En Nosotros los de entonces (Poesía amatoria 1984 – 2015), editado por La Isla de Siltolá en su colección Arrecifes, el poeta (y más) José Manuel Benítez Ariza (Cádiz, 1963) reúne buena parte de los poemas amorosos que ha escrito. Entre ellos, pertenecientes a sus diferentes libros publicados, los inéditos que conforman una obra reciente de la misma condición: La intemperie.
Como bien dice en su extenso prólogo, «Por qué lo llaman "amor"», un auténtico ensayo sobre este asunto, «la expresión "poesía amorosa" equivale simplemente a "poesía"». Añade que escribir poemas de amor no supone evadirse de la realidad, del tiempo en que uno vive y en el que está. Subraya la "capacidad del amor para articular una conciencia de la vida" y que "sus sentimientos -o, mejor dicho, las formulaciones poéticas de los mismos- presuponen una historia". Y remata: "Un solo poema de amor es siempre insuficiente". Por eso, al modo renacentista, concibe este libro como un "cancionero". Reconoce que no falta la ironía en la muestra, pero también que hace tiempo que no necesita de ningún personaje poético que se interponga entre autor y lector.
Una "Canción inicial" y una "Canción final" delimitan el conjunto. En medio, poemas de amor, claro, pero en el más amplio sentido del término. Por cierto, poemas -la mayor parte logrados y espléndidos- donde la naturalidad se impone y, cómo no, el tono autobiográfico, mencionadas ironías mediante.
Siempre le ha costado a uno, como lector, degustar como es debido este tipo de poesía. En sentido estricto, digo, porque de amor, como viene a decir JMBA, serían todos los poemas. Más allá de los clásicos, insuperables en su perfección, porque suelen seguir el modelo nerudiano, y uno de nerudiano tiene lo justo, o menos. Son poco creíbles, digamos, alambicados y pegajosos, cuando no directamente ñoños o ridículos (como decía de las cartas de amor Pessoa). Estos son todo lo contrario. El realismo y la experiencia se anteponen a cualquier otra consideración; en la línea, por cierto, de excelentes maestros en la poesía española e hispanoamericana contemporánea, desde Cernuda, Gil de Biedma y Margarit hasta Gonzalo Rojas, José Emilio Pacheco y Jaramillo Agudelo, por poner algunos ejemplos encontrados al azar.
Uno agradece esta actitud, algo que permite al lector ponerse en el lugar del otro, algo imprescindible cuando de poesía se trata. Así podremos disfrutar aún más de lo que el amor, cualquier amor, ofrece.
Una "Canción inicial" y una "Canción final" delimitan el conjunto. En medio, poemas de amor, claro, pero en el más amplio sentido del término. Por cierto, poemas -la mayor parte logrados y espléndidos- donde la naturalidad se impone y, cómo no, el tono autobiográfico, mencionadas ironías mediante.
Siempre le ha costado a uno, como lector, degustar como es debido este tipo de poesía. En sentido estricto, digo, porque de amor, como viene a decir JMBA, serían todos los poemas. Más allá de los clásicos, insuperables en su perfección, porque suelen seguir el modelo nerudiano, y uno de nerudiano tiene lo justo, o menos. Son poco creíbles, digamos, alambicados y pegajosos, cuando no directamente ñoños o ridículos (como decía de las cartas de amor Pessoa). Estos son todo lo contrario. El realismo y la experiencia se anteponen a cualquier otra consideración; en la línea, por cierto, de excelentes maestros en la poesía española e hispanoamericana contemporánea, desde Cernuda, Gil de Biedma y Margarit hasta Gonzalo Rojas, José Emilio Pacheco y Jaramillo Agudelo, por poner algunos ejemplos encontrados al azar.
Uno agradece esta actitud, algo que permite al lector ponerse en el lugar del otro, algo imprescindible cuando de poesía se trata. Así podremos disfrutar aún más de lo que el amor, cualquier amor, ofrece.