Juan Marqués y Juan Bonilla han coordinado un libro, con tono de sereno homenaje, que lleva por título esos dos apellidos que cualquier lector avisado asocia a la sensatez, la lucidez y la decencia (por parafrasear a Eva Díaz), los del periodista Manuel Chaves Nogales (Sevilla, 1897-Londres, 1944). Al cuidado del tipógrafo Abel Feu, lo publica La Isla de Siltolá y la edición es tan sobria como adecuada.
Fue la omnicitada María Isabel (Maribel) Cintas quien, a partir de su tesis doctoral, dio a conocer el grueso de su producción narrativa y periodística (Obra narrativa completa. Diputación de Sevilla) y, de paso, descubrió a un escritor verdadero e imprescindible. Un año después, en 1994, Andrés Trapiello confirmaba ese rescate por todo lo alto en la primera edición de Las armas y las letras. Chaves dejaba de ser, para los más, el desconocido que, por desgracia, era.
Español sin rencor de la Tercera España, republicano, liberal, masón y demócrata, tuvo que exiliarse después de la Guerra Civil, de la que fue cronista de excepción, porque, según él mismo, "había contraído méritos bastantes para haber sido fusilado por los unos y por los otros". Su lema: "Andar y contar es mi oficio".
Tras una nota preliminar de los editores literarios, escriben sobre su obra, sobre cada uno de sus libros, diez autores: la citada Eva Díaz, los también mencionados Bonilla & Marqués, Fernando Iwasaki, Jordi Amat, Felipe Benítez Reyes, Sergio Campos, Nicolás Sesma, Daniel Gascón y María Isabel Cintas, especialista por antonomasia y responsable de numerosas reediciones de esas obras (recogidas en una práctica bibliografía al final del volumen) y biógrafa del periodista en Chaves Nogales. El oficio de contar (Fundación Lara, 2011). A estos textos hay que añadir una panorámica de Trapiello, "Anotaciones sueltas sobre Chaves Nogales, una conversación entre Cintas y Bonilla, así como un cuestionario a dos editores: Luis Solano (de Libros del Asteroide) y David González (de Almuzara).
Por suerte, no estamos ante textos de ocasión, sino ante análisis breves pero certeros de los pocos pero esenciales libros que ese hombre escribió: La ciudad, El maestro Juan Martínez que estaba allí, Juan Belmonte: matador de toros o A sangre y fuego, por citar sólo los más representativos.
"Un tipo simplemente sensato, lúcido y decente", dice de él Eva Díaz; "ser narrador fue su manera de estar acompañado", según Bonilla; "periodista liberal que gastaba una prosa clara de alta precisión", en opinión de Jordi Amat, Chaves Nogales brilla en estas páginas con una fuerza inusitada que dejan entrever un "retrato moral", "un entendimiento de la vida", por traer unas palabras del bonito ensayo de Felipe Benítez sobre el libro de Belmonte, que se le pueden aplicar perfectamente.
Sirva esta elocuente cita final, tomada de La agonía de Francia y escrita en 1941, para fijar al personaje: "Francia sabe, y no ha podido olvidarlo, que hasta ahora no se ha descubierto ninguna forma de convivencia humana superior al diálogo, ni se ha encontrado un sistema de gobierno más perfecto que una asamblea deliberante, ni hay otro régimen de selección mejor que el de la libre concurrencia: es decir; la paz, la libertad, la democracia.
En el mundo no hay más".