Profesor de Literatura Española del Departamento de Filología Hispánica y decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la joven Universidad de Extremadura, reconocido bibliófilo y estudioso de la literatura de Vanguardia, la poesía del 900 y del Veintisiete, así como de la obra de Cernuda o Gerardo Diego (fue premio 'Gerardo Diego de investigación poética' por un ensayo sobre su conocida obra Manual de espuma) José Luis Bernal Salgado (Cáceres, 1959) publica su tercer libro de poesía, Tratado de ignorancia, en la colección Luna de Poniente (de la luna libros). Hasta aquí nada parece extraordinario, salvo la parquedad bibliográfica en lo que a la literatura de creación se refiere para un poeta cincuentón. Lo que el lector debe saber es que, desde que publicó su segunda entrega poética, El alba de las rosas, hasta ahora, han transcurrido veinticinco años. Esto, lejos de ser un hecho anecdótico, da a los poemas reunidos aquí un sesgo y una intensidad llamativas, por más que sean el tono conversacional, los modales clásicos y la elegante discreción rasgos principales de su estilo. Un estilo, permítanme recurrir al tópico, que, en este caso al menos, es el hombre. Doy fe. Conoce uno de antiguo al autor. Formé parte del jurado (junto a Juan Manuel Rozas y Ángel Campos, entre otros) que le concedió el primer Premio Constitución a su ópera prima, Primavera invertida (1984). Poco o nada tienen que ver estos versos con aquellos, aunque el que los escribió sea el mismo. En cierto modo, leído lo leído, éste podría parecer un primer libro si no fuera por la carga de experiencia y la solvencia expresiva, digamos, que contiene. Desde la madurez, sí, que no se oculta, nos tememos que más allá de la mitad del camino de la vida, Bernal entona su íntimo canto, de carácter elegíaco, que, en efecto, no puede sustraerse, de una parte, a la melancolía y, de otra, a la celebración de este vivir en un tiempo acaso de descuento si consideramos el balance. Tal vez por eso se nota tanto que el poeta no necesita epatar, ni hacerse el interesante, ni recurrir a coheterías y otras retóricas para hacernos llegar por medio de la voz, apacible y meditativa, su pequeña verdad. Lo genuino, que diría Moore.
Los poemas de Tratado de ignorancia, líneas rescatadas a la memoria y al olvido, se alzan uno a uno con la debida autonomía, sí, pero formando a la vez un corpus unitario; libro concebido como tal, a la postre. Por el tono, claro, armónico en lo diverso, y por lo que todos tienen de reflexión en torno a un eje central que se sustenta, a mi modo de ver, entre las enseñanzas de la edad (con su amargo rimero de pérdidas, derrumbes, frustraciones y derrotas) y la serena aceptación del inestable presente, pródigo en alegrías por el sencillo hecho de que al fin y al cabo se vive. Por ahora, pues Bernal nunca pierde de vista el inevitable, fatídico futuro, que está escrito.
Comienza Bernal con "Breve tratado de ignorancia" (dedicado a Carnero, otro poeta profesor o viceversa), donde leemos (con Gracián): "He destinado algunos de mis trabajos al juicio, / este se lo dedico a la ignorancia". Su último verso alude al que "ha mudado el alma".
Le siguen poemas espléndidos como "Insomnio" ("hasta este misma edad en que mi Padre / comenzó su batalla con la muerte"), "Vidas paralelas" ("la edad me está enseñando / a ver mirando a ciegas"), "La osadía" ("-una historia de estragos-"), "Recuerdos", "Certidumbre de la muerte" (que termina: "menos la muerte misma / la muerte es tan hermosa / por cernernos la vida, / que merece la pena / vivir por merecerla"), "Certezas ("El color del amor / es el olvido. / El color de la muerte, la memoria"), "Aniversario" (un hermoso poema de amor), "Emaús" (con el franciscano Pacífico y sus amigos al fondo, toda una escuela de ética que, como en el caso de Basilio Sánchez, ha dado en estética)...
Uno de los poemas más emocionantes (y duros) de un libro donde la intensidad, ya se ve, cunde es, sin duda, "Otoño", dedicado a Elías Moro y a la Cosecha del 59: "Pensé que debería decir a mis amigos / que ha llegado la hora de dar un golpe seco..." (...) "Decirles que nos queda poco tiempo y maltrecho / para dar las respuestas a todas las preguntas / que la edad nos escupe con obstinada furia." Da, me parece, la medida justa del volumen y, como paradigma, precisa la poética de José Luis Bernal. A los amigos dedica también otros poemas: a Castelo uno donde se cruzan Pedro de Lorenzo y Eliot. "Agenda", a Fernando T. Pérez y Ángel Campos. O "P. D. C.", esto es, Paco Díaz de Castro, otro de la misma estirpe de "poetas profesores".
