16.7.12

De vuelta

Hacía tiempo, mucho tiempo, que uno no pasaba un domingo en el campo. En El Molino, para ser precisos. Volví a leer en una de las butacas verdes donde solía. Antes de comer, con pavor, la prensa; después, algunos libros sentado debajo de la parra, en medio de ese silencio sonoro que proporciona la naturaleza. Me llevé tres y los tres cayeron: dos que tenía atragantados: el endiablado Ideas de orden, de Wallace Stevens (Lumen), y Deshielo a mediodía, de Tomas Tranströmer (Nórdica), que sin ser difícil no es sencillo, y otro que quería releer allí: Segunda oscuridad, de Andrés Trapiello (Pre-Textos). Ganó en esta segunda lectura; por el escenario, a buen seguro. Y porque lo bueno siempre mejora. 
También pude darme mi paseo. El corto, eso sí, por la hora y el calor. Con la ritual parada en la Fuente de los Alisos, donde mana poca agua, suficiente para refrescarme. Las moscas volvieron a incordiarme y lamenté que la garganta no corriera. Apenas unos charcos la mantienen con vida. 
Hasta un poema salió, como pasaba antes.
Fue agradable escuchar de nuevo los gritos, los juegos y las carreras de mi hijo y mis sobrinos (sobrinas no había), felices y contentos de recuperar ese territorio primordial de su infancia. 
Cuando mejor se estaba allí, tuvimos que volver. Tan cerca, tan lejos.