundo, y desde dentro, el reloj literario de esta tierra donde nacimos por azar. De momento, el Aula de Literatura "José Antonio Gabriel y Galán" de Plasencia traerá este curso sólo dos escritores, la mitad de los habituales estos últimos años. En las demás, pasará otro tanto. Me da que la recién creada revista Suroeste pende de un hilo (el de la Diputación de Badajoz) y por poner otro caso ajeno a la Asociación, pero significativo, el suplemento cultural "Trazos", del diario HOY, subvencionado por la antigua Consejería de Cultura, no ha vuelto a salir. Y ya se ve lo que está pasando con el añejo "Felipe Trigo".
De la parálisis administrativa, con todas las instituciones dependientes de la Consejería de Educación y Cultura (Editora, Filmoteca, Museos, Orquesta, Biblioteca...) a la espera de que nombren o confirmen a sus respectivos responsables, mejor no hablar.
En todo caso, en lo que a la literatura respecta, no hablamos de grandes ayudas capaces de desestabilizar los presupuestos o de incrementar el déficit. Insisto, la crisis es sólo la excusa.
No dejo de darle vueltas al asunto y de pensar en mis amigos Fernando Pérez (que fue secretario de la AEEx) y Ángel Campos. Me pregunto: si estuvieran aquí, ¿qué dirían ellos? O mejor: ¿qué harían?