La Otra publica en México Dispersa sed, una amplia antología de poemas del portugués António Ramos Rosa que han traducido Piedad Montero y Luis María Marina sobre una impecable selección de la hija del poeta: Maria Filipe.
Del prólogo se ocupa Marina que, a mi modo de leer, acierta más que nunca en el enfoque y en el análisis, menos vagaroso y lírico que otras veces. Cabe elogiar también la traducción, sobria, ajustada y precisa, como manda la poética del autor de Ciclo do Cavalo, el libro memorable que tradujo Ángel Campos Pámpano para Pre-Textos en 1985, su carta de presentación en España. Aparición en escena ligada al magistral ensayo que escribió Gonzalo Hidalgo Bayal para el primer número de la revista hispanolusa Espacio/Espaço escrito, recogido después en su libro Equidistancias.
Marina resalta que RR (Faro, 1924-Lisboa, 2013) es "sólo, esencial y radicalmente poeta". Prolífico, sí, pero no por eso menos imprescindible, tanto en la poesía portuguesa, en su “século de ouro”, donde ocupa un lugar central (para Eduardo Lourenço, "Donde acaba Pessoa, comienza Ramos Rosa"), como en la universal, de la que aquella forma parte. No en vano la poesía para él era "un modo privilegiado de estar en el mundo". Su biografía ("fue lo que escribió"), un "proyecto de conocimiento perpetuo".
Contra Pessoa y el fingimiento, con su poesía vuelve algo tan peligroso como la sinceridad. Poesía sincera porque "es sentida": "Llamo insinceras a las cosas hechas con afán de epatar, y a las cosas, también, que no contienen una fundamental idea metafísica, esto es, por donde no pasa, aunque sea como un viento, una noción de gravedad y del misterio de la Vida".
También la caracteriza lo que él mismo denominó las "metamorfosis poéticas", esto es, nos explica Marina, "la sublimación de las profundas escisiones del yo contemporáneo". Al fondo, otra vez, la heteronimia pessoana. El espinoso asunto de la identidad. Como lector, añado, pocas veces se ha encontrado uno con un "yo poético", digamos, más sustancial, creíble y verdadero (no sólo verosímil) que el que habla desde estos versos.
Su "camino de palabras" transitó sobre la verdad. Sin perder de vista su rica tradición y la del "mejor Modernismo europeo".
Su poesía es "desnudez, densidad y existencia". De palabras luminosas, libres y sencillas con una gran carga existencial, que se interrogan sobre la realidad. Lo demuestran, y de qué singular manera, los poemas escogidos -y qué bien, insisto-; poemas que se alargan en un tiempo que va desde 1958 hasta 2012. (RR fue un poeta prolijo, como Júdice, y la comparación no es casual.) Entre ellos, cómo no destacar el primero de la muestra ("En algún lugar un hombre / discretamente muere"), "Poema de un oficinista cansado", "Sílabas", "Un camino de palabras", "Estoy vivo y escribo sol" ("caigo en la claridad sencilla"), "El papel, la mesa, el sol, la pluma..." ("Escribo para no vivir sin espacio"), "Aquí te merezco" (una maravilla dedicada a su hija), "En el silencio de la tierra", "El momento de", La palabra transfigurada" (una poética), "Las palabras" (una obsesión), "Celebración de la tierra", "Mediadora del viento" (la infancia, el Algarve), "Te escribo con fuego y agua", "El jardín" (palabra clave, como árbol o piedra), "La fiesta del silencio" ("Escucho en la palabra la fiesta del silencio"), "Un astro", así como los fragmentos elegidos de sus libros Pátria Soberana, Deambulações Oblíquas, O deus da incerta ignorância y Os Volúveis Diademas. El volumen se cierra tan bien como empezó, con dos brevísimos poemas memorables de En torno do Imponderável.