Aunque uno lo que de verdad espera del escritor vasco Kirmen Uribe (Ondarroa, Bizkaia, 1970), autor del inolvidable Mientras tanto cógeme la mano, es un nuevo libro de poemas, no he resistido la tentación de leer su segunda novela, tras la exitosa Bilbao-New York-Bilbao (Premio Nacional de Narrativa), Lo que mueve el mundo, publicada también en castellano por Seix Barral y traducida del euskera por Gerardo Markuleta.
Me gustaba más el título original, Mussche, por misterioso y sugerente. En todo caso, ése es el apellido del escritor belga, de nombre Robert, que protagoniza esta historia de niños de la guerra (los del País Vasco, que tuvieron que huir de la barbarie), cuyo sutil argumento no se me ocurre desvelar, en la que Uribe refleja sentimientos tan humanos como la pérdida de un amigo, el amor o el nacimiento de un hijo: "La felicidad y la ausencia. El hundimiento de un mundo y el comienzo de otro". Un relato real cuya génesis y justificación revela su autor, mediante un efectivo ejercicio metapoético, en las páginas 212 y 213.
Al fondo, la vida de un héroe de nuestro tiempo, "anónimo", tan humano y real como los sentimientos y las peripecias que sostienen la existencia de cualquiera, por aquello de que un hombre es, al fin y al cabo, todos los hombres. Existen, nos dice Uribe.
Por suerte, ésta no es otra maldita novela sobre la guerra. Civil, Mundial; de falangistas o de nazis, poco importa.
Por suerte, ésta no es otra maldita novela sobre la guerra. Civil, Mundial; de falangistas o de nazis, poco importa.
Escrita con un lenguaje austero y eficaz, a medio camino entre el reportaje y el diario, sin desatender su condición de artefacto narrativo, Lo que mueve el mundo se lee con la misma naturalidad con la que uno escucha un cuento, una fábula, una leyenda. O una sencilla conversación. Por eso, a mi modesto entender, el mérito de Uribe no es poco.