Adelanté a la altura del Puente Nuevo a A., que se casó con B. y vive, o eso creo, en C. Las tres iniciales son exactas. Como a tantos de por aquí, lo conocí por los andares. De golpe, hacía años que no veía a ese hombre, se me vino encima un pasado remoto. Los dos sentados en el mismo pupitre, en la Academia, ese par de aulas segregadas del colegio San Calixto de los Hermanos Maristas donde ambos cursamos 1º y 2º de bachillerato, cuando éste duraba seis años y había chascas y paseo de émulos. De cuando uno se aprendió de memoria "Lo inagotable", el poema de Gabriel y Galán, para recitarlo en la fiesta colegial y se le contagió el gusto por la poesía, o eso deduje hace tiempo. Seguí a mi paso y dejé atrás al solitario paseante y al pasado. Los fantasmas, por lo demás, no se saludan.