"El arte y
la filosofía no requieren ni excesivo talento, ni excesiva
inteligencia, lo que requieren es coraje. Son dos actividades que sólo
se pueden llevar a cabo con una enorme cantidad de valentía. Por ahí se
empieza. Fíjate
en Picasso, tal vez el mayor talento pictórico desde Rubens, pues bueno,
se ha quedado ahí, en Rubens, un productor de toneladas de formas, de
colores, para mi con poco interés. En cambio, una persona limitadísima,
con muy poco talento, pero con un coraje tan grande como Van Gogh, hace
una pintura que... si entiendes de qué va la pintura, hace llorar. Eso
es pintura. El dolor en estado vivo.
" Lo dice Félix de Azúa en una larga y densa conversación con Blanca Berasategui publicada en El Cultural.
En un momento dado, ésta le comenta: "Llevamos media hora hablando de arte, cuando usted es, sobre todo, un poeta". "¡Qué va!", responde el autor de Autobiografía sin vida. "¿Por qué reniega de la poesía últimamente?", pregunta de nuevo la directora de El Cultural, y Azúa contesta: "Porque me la tomo muy en serio. Pero últimamente no, hace muchísimos años, casi desde el principio. Me parece tan importante que no me vi con fuerzas para una cosa así. A los poetas les pasa lo que a los artistas. O la poesía es Shakespeare, Hölderlin, Sófocles.... o es Pemán. Hay que ponerse en un lado u otro. Mi Kiefer en poesía es Philip Larkin, el gran heredero de la tradición romántica inglesa, un cínico de una lucidez desgarradora, un poeta de las luces que se apagan... de esos que son capaces de describirte cómo se muere lo bello. Herederos de un viejo mundo, el Yeats de la ancianidad. Esa linea es la que me conmueve. ¡Y ahora no veo a ningún Yeats! Leo, sí, la poesía de mis amigos, de Juaristi, melancólica, de una tristeza con niebla bilbaina, también la de Juan Barja, alemana, espesa, dura, o incluso una poesía como la de Molina Foix, que es una poesia de la experiencia pero con mucha distancia, como telescopada, como le ocurre a la poesía de Jenaro Talens, pero una poesía de la experiencia que no es una poesia de la realidad. esa poesía no me interesa. Hoy, la poesía se ha vuelto periodismo, qué le vamos a hacer."
En un momento dado, ésta le comenta: "Llevamos media hora hablando de arte, cuando usted es, sobre todo, un poeta". "¡Qué va!", responde el autor de Autobiografía sin vida. "¿Por qué reniega de la poesía últimamente?", pregunta de nuevo la directora de El Cultural, y Azúa contesta: "Porque me la tomo muy en serio. Pero últimamente no, hace muchísimos años, casi desde el principio. Me parece tan importante que no me vi con fuerzas para una cosa así. A los poetas les pasa lo que a los artistas. O la poesía es Shakespeare, Hölderlin, Sófocles.... o es Pemán. Hay que ponerse en un lado u otro. Mi Kiefer en poesía es Philip Larkin, el gran heredero de la tradición romántica inglesa, un cínico de una lucidez desgarradora, un poeta de las luces que se apagan... de esos que son capaces de describirte cómo se muere lo bello. Herederos de un viejo mundo, el Yeats de la ancianidad. Esa linea es la que me conmueve. ¡Y ahora no veo a ningún Yeats! Leo, sí, la poesía de mis amigos, de Juaristi, melancólica, de una tristeza con niebla bilbaina, también la de Juan Barja, alemana, espesa, dura, o incluso una poesía como la de Molina Foix, que es una poesia de la experiencia pero con mucha distancia, como telescopada, como le ocurre a la poesía de Jenaro Talens, pero una poesía de la experiencia que no es una poesia de la realidad. esa poesía no me interesa. Hoy, la poesía se ha vuelto periodismo, qué le vamos a hacer."