"En realidad, en lo que se refiere a la literatura, ya todo acabó, aunque
quizás esto por suerte también se pueda todavía matizar. Pero es
innegable que la prosa se ha convertido en un producto más del mercado:
algo que es interesante, distinguido, esforzado, respetado, pero
irremediablemente insignificante. Queda preguntarse, sin embargo, si no
hay ni una sola salida, a pesar de que ya sepamos todos que dejar las
montañas nos hizo sobrepasar de largo el final del juego. Y entonces uno
a veces cree ver señales para seguir navegando, porque vislumbra los
casos de un puñado de escritores que captaron la gravedad del momento y
lo que escribieron fue enfermizo y canibalesco, absurdo y exasperado,
pero paradójicamente también feliz y auténtico. Fueron esencialmente
gente zumbada —escritores obsesivos, maníacos, trastornados en el buen
sentido de la palabra— que escribieron de un modo más desesperado que la
revolución, lo que en cierta forma les convirtió en herederos
indirectos de los misántropos desahuciados de antaño. Sus obras fueron
increíblemente honestas y tuvieron un poder liberador". Enrique Vila-Matas, "Música para malogrados", El País.