Como buen filólogo, las palabras -el lenguaje- son fundamentales aquí, Esas que, como explica en el poema que cierra el ciclo, "Las palabras", tanto se le han resistido estos años: "Las palabras han tardado como las lluvias." "He esperado paciente, / tras años de silencio", continúa. Con todo, se abrieron paso y salieron, que es lo que importa. "Ellas saben de mí / algo más que yo de ellas, / conocen los olvidos y los dones, / la precisa razón que me empuja a vivir, / y a recordar que vivo / contra viento y marea."
Este era para algunos un libro muy esperado. Me alegro de que se integre al fin en una simbólica colección llamada a perdurar. Pocos versos ha dado José Luis Bernal a la imprenta, es evidente, pero eso no impide que se le considere uno de los poetas esenciales de la poesía extremeña y española de su época. Sobre todo, cierto es, por este libro.
Los poemas de Tratado de ignorancia, líneas rescatadas a la memoria y al olvido, se alzan uno a uno con la debida autonomía, sí, pero formando a la vez un corpus unitario; libro concebido como tal, a la postre. Por el tono, claro, armónico en lo diverso, y por lo que todos tienen de reflexión en torno a un eje central que se sustenta, a mi modo de ver, entre las enseñanzas de la edad (con su amargo rimero de pérdidas, derrumbes, frustraciones y derrotas) y la serena aceptación del inestable presente, pródigo en alegrías por el sencillo hecho de que al fin y al cabo se vive. Por ahora, pues Bernal nunca pierde de vista el inevitable, fatídico futuro, que está escrito.
Comienza Bernal con "Breve tratado de ignorancia" (dedicado a Carnero, otro poeta profesor o viceversa), donde leemos (con Gracián): "He destinado algunos de mis trabajos al juicio, / este se lo dedico a la ignorancia". Su último verso alude al que "ha mudado el alma".
Le siguen poemas espléndidos como "Insomnio" ("hasta este misma edad en que mi Padre / comenzó su batalla con la muerte"), "Vidas paralelas" ("la edad me está enseñando / a ver mirando a ciegas"), "La osadía" ("-una historia de estragos-"), "Recuerdos", "Certidumbre de la muerte" (que termina: "menos la muerte misma / la muerte es tan hermosa / por cernernos la vida, / que merece la pena / vivir por merecerla"), "Certezas ("El color del amor / es el olvido. / El color de la muerte, la memoria"), "Aniversario" (un hermoso poema de amor), "Emaús" (con el franciscano Pacífico y sus amigos al fondo, toda una escuela de ética que, como en el caso de Basilio Sánchez, ha dado en estética)...
Uno de los poemas más emocionantes (y duros) de un libro donde la intensidad, ya se ve, cunde es, sin duda, "Otoño", dedicado a Elías Moro y a la Cosecha del 59: "Pensé que debería decir a mis amigos / que ha llegado la hora de dar un golpe seco..." (...) "Decirles que nos queda poco tiempo y maltrecho / para dar las respuestas a todas las preguntas / que la edad nos escupe con obstinada furia." Da, me parece, la medida justa del volumen y, como paradigma, precisa la poética de José Luis Bernal. A los amigos dedica también otros poemas: a Castelo uno donde se cruzan Pedro de Lorenzo y Eliot. "Agenda", a Fernando T. Pérez y Ángel Campos. O "P. D. C.", esto es, Paco Díaz de Castro, otro de la misma estirpe de "poetas profesores".
Como buen filólogo, las palabras -el lenguaje- son fundamentales aquí, Esas que, como explica en el poema que cierra el ciclo, "Las palabras", tanto se le han resistido estos años: "Las palabras han tardado como las lluvias." "He esperado paciente, / tras años de silencio", continúa. Con todo, se abrieron paso y salieron, que es lo que importa. "Ellas saben de mí / algo más que yo de ellas, / conocen los olvidos y los dones, / la precisa razón que me empuja a vivir, / y a recordar que vivo / contra viento y marea."
Este era para algunos un libro muy esperado. Me alegro de que se integre al fin en una simbólica colección llamada a perdurar. Pocos versos ha dado José Luis Bernal a la imprenta, es evidente, pero eso no impide que se le considere uno de los poetas esenciales de la poesía extremeña y española de su época. Sobre todo, cierto es, por este libro.