La letra U de Luna de Poniente corresponde a La poesía vista desde el espacio, de David Eloy Rodríguez (Cáceres, 1976). A pesar de su juventud, es su noveno libro de versos publicado.
Como se adivina por su título, estamos ante una obra destinada a reflexionar sobre la poesía y sus múltiples, complejas circunstancias; de un libro, digamos, metapoético, donde, y aquí reside su mayor acierto, al tiempo que se piensa sobre el hecho de escribir poesía, ya digo, se escriben buenos poemas. Esto no es lo usual. Desde mis más tiernos inicios poéticos, he temido a los que nombran al poeta en sus poemas. Suele ser en vano. Que si el poeta para acá, que si el poeta para allá. Aquí, sin embargo, se le menciona, se le asedia, se le deconstruye (con perdón) y sale, cosa rara, indemne. Puede que por aquello de que se mira él y mira a la poesía "desde fuera". Sí, "desde el espacio". Y "se ve chiquitita", confiesa. La metáfora, por cierto, es una constante de la obra. Y las imágenes, llenas de imaginación, otra.
El conjunto adopta un tono aforístico y, en consecuencia, fragmentario, donde abundan los espacios en blanco. Poemas construidos a partir de elementos no siempre homogéneos. No siempre, insisto: leasé, para demostrar lo contrario, uno de los mejores del conjunto: "Cuadrante", cerrado sobre sí mismo y perfectamente compuesto.
Así, volviendo a lo sentencioso, leemos: "Hay una moral de la forma.", "La mirada es sueño.", "Ver es vestir.", "La poesía es el lenguaje / en estado de excepción.", "Ser poeta es ser humilde.", "La transparencia es hermética.", etc. Leemos estos versos, por llamarlos de algún modo, como iluminaciones o epifanías. Dan casi siempre en el clavo. Uno cree que ganan leídos en voz alta.
El poeta torna "explorador" de una "aventura". El lenguaje, insuficiente a veces, es su "patrimonio". "Nuestras palabras -dice- se nos parecen". La poesía es "un arte frágil e invencible", pero también poderoso: se encarga, por ejemplo, de explicar que "la realidad no es todo lo que hay". Y salva: "Caí por el acantilado, / pero me agarré en un poema". Porque "La poesía tiene sus consecuencias". Porque "Lo que hace un poema es la vida".
Detallista, perspicaz, agudo, el poeta ("oficio de pobrezas y pérdidas / arte de atesorar nieve", de lastimados y lastimosos, de gente que intenta preservar "la infancia y el asombro") confirma que "No hay que confundir la poesía con la poesía" (hay libros destinados a las "estonterías"). Que "Poetas hay muchos, / pero no todos". Que "Lo que caracteriza a un poeta / es la escucha". Que "Decir es sobreponerse. / Decir es sobrevenir."
Él, como todos los poetas que lo son, se rebela, en fin, "contra el don de la obviedad". Este libro, denso al tiempo que asimilable, que conviene leer despacio, es buena prueba de ello. Puede que guste, sobre todo, a los del gremio. Es quizá uno de los mejores del ya casi cerrado alfabeto de una colección lograda.