Vaya por delante que uso la palabra ira en la primera acepción del diccionario: "Pasión del alma, que causa indignación y enojo".
Soy uno de tantos que, por educación y por costumbre, emplea la expresión "si Dios quiere". Me cuesta hablar de algo que previsiblemente pasará en el futuro sin que medie esa frase hecha. No hay intención religiosa por mi parte, sólo rutina.
La que no he usado nunca es otra por el estilo, que Rajoy ha puesto de moda: "como Dios manda", y que va, creo yo, más allá de lo deseable y hasta de lo razonable cuando quien la utiliza es un político que, para colmo, ostenta el cargo de presidente del Gobierno de un país que en su Constitución -artículo 16- establece el principio de aconfesionalidad del Estado. De alguien, añado, que gobierna para todos, con independencia de que sean creyentes (de la religión que sea) o no. Por eso, ayer, cuando vi una Tercera de ABC firmada por Esperanza Aguirre con el título "Por un bachillerato como Dios manda", me indigné como es debido, no sé si también "como Dios manda". Menos mal que la presidenta de la Comunidad de Madrid es liberal. De pacotilla, como casi todos los liberales de aquí, que limitan su presunto liberalismo a lo meramente económico (por eso el famoso casino -puticlub, según otros- no es inmoral).
Por atinada que sea su reflexión (que parte del fallecimiento de Max Mazin y se retrotrae al bachillerato que nació en Alemania de la mano de Bismarck, ahí es nada), ¿es pertinente traer a colación a Dios, siquiera sea mediante frase hecha, cuando de educación y de planes de estudio se trata? Ay, las palabras. Y luego se quejan de las provocaciones, así las llaman, laicistas. ¿Estos son los que critican a quienes propugnan estados islámicos?
Bien está que doña Esperanza plantee la "resurrección del bachillerato perdido", pero que no lo haga bajo otra advocación que las de sus intereses. Por rancios, o no, que nos parezcan.