Sorprendido por la lectura de Bagheria, me animé a leer una de las dos novelas de la autora florentina publicadas en España: La larga vida de Marianna Ucrìa (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, traducción de Atilio Pentimalli). Lo hice a ciegas, mediante pedido a mi librero, y sólo al abrir el libro en Conil descubrí que se trataba de una novela histórica. Apenas atrevesé, no sin cierta desazón, las primeras páginas, me di cuenta de que no era una obra de género (enojoso la mayor parte de las veces) y que a lo histórico se le sobreponía literatura de la mejor estirpe, la que ha cultivado esta gran dama de las letras italianas. Más interés cobró cuando vi que se trataba de una biografía novelada, en el mejor sentido, de una antepasada suya, a quien se nombra en el título, que se desarrollaba en Sicilia y que aludía a la fundación de Bagheria y de un terminal mundo nobiliario dieciochesco que ella, en parte y a cierta distancia, recrea en el citado librito de la editorial Minúscula.
La protagonista, sorda y muda (un misterio), encarna un personaje memorable al que seguimos desde su más tierna infancia hasta la muerte, alguien que se comunica por escrito (otro aliciente capital), una mujer inteligente y observadora capaz de construir un mundo a la altura de sus aparentes limitaciones, ajeno al que se le impone desde la cuna por su pertenencia a la clase aristocrática palermitana.
Novela de detalles, magníficamente narrada, de linaje gatopardiano, barroca a rachas (por el pormenor descriptivo), incisiva, sensible y llena de reflexión y de pensamiento, su lectura me deparó algunas de las mejores horas de este agobiante verano.