"Alguna vez pudimos creer que este era un país sobrio, escarmentado y
serio, que sabía a quién quería parecerse y adónde llegar. Produce
opresión comprobar hasta qué extremo algunos representantes de nuestras
instituciones han entrado en un mundo de corrupción, unos económica y
otros intelectual, capaz de ponerse por montera esas mismas
instituciones que integran y de pisotear el respeto que deberían a los
ciudadanos con gestos de fanfarronería insoportable". Así empieza el artículo semanal de mi periodista favorita, Soledad Gallego-Díaz, tan lúcido y fresco como suele. Menos mal que sigue escribiendo gente así. Cada vez menos, ay. Dívar, Bankia... "Digamos no, de ninguna manera, y busquemos la palanca para desatrancar
esas puertas, que no tienen que ver con mayorías parlamentarias ni con
la oposición, sino con la calidad del hecho de ser ciudadano".