21.11.11

Dimensión de la frontera (1)

1. Buenas noches. No sin antes agradecerles a todos ustedes su presencia y a los organizadores, la Concejalía de Cultura, su colaboración, permítanme, permitidme, que empiece hablando de este sitio. Hace años que Gonzalo Hidalgo Bayal lo rebautizó con el nombre por el que algunos ahora le denominamos: el Club del Verdugo, en clara referencia a la calle donde está el Aula de Cultura que ahora es propiedad del Ayuntamiento y, antes, de la Caja de Ahorros de Plasencia y de Caja de Extremadura, fusiones mediante. Aquí celebramos durante años las lecturas del Aula Literaria “José Antonio Gabriel y Galán”, hasta que una buena noche tuvimos que trasladarnos, deprisa y corriendo, al Auditorio de Santa Ana con el poeta Antonio Gamoneda en volandas. Para entonces el Ateneo de Plasencia ya había tomado posesión del local y así ha seguido siendo, mal que nos pese, hasta hoy. Pero la memoria que numerosos placentinos tenemos del Aula, a secas, va más allá y, al menos en mi caso, se retrotrae hasta la noche de los tiempos. Aquí asistimos a no pocas sesiones del cine-club (de, pongo por caso, un clásico del género: El año pasado en Marienbad), presentaciones de libros (cuánto me impactó la de Cantos de Plasencia, del mexicano Hugo Gutiérrez Vega), recitales musicales (de Pablo Guerrero, por ejemplo), conferencias (del vehemente Santiago Amón –que no Antón, alma de esta sala durante años- o del tranquilo Gonzalo Hidalgo Bayal que disertó una vez sobre los goliardos), etcétera, etcétera, etcétera.
En lo personal, cómo olvidar la presentación de mi primer libro, Territorio, allá por el 85 del siglo pasado, con la presencia en esta mesa del citado Gonzalo, de nuestro paisano Felipe Núñez y de mi añorado Ángel Campos, o la de Una oculta razón, con el poeta y periodista Santiago Castelo como ejemplar maestro de ceremonias. Para no dilatar más la cosa, ni pasar por abuelo Cebolleta; para aterrizar, por fin, sobre lo que nos ha traído aquí, terminaré por confesar que me alegro mucho de que este espacio, como dicen los modernos, que esta “especie de espacio”, que diría Perec, haya sido recuperado para todos los ciudadanos de Plasencia, por lo que tiene de emblemático para nuestra cultura y por la justa dimensión que supieron darle quienes lo concibieron para reunir a la inmensa minoría que suele asistir a este tipo de actos.
2. Álex Chico, el protagonista del de esta noche, nació en Plasencia en 1980. Es licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Salamanca, obtuvo el Diploma de Estudios Avanzados de Literatura en la Universidad de Granada y es bloguero, además de excelente entrevistador. Fue cofundador y codirige de la revista Kafka. En la actualidad es profesor de Lengua y Literatura en un instituto del Prat, a las afueras de Barcelona, ciudad en la que reside. Ha publicado el libro de poemas La tristeza del eco (Editora Regional de Extremadura, 2008), y las plaquettes Nuevo alzado de la ruina (Veboblues ediciones, 2005) y Las esquinas del mar (Vitolas del Anaïs, 2004). Además, ultima su tesis doctoral sobre la obra poética y novelística de nuestro paisano José Antonio Gabriel y Galán, bajo la dirección del prestigioso crítico y profesor Fernando Valls en la Universidad Autónoma de Barcelona. 
Por suerte, Álex Chico, a pesar de su manifiesta juventud, no pertenece a ningún grupo, capilla o generación poética, salvo a la suya, aún sin nombre. Quiero decir a la que le corresponde por simples razones de edad. Ya se sabe qué necesarios les resultan esos pintorescos ordenamientos a los historiadores de la literatura y a los críticos literarios, que se sirven de ellos para clasificar poetas, como usan los entomólogos sus listas para catalogar insectos.
Digo que es una suerte que Chico vaya por libre porque eso le permite escribir lo que quiere (esto es, lo que puede) y no está sujeto a otras normas, ni literarias ni mafiosas, que las suyas, orientadas por afinidades y lecturas. Es verdad que lo de ser independiente tiene sus tiranías, más cuando se es joven. No te incluyen en las antologías promocionales, ni sales en las encuestas de ocasión, ni te pasean por festivales de poesía, ni ganas según qué premios, ni, en fin, te llaman cosas tan bonitas como mutante o nocillero. No creo que a él le importen demasiado esas vanidades. Sabe que el arte es largo, mucho más que la juventud, divino pero efímero tesoro; enfermedad transitoria de la que uno siempre se cura. Doy fe.
Tal vez este hecho tenga que ver con sus frecuentes cambios de ubicación, pues estos últimos años ha vivido en Salamanca, Granada y Barcelona; ciudades, por cierto, con mucho movimiento literario, excesivo a veces. 
Como supongo que alguien estará pensando en un reciente recital que tuvo lugar en la Plaza de San Martín, donde se puso de largo la denominada (por uno) plaga lírica placentina, aclararé de nuevo que Álex Chico, Víctor Martín, Víctor Peña, Francisco Fuentes y José Manuel Chico no son sino un puñado de poetas que tienen en común su amor por la poesía (que cada cual quiere a su manera) y su azarosa condición de nacidos en la Perla del Valle. Insisto: sólo eso.

(y 2)