La nueva editorial gijonesa Impronta ha publicado, en su colección Carta Blanca, Cantos guaraníes en una edición compartida entre el español José Luis García Martín y el paraguayo Cristian David López (que existe, aunque en un primer momento, conociendo al primero y su gusto por la heteronimia y su facilidad para recrear, lo puse en duda).
Como bien se dice en la contracubierta del libro, "Buena parte de la mejor poesía de todos los tiempos es de autor anónimo. Anónimos son los romances castellanos y la lírica arcaica griega, la épica medieval y las coplas del cante hondo andaluz. También la mejor poesía guaraní, que nada tiene que envidiar a la poesía popular escrita en cualquier lengua, es anónima. Durante siglos fue rodando de boca en boca, de memoria en memoria, y solo tardíamente beneméritos investigadores la pusieron por escrito. Pero sigue prefiriendo el canto y la recitación a la letra impresa."
Recordaba uno, antes de entrar en materia y disfrutar de esta poesía, con la debida distancia y con mucho cariño, la lectura de la famosa antología de Poesía Primitiva que preparó Ernesto Cardenal (Alianza Tres, 1979) y que leí con sumo gusto siendo muy joven. Lo digo por la frescura que emana de estos versos sencillos que, sin lugar a dudas, definen mejor que cualquier tratado lo que la poesía es. Sí, esta es la rosa. Algo que se aprecia en otros florilegios parecidos, de los que por suerte disponemos los lectores en español.
La hermosura de lo simple, de los sentimientos puros, aflora aquí con toda naturalidad. Lo popular también es esto; o lo anónimo, por decirlo de otra manera.
Por lo demás, es magnífico que una lengua no muera, para alegría de Steiner y de todos, y que aquello que en un tiempo fue sólo oral acabe siendo escrito, algo menos frágil y perecedero. Con todo, uno se pregunta cómo sonarán estos poemas en esa lengua que parece ilegible.
El amor, la muerte, la naturaleza, etc. son los temas de estas "recreaciones" escritas en el idioma de "la alegría cotidiana, de las fiestas, de la tertulia con los vecinos, de la intimidad". Al leerlas, uno no pude evitar sentirse el descubridor de la mismísima Poesía.
Como bien se dice en la contracubierta del libro, "Buena parte de la mejor poesía de todos los tiempos es de autor anónimo. Anónimos son los romances castellanos y la lírica arcaica griega, la épica medieval y las coplas del cante hondo andaluz. También la mejor poesía guaraní, que nada tiene que envidiar a la poesía popular escrita en cualquier lengua, es anónima. Durante siglos fue rodando de boca en boca, de memoria en memoria, y solo tardíamente beneméritos investigadores la pusieron por escrito. Pero sigue prefiriendo el canto y la recitación a la letra impresa."
Recordaba uno, antes de entrar en materia y disfrutar de esta poesía, con la debida distancia y con mucho cariño, la lectura de la famosa antología de Poesía Primitiva que preparó Ernesto Cardenal (Alianza Tres, 1979) y que leí con sumo gusto siendo muy joven. Lo digo por la frescura que emana de estos versos sencillos que, sin lugar a dudas, definen mejor que cualquier tratado lo que la poesía es. Sí, esta es la rosa. Algo que se aprecia en otros florilegios parecidos, de los que por suerte disponemos los lectores en español.
La hermosura de lo simple, de los sentimientos puros, aflora aquí con toda naturalidad. Lo popular también es esto; o lo anónimo, por decirlo de otra manera.
Por lo demás, es magnífico que una lengua no muera, para alegría de Steiner y de todos, y que aquello que en un tiempo fue sólo oral acabe siendo escrito, algo menos frágil y perecedero. Con todo, uno se pregunta cómo sonarán estos poemas en esa lengua que parece ilegible.
El amor, la muerte, la naturaleza, etc. son los temas de estas "recreaciones" escritas en el idioma de "la alegría cotidiana, de las fiestas, de la tertulia con los vecinos, de la intimidad". Al leerlas, uno no pude evitar sentirse el descubridor de la mismísima Poesía.