23.12.15

Las cosas del lector

Gonzalo Hidalgo Bayal siempre se ha referido a mi paisano y medio pariente Juan Luis Hernández Mirón como "el landeariano alto". Por lo obvio y por su incondicional amistad con el escritor Luis Landero, a quien ha acompañado con frecuencia de ciudad en ciudad y de acto en acto en su condición de íntimo amigo y, además, de admirador y chófer. Eso no quiere decir que sea la persona que más veces ha escuchado sus amenas charlas, conferencias y presentaciones, pues el de Alburquerque prohíbe a sus acompañantes habituales (y acaso nadie más asiduo que Mirón) entrar en los recintos donde se producen esos encuentros para evitar que vuelvan a oír lo consabido. Cuento esto porque así entenderán mejor los lectores el precioso prólogo que Landero le ha puesto a la primera edición crítica de Las cosas del campo, libro del poeta malagueño José Antonio Muñoz Rojas, publicado (con una preciosa imagen en la cubierta del pintor Pedro Serna) por Renacimiento.  La primera edición es de 1951 y ésta se basa en la publicada por Pre-Textos en 2009.
Que me perdonen tanto el autor, por desgracia ya fallecido, como el editor literario, pero sólo por esas palabras liminares hubiera merecido la pena imprimirlo. A su amigo está dedicado, sí, a la persona que ha dedicado horas y horas a esa obra que glosa, por eso, estupendamente. Con su lectura, permite al lector una nueva y más honda aproximación a este clásico de nuestro panorama. Un testimonio único acerca de un mundo que ha desaparecido.
Hernández Mirón, profesor de la Universidad CEU San Pablo de Madrid, ya había publicado en Vitrubio un voluminoso libro titulado La poética de José Antonio Muñoz Rojas en "Las cosas del campo", donde dió a conocer parte de su tesis doctoral sobre la obra del poeta antequerano. El prólogo, cómplice y divertido, estaba firmado por Luis Alberto de Cuenca, compañero de consejos superiores y otras filologías, además de buen amigo suyo también.
En Rilce. Revista de Filología Hispánica, en fin, podrá consultar el lector curioso un extenso artículo de Mirón titulado "Las cosas del campo de José Antonio Muñoz Rojas".
En el citado prólogo, donde Landero evita entrar en asuntos que conoce de sobra desde niño (su último libro, El balcón en invierno, es prueba de ello), que no necesita consultar el práctico glosario para urbanitas que incluye esta edición, comenta que "Estamos, pues, ante la aventura de un lector que se embarca en la procelosa travesía de un libro y luego nos ofrece los secretos de su cuaderno de bitácora". Así, el libro "ha pasado a llamarse «Las cosas del lector», o si se quiere: «Las cosas de Juan Luis»". Y ello porque es esa condición, la de lector, la que aquí predomina y por eso aprovecha para reivindicar la "inspiración" del lector "que es tan soberano al leer como el escritor al escribir"; del "lector-musa", como él lo denomina.
"Sobriedad, elegancia, sabiduría, y un contenido temblor estético, son términos que le convienen a este libro", sentencia.
Y en efecto, a esas virtudes se atienen las sutiles y discretas glosas de Mirón que dan a la obra de Muñoz Rojas una dimensión hasta ahora inédita.
Estamos ante una excelente oportunidad para volver sobre un libro que es, ante todo, poesía; en la estela de los poemas en prosa, digamos, del Ocnos de Cernuda, otro escritor español de impronta británica. Un libro que en la incesante novedad fundamenta su noble condición de clásico.