7.10.12

Jardines y enigmas

Los aficionados al cómputo de libros lo tendrían difícil para numerar la nueva entrega del profesor, crítico y poeta José Luis García Martín. Son muchos los libros que ha dado a la imprenta el avilesino de Aldeanueva. Enigmas con jardín pertenece a un género sin género que le gusta especialmente. Mezcla de diario, cuaderno de viaje, autobiografía... Como viene siendo habitual, también incluye su dosis de narrativa, a través de cuentos o relatos breves que se cuelan entre todo lo demás.
Lo publica una nueva editorial, la gijonesa Impronta, y da gusto tenerlo en las manos, delante de los ojos.
"Coleccionista de instantes", "de amaneceres", "coleccionista omnívoro", JLGM nos franquea el paso a nuevas salas de su interminable museo, ese que lleva formando desde hace muchos años y que, sabemos, no dejará de ampliar. "Sí, todavía aprendo", confiesa. Un museo con piezas de distintas partes del mundo, entendiendo por mundo su particular biblioteca universal, tan portátil como flexible. Así, lo mismo nos sube a bordo de barcos de otra época, como el bacaladero Creoula o el bergantín-goleta Cervantes Saavedra, para dar cumplimiento a sus sueños de adolescencia (en forma de singladuras atlánticas) que nos lleva a Nueva York, Oporto o Venecia, no sin antes pasar por Avilés, su verdadera ciudad, donde comprendió que una biblioteca (la que le faltaba en su pueblo extremeño) "es el mejor refugio contra las inclemencias del tiempo".
"Racionalista y rutinario", no faltan en Enigmas con jardín ni sus obsesiones de siempre ni alguna que otra transgresión de esas costumbres en él tan acendradas; por ejemplo, cuando se toma un whisky, baila o deja de leer un par de días. Son las primeras, con todo, sus rutinas, las que abundan: esas escapadas a Venecia, las constantes visitas a Portugal, donde siempre encontramos a un hombre madrugador que nunca se acuesta más tarde de las 12, que escribe en cafés y odia el matrimonio, que visita cementerios y bibliotecas, que compra los libros que no lleva en las librerías (poco le importa que sean muy grandes) y que allá donde va encuentra una casa abandonada con jardín. Y con enigma, por supuesto. Eso le pasa desde que conoció, en Aldeanueva del Camino, ese hermoso pueblo a orillas del Ambroz que no deja de ser el origen de todo, el caserón de los Maside, al pie de la carretera nacional, la que conocimos asombrada por árboles, enfrente (o casi) de su casa natal. También alguien que, por culpa de una terrible equivocación, pasó unos días en la cárcel madrileña de Carabanchel, otro clásico de sus diarios.
Puentes (hay un elogio del veneciano de Calatrava), claustros, calles (a lo Camba), miradores, plazas, hoteles son vistos y paseados por este viajero con vocación de estable que, salvo en verano, abre cada poco la puerta de su casa y se acerca a cualquier habitación, para volver donde ya estuvo que, para él, es la única manera de ver ese lugar por primera vez. Tampoco falta en Enigmas con jardín un nuevo destino, en este caso Suiza (Laussane, Ginebra), donde fue a encontrarse, pongo por caso, con la tumba de Borges y con nuevas esculturas de su paisano Ángel Duarte.
No faltan sus habituales aforismos (quien siga su blog sabrá de su gusto por esos ingenios), sus chinoiseries y, ya se dijo, algún que otro relato, emboscado de encuentro fortuito, donde se nos cuentan historias tan fantásticas como verosímiles.
Turista en Avilés, viajero en Lisboa, JLGM vuelve a dar otra vuelta a su mundo particular y logra que algunos, como yo, propensos al mareo, le sigamos acompañando con gusto en su singladura. Aunque sea a distancia.