A pesar de que acaba de salir, ya se ha hablado largo y tendido en torno a esta primera edición del original de Poeta en Nueva York, de Ferderico García Lorca, fijada y anotada por por Andrew A. Anderson. De él son también la introducción y las numerosas notas de este libro excepcional publicado por Galaxia Gutenberg en edición de Jordi Doce, que sustituye al desaparecido Nicanor Vélez como director de esta acreditada colección de poesía.
Sí, todo un acontecimiento. No cabe duda de que nos encontramos ante un festín para filólogos. La tarea llevada a cabo por Anderson es exhaustiva. Al historial del libro que Lorca le entregó a Bergamín semanas antes de su trágica muerte -su evolución, la versión definitiva, la irrupción en escena de la guerra que tan nefastas y definitivas consecuencias tuvo para su autor, lo que complicó no poco que se publicara como es debido, y las dos primeras ediciones (en español y en inglés)- se unen otros pormenores: sobre los borradores, manuscrito y mecanoscrito, poemas "huérfanos", anticipos en revistas, ilustraciones, etc. de la nueva edición. Y, por fin, lo que atañe a la actual, que, no cabe duda, habrá de marcar un hito en lo que respecta al mítico libro y al no menos legendario poeta que lo escribió.
Pero no todo es filología. Además, cualquier lector del poeta granadino podrá volver a leer o a releer de la mejor forma posible -se nos presenta un texto limpio sin notas ni otros estorbos- una de las obras fundamentales de la poesía española de todos los tiempos. Tras dar buena cuenta de los mencionados detalles (casi una novela), es lo que uno, lorquista ma non troppo, ha hecho. Siempre es bueno volver a este intenso e imaginativo libro.
Como complemento a esa lectura, uno sugiere la de otro título recién aparecido también en una de las editoriales más prestigiosa del mundo del hispanismo, Edition Reichenberger. Me refiero a Lorca en Nueva York: una poética del grito, del profesor e investigador extremeño José Antonio Llera, poeta él mismo, que, como indica la nota del editor "aborda una lectura en clave comparatista de Poeta en Nueva York, mostrando las intersecciones entre la literatura, la pintura, la fotografía y el cine". Además, "trata de superar aquellas interpretaciones que contemplan esta obra sólo en la órbita del Surrealismo", "descubre su hondo calado expresionista y la relevancia de la cultura norteamericana de los años veinte, con especial atención a la sociedad de masas" y "propone, asimismo, un análisis de los textos lorquianos como representaciones del cuerpo y del deseo, como huellas de un eros atormentado donde confluyen lo individual y lo colectivo, proyectados sobre la pantalla de una de las ciudades emblemáticas de la modernidad por la que pasaron muchos escritores del siglo XX como José Martí, Juan Ramón Jiménez, Paul Morand, Julio Camba o Vladimir Maiakovski, a cuyas experiencias también se presta atención."
¿No es éste un buen plan?
Sí, todo un acontecimiento. No cabe duda de que nos encontramos ante un festín para filólogos. La tarea llevada a cabo por Anderson es exhaustiva. Al historial del libro que Lorca le entregó a Bergamín semanas antes de su trágica muerte -su evolución, la versión definitiva, la irrupción en escena de la guerra que tan nefastas y definitivas consecuencias tuvo para su autor, lo que complicó no poco que se publicara como es debido, y las dos primeras ediciones (en español y en inglés)- se unen otros pormenores: sobre los borradores, manuscrito y mecanoscrito, poemas "huérfanos", anticipos en revistas, ilustraciones, etc. de la nueva edición. Y, por fin, lo que atañe a la actual, que, no cabe duda, habrá de marcar un hito en lo que respecta al mítico libro y al no menos legendario poeta que lo escribió.
Pero no todo es filología. Además, cualquier lector del poeta granadino podrá volver a leer o a releer de la mejor forma posible -se nos presenta un texto limpio sin notas ni otros estorbos- una de las obras fundamentales de la poesía española de todos los tiempos. Tras dar buena cuenta de los mencionados detalles (casi una novela), es lo que uno, lorquista ma non troppo, ha hecho. Siempre es bueno volver a este intenso e imaginativo libro.
Como complemento a esa lectura, uno sugiere la de otro título recién aparecido también en una de las editoriales más prestigiosa del mundo del hispanismo, Edition Reichenberger. Me refiero a Lorca en Nueva York: una poética del grito, del profesor e investigador extremeño José Antonio Llera, poeta él mismo, que, como indica la nota del editor "aborda una lectura en clave comparatista de Poeta en Nueva York, mostrando las intersecciones entre la literatura, la pintura, la fotografía y el cine". Además, "trata de superar aquellas interpretaciones que contemplan esta obra sólo en la órbita del Surrealismo", "descubre su hondo calado expresionista y la relevancia de la cultura norteamericana de los años veinte, con especial atención a la sociedad de masas" y "propone, asimismo, un análisis de los textos lorquianos como representaciones del cuerpo y del deseo, como huellas de un eros atormentado donde confluyen lo individual y lo colectivo, proyectados sobre la pantalla de una de las ciudades emblemáticas de la modernidad por la que pasaron muchos escritores del siglo XX como José Martí, Juan Ramón Jiménez, Paul Morand, Julio Camba o Vladimir Maiakovski, a cuyas experiencias también se presta atención."
¿No es éste un buen plan?