Desk in Fermor’s garden near Kardamyli, 2007. Rodolph de Salis |
A Dolores Payás
Igual
que en Romiosyne, el poema de Ritsos,
el
paisaje, sin agua, es duro como el silencio.
Bajo
la cal del sol, únicamente luz.
Kardamili,
donde vivió Mihalis,
al
sur del Peloponeso,
un
rincón alejado de las costas de Grecia,
es
la mejor metáfora, el refugio ideal
para
quien fue, ante todo, un perfecto viajero.
La
casa se confunde con la tierra;
está
en una terraza sobre el mar
y
la rodean, con trazas de jardín,
las
plantas aromáticas –salvia, romero-,
los
míseros olivos, los enhiestos cipreses,
aquello
que es capaz de brotar entre rocas.
Es
el sitio al que llega el caminante,
en
el que el nadador nunca se sacia.
A Patrick L. Fermor, conocido por Paddy,
reticente
escritor atormentado,
bebedor
que con todos conversaba,
incansable
lector, héroe de Creta,
debió
serle muy grato contemplar cada día
desde
este paraje retirado del mundo.
Construyó
este lugar como si fuera un sueño.
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