Ya comentamos en este rincón el libro anterior de Silvia Terrón, madrileña del 80 afincada en París, el liliputiense Doblez. La Isla de Siltolá publica ahora Las veces. "Replegarnos", se lee en el primer poema, que se titula como el libro. Y sí, hay mucho repliegue aquí. Téngase en cuenta que replegar es doblar muchas veces (lo que se relaciona con otro título, el del citado libro previo), además de "recogerse, encerrarse en sí mismo, refugiarse en la propia intimidad", según el DRAE. Y mucha retracción, añadiría, en dos sentidos al menos: el de acogerse, refugiarse y guarecerse o en el de retirarse y retroceder. "Todo en este refugio / es interior", escribe. De ahí que se pueda afirmar sin temor a mentir que la poesía de Terrón es muy personal e intransferible (demasiado a veces) y que se caracteriza por su medido decir silencioso, su sutileza, su fragmentariedad (donde la elipsis prima), su hermetismo y, en fin, eso que viene de lo que ella denomina "amnesia narrativa". Subrayo un par de versos:"vivimos como una herida", "la razón es / un punto ciego".
"Existen los giros, / las veces, / las esquinas imposibles de doblar", leemos en un poema central: "Avenida aquí". De nuevo los dobles sentidos. La ambigüedad. El poema termina: "Vivir / es esperar las ramas". Una metáfora de tantas (esferas, vasijas, grietas, cráter, sequía...) que, entre extrañas y sorprendentes, funcionan en clave lírica y que conducen al lector hacia un territorio incógnito que no por eso desistimos de explorar.
"Existen los giros, / las veces, / las esquinas imposibles de doblar", leemos en un poema central: "Avenida aquí". De nuevo los dobles sentidos. La ambigüedad. El poema termina: "Vivir / es esperar las ramas". Una metáfora de tantas (esferas, vasijas, grietas, cráter, sequía...) que, entre extrañas y sorprendentes, funcionan en clave lírica y que conducen al lector hacia un territorio incógnito que no por eso desistimos de explorar.
Isabel Tejada Balsas, jiennense nacida en Lisboa en 1973, tiene ya publicados varios libros. Llega ahora Los sitios conocidos, en Siltolá también. En "El peso" leemos poemas brevísimos que vienen de alguna parte, ya empezados (a veces en el título, con el que dialogan), y que van a otra, porque muchas veces no terminan en la página. Por eso carecen de puntos y las mayúsculas aparecen en lugares donde no se las espera. La retorcida sintaxis se esfuerza también en demostrar su carácter fragmentario, lo que da el tono (esto es poesía) de la obra.
Dos poemas. "Soy": "más allá de lo que soy". ""Qué fue de ti": "como mi lugar mamá". En otro sitio leemos: "He hecho de mi paciencia un verbo".
En "La senda", los poemas cobran mayor extensión. El amor es el tema central. Y lo erótico que éste conlleva. O no, cabría precisar. "La disposición de desigualdad de los cuerpos / ociosos de tristeza rendidos de saciarse". "3 minutos" y "Hasta yo" podrían servir de ejemplo. Lo explícito del primero contrasta con lo reflexivo del segundo. Aunque para botón -hablo también de sexo-, "De la época del frío", que pertenece a la tercera parte del libro, "La grieta", escrita en prosa, acaso lo más sólido del delgado volumen.
"He venido al desierto", le dice a su madre. Hay mucha soledad aquí. Y mucha tristeza. La confesión, descarnada y tan abrupta como la sintaxis a que antes me referí. Cierto y calculado tremendismo. "Voy siendo ala para nadie". Abunda la palabra "qué". En "Desde el vacío", se pregunta: "¿Qué es esto que soy?" y alude a su "aspecto lánguido", a su "tristeza al peso". "Abrazo el abismo que lleva mi nombre". Sí, estamos ante "poemas como huesos". Y sí, Tejada se cuida "de la palabra extensa" y de "ir siempre más allá de lo puramente evidente". "Escribir para salvarme" es, más que un verso, todo un lema. Léase "26", uno de los textos más duros del conjunto: "Dije No. Para. Basta. Quítate de encima." "Mi imperfección es mi belleza", escribe, y traza una poética. "Soy sólo yo", titula el último poema. Algo de lo que el lector ya se había dado cuenta.
Paloma Corrales nació en Madrid en 1974. En "Ceci n'est pas une préface", Julio Castelló habla, en clave poética más que otra cosa, de ella y de Celebrar el aullido, que publica también Siltolá. De su poesía "en femenino" ("me memorizo como mujer"), algo, me temo, que ninguna mujer que escriba puede ocultar. Con la debida naturalidad que cabe al caso. O no: haciendo alarde de esa condición. En "(savia)" leemos: "he de rezarme / rezarme / para curar la herida / rezarme en la demora y en lo exiguo / verterme en el poema". Y sigue más abajo: "celebrar el aullido / (no aquí no aquí / sino donde se cumple la cópula)".
Estamos ante una poesía en minúscula, que es algo más que versos escritos sin mayúsculas. Un tono, sí. La propia poesía, llámese como se llame a esa figura, es objeto de no pocos de los versos del libro: "vivo en el lenguaje / o en las alegorías". De hecho, uno de los poemas más significativos se titula "(escribir)". No cree uno que estemos ante "un mensaje de nadie para nadie", como afirma Corrales. Sí que "no somos sino huérfanos de vida".
Estamos ante una poesía en minúscula, que es algo más que versos escritos sin mayúsculas. Un tono, sí. La propia poesía, llámese como se llame a esa figura, es objeto de no pocos de los versos del libro: "vivo en el lenguaje / o en las alegorías". De hecho, uno de los poemas más significativos se titula "(escribir)". No cree uno que estemos ante "un mensaje de nadie para nadie", como afirma Corrales. Sí que "no somos sino huérfanos de vida".
Se aprecia sensibilidad a raudales en estos poemas breves, esenciales, leves, discretos y silenciosos, que, por otra parte, no pueden ocultar su fragilidad, y no me refiero a su resolución poética. Para muestra, tres versos:"soy corteza soy isla", "somos de la comarca de la noche", "voy desnuda y simbólica".
Las "soledades encontradas" de los "íntimos de miedo", el amor ("nos anidábamos"), es otro de los asuntos de este libro que de aullido, por cierto, tiene poco.
La poesía, sí, "esa respiración".
La poesía, sí, "esa respiración